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El sesgo del punto ciego está presente cuando la mayoría de las veces las personas no pueden percatarse de sus propios prejuicios cognitivos y se perciben con menos sesgos que los demás.
El sesgo del punto ciego, o prejuicio del punto ciego, es por tanto un tipo de sesgo cognitivo que impide a una persona ver sus propios prejuicios.
Dicho término fue creado por la profesora de psicología de la Universidad de Princenton, Emily Pronin, junto a sus colegas, tomando como referencia el punto ciego del ojo humano.
El sesgo del punto ciego
En fisiología, con “punto ciego” se hace referencia a la parte posterior del ojo que no cuenta con las terminaciones nerviosas presentes en el resto de la retina y, por lo tanto, dicha zona no registra las variaciones luminosas del cristalino, lo cual crea un vacío en la información que se transmite al cerebro.
A partir de este ejemplo fisiológico se tomó la idea de punto ciego como una metáfora para describir la incapacidad de vernos tal como somos, a nivel psicológico.
En otras palabras, los puntos ciegos en nosotros serían aquellas carencias, defectos, debilidades y fallas que quizá afectan nuestro desempeño cotidiano.
Este sesgo lleva a que una persona se considere mejor o más correcta que el resto. Así, alguien pudiese creer que es más sincero o justo que las demás personas que le rodean. De modo que este sujeto se afianzaría en sus ideas y en su sentido o idea de justicia.
Esto sucede, en parte, porque no todas las personas analizan sus procesos cognitivos, es decir, no hacen un examen de conciencia, puesto que para poder comprender cuáles son los prejuicios y limitaciones se requiere de un ejercicio de introspección.
Cuando surge una diferencia o discrepancia con respecto a lo que otra persona percibe o piensa, es casi inmediato que solemos atribuirnos la razón, infiriendo que los demás no son tan racionales.
Por ello, se considera que los factores cognitivos y motivacionales producen la ilusión de que se poseen menos sesgos que los demás, lo cual es un autoengaño para concluir que somos más objetivos y racionales.
Pero, la verdad es que todos los seres humanos tenemos puntos ciegos que nos cuesta asumir, a pesar de que, cuando las cosas no salen como queremos, podemos ser un poco más capaces de asumir dichos puntos ciegos, pero esto no siempre ocurre.
Por medio del autoengaño podemos hacer una evaluación que favorece más nuestra autoestima, pues, es más fácil pensar bien de nosotros que iniciar un duro trabajo que implica el cambio, es decir, es más sencillo pensar que quien se equivoca es el resto.
Pero, el no reconocer que poseemos nuestros propios puntos ciegos nos lleva a vivir más lejos de la realidad y a crear una zona de confort en la que solo se admite aquello que resulta cómodo y esté en sintonía con nuestra forma de ver el mundo. No obstante, dicha exclusión no nos permite crecer, ya que rompe los puentes que nos conectan con aquello que es diferente.
Según el filósofo Byung-Chul Han, “la expulsión de lo distinto y el infierno de lo igual, ponen en marcha un proceso de autodestrucción… Nos enredan en un inacabable bucle del yo y, en última instancia, nos conducen a una autopropaganda que nos adoctrina con nuestras propias nociones”.
Cerrar la puerta a lo diferente equivale a cerrar las puertas a nuevos horizontes que nos permitan comprender la realidad con mayor amplitud.
¿Cómo salir del prejuicio del punto ciego?
Los sesgos cognitivos por lo general están presentes cuando observamos y tratamos de comprender el mundo o el entorno que nos rodea. Por ello, debemos aceptar que no vemos las cosas como son, sino como nosotros somos.
En tanto que personas, estamos todos llenos de sesgos, tanto como los demás porque nuestro yo está implicado cuando nos relacionamos con el entorno y esto es algo imposible de separar. Esto nos debe conducir a aceptar que la visión que tenemos de los hechos es tan parcial como lo podría ser la visión de otra persona.
Lo que más se demanda hoy día en muchas sociedades es la imparcialidad y la objetividad, pero, cabe preguntarse hasta qué punto es esto posible, pues, podría tratarse de otra ilusión. Por nuestra naturaleza, somos subjetivos, pero lo que nos lleva a asumir la subjetividad de los demás es la capacidad de flexibilidad que tengamos. Cuando dos subjetividades se encuentran es que se está más próximo a alcanzar un poco de objetividad.
Al momento de juzgar un hecho debemos asumir una posición de aceptación, comprendiendo que ningún punto de vista es mejor que el otro, sino que, en diferentes aspectos, todos estamos sesgados. Si adoptamos esta actitud, podremos crecer, tolerar un poco más a los demás y permitir que en el mundo coexistan diferencias, porque pensar de una forma u otra conforma la singularidad de cada ser humano.
Bibliografía
Cubero, A. R. (2020). Sesgos cognitivos en la ciencia. Revista Española de Física, 34(2), 18-22.
Goleman, D. (2019). El punto ciego. B de Bolsillo.
Pappe Willenegger, S. (1991). De los prejuicios, o cómo el observador que sabe todo, se queda ciego.