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Pareidolia, la ventaja evolutiva de ver caras por todas partes

Pareidolia
Isbelia E. Farías

La pareidolia es ese fenómeno relativamente común que sucede cuando, ante ciertos estímulos visuales ambiguos, percibimos rostros o ciertas formas con sentido de forma aleatoria e improbable.

Se trata de un fenómeno psicológico que consiste en el reconocimiento de patrones significativos, muchas veces rostros, pero también pueden reconocerse otras figuras, como animales u objetos cotidianos. Aunque pueda parecer un fenómeno extraño a priori, la ciencia tiende a explicarlo como una adaptación evolutiva de una capacidad ya presente en el cerebro de los primates.

Qué es la pareidolia

El término pareidolia se deriva etimológicamente del griego eidolon (εἴδωλον), que se traduce como figura o imagen. Tiene lugar cuando un estímulo vago se percibe de forma errónea como una forma reconocible debido a un sesgo perceptivo.

Este sesgo nos lleva a hacer interpretaciones equivocas de la realidad, que pueden estar relacionados tanto con los conocimientos previos del observador, como con sus sentimientos, emociones y afectos. De ahí que en evaluaciones psicológicas, como el test de Rorschach, se recurra a este tipo de fenómeno.

La capacidad de reconocer rostros se inicia de forma temprana en la vida. Los bebés, con pocos minutos de vida, ya parecen mostrar preferencia por patrones similares a los rostros, según han reportado algunos estudios al respecto.

La pareidolia tendría su razón de ser desde un punto de vista evolutivo, pues, si hay un rostro cerca, habría una mente cerca, es decir, alguien que podría causar mucho bien o mucho daño.

En tiempos remotos esta habilidad parece haber funcionado cuando una persona descansaba en una cueva y observaba una sombra en la pared, lo cual le ponía en alerta, dispuesto a defenderse. Puede que la sombra pase y que se tratase solo de una nube, pero también podría tratarse de un depredador, como lo sospechó el cerebro, por lo que esta alerta temprana le podría haber salvado la vida.

En el caso de nuestros ancestros, el concretar una forma difusa en un patrón reconocible pudo suponer una diferencia entre la vida y la muerte. Por ello, se considera que el procesamiento de información, llevado a cabo de forma inconsciente, fue fundamental para poner en marcha el juicio y tomar decisiones cuando se ameritaban reacciones rápidas ante una amenaza, o bien ante una oportunidad. Esta facultad también se habría utilizado al momento de cazar.

Algunos ejemplos de pareidolia

Son muchas las situaciones del día a día en las que podemos tener la sensación de estar reconociendo un patrón con significado ante estímulos visuales difusos, y cualquiera de nosotros ha tenido seguro esta experiencia en algún momento. Sólo a modo ilustrativo se mencionan a continuación algunos ejemplos comunes de pareidolia que se pueden observar en la cotidianidad:

  • La visión de rostros o animales en las nubes.
  • Visión de rostros, objetos o cuerpos humanos en los perfiles montañosos.
  • Ver rostros en la parte delantera o trasera de un coche, en donde los faros representarían los ojos, el parabrisas la frente o cabeza y la parrilla, la boca o dentadura.
  • Imágenes de rostros en edificios.
  • Avistamiento de fantasmas, ovnis o fenómenos paranormales.
  • Figuras reconocibles en objetos astronómicos como la Luna.
  • Imágenes religiosas en árboles, plantas, rocas, entre otros.

Cómo lo explica la ciencia

En este fenómeno están implicadas conexiones neuronales y algunas investigaciones se enfocan en el área fusiforme de la cara, el principal sector del sistema visual encargado del reconocimiento facial y que se encuentra en la corteza cerebral temporal inferior, un área que, ante ciertos objetos, se activaría, tal como lo hace con los rostros.

Los estudios sugieren que el encontrar significado en estímulos ambiguos dependería de la evaluación conceptual y del procesamiento cortical similar al que se observa en objetos familiares.

Dicho proceso supone que la pareidolia implica un giro fusiforme por el área del cerebro con la cual se asocia cuando se observa un rostro en un objeto que cuesta dejar de verlo. Es decir, cuando se observa una figura reconocible, para volver a ver la figura original hay que hacer un gran esfuerzo, ya no sucede de forma espontánea.

Lo más asombroso es que el cerebro no solo está programado para observar ojos y bocas en objetos inanimados, sino también para percibir un estado de ánimo en dichas figuras.

Así, los objetos no solo parecen rostros, sino que pueden transmitir una cierta personalidad, como cuando las ventanas de una casa se asemejan a dos ojos que miran fijamente.

La pareidolia facial ocurre porque si bien todos los rostros humanos son diferentes, ellos también guardan en común algunas características, como la disposición espacial de los ojos y la boca. Se trata de un patrón básico de características que le definen y es un asunto con el que nuestro cerebro está familiarizado.

Esta percepción no está limitada al solo hecho de percibir la forma de un rostro, sino también el intento por reconocer quién es esa persona y leer su rostro para inferir si está molesto, feliz o si nos presta atención, tareas que se ejecutan en nuestro cerebro, desde áreas que se encargan de obtener dicha información.

Es decir, que nuestro cerebro está en búsqueda de patrones para poder construir la percepción, y por tal motivo buscamos formas de objetos o animales cuando vemos las nubes en el cielo o percibimos un rostro cuando observamos una montaña, como ocurre en la popular “Cara de Marte”.

Referencias bibliográficas

  • Domínguez, M. D. L. O. (2016). Pareidolia. Tecnología & Diseño, (6).
  • Zhou, L. F., & Meng, M. (2020). Do you see the “face”? Individual differences in face pareidolia. Journal of Pacific Rim Psychology14, e2.
  • Kato, M., & Mugitani, R. (2015). Pareidolia in infants. PloS one10(2), e0118539.

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