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Movimiento lento (slow) o cómo vivir sin prisas

Movimiento lento - slow
Isbelia E. Farías

El movimiento lento se ha convertido en una tendencia a la que muchos añoran sumarse.

Muchas veces, podemos llegar a padecer estrés debido a la alta demanda de tareas por cumplir y el estilo de vida agitado que llevamos. Es por ello que surge la filosofía slow como un intento de recuperar nuestro bienestar psíquico.

¿En qué consiste el movimiento lento?

El movimiento slow, o lento, consiste en vivir sin prisas y se le puede considerar como una actitud ante la vida que permite disfrutar de los pequeños placeres cotidianos.

Cada día son más los deberes por cumplir, lo cual nos sumerge en la necesidad de requerir más tiempo, vivir deprisa y desear que el día tenga más horas para poder ejecutar todos los pendientes.

Pero esto no beneficia en nada a nuestra salud física ni mental. A razón de ello, el autor y periodista Carl Honoré escribió su libro titulado Elogio de la lentitud, en el que precisamente invita a reflexionar sobre los daños que genera la dinámica rápida de vida.

Hoy día, parecemos programados para ser multitareas, a esto muchas veces se le ha hecho referencia como el síndrome de la vida ocupada, o el sentir que todo el tiempo se debe ser productivo. Es parte de la modernidad.

No obstante, esto nos impide vivir el presente y padecer constantemente de estrés y ansiedad.

Ir con menos rapidez nos ayuda a vivir cada instante con mayor plenitud, tomando conciencia de todo cuanto nos rodea, lo cual impacta de forma positiva al generarnos una mejor calidad de vida.

En un mundo en el que se nos impulsa a ser exitosos, a ser productivos, a cumplir con muchos deberes y jamás detenernos, como si fuésemos máquinas, la filosofía slow puede ser la respuesta que necesitamos para sentir calma y serenidad.

En este sentido, cabe destacar que en la historia hemos tenido fases diferentes que nos han motivado a cambiar nuestro comportamiento. Por ejemplo, en la época pastoril, los ritmos eran los naturales del día y las estaciones. En la época industrial, los modos productivos cambiaron y se incrementó la necesidad de la rapidez y, hoy día, con la época telemática, lo que se valora es la inmediatez.

Con el movimiento lento obtenemos una serie de ganancias, tales como: darles más valor a nuestras relaciones, dedicarnos más a las personas con las que interactuamos, permitir que nuestra creatividad se desarrolle, conocernos mejor, vivir con intensidad los momentos, sentir relajación y satisfacción, plenitud, bienestar y armonía, además de tener menor agobio. 

¿Cómo podemos vivir con más calma?

Estamos tan acostumbrados a la rapidez que necesitamos ciertas pautas para aprender a vivir sin prisas, tales como las siguientes:

  1. Cambiar nuestra manera de pensar: aprender a que la calma se instale en nuestros pensamientos y no obligarnos a responder a todos los estímulos que recibimos del ambiente, es decir, las notificaciones del móvil, los correos, las llamadas, entre otros.
  2. Practicar meditación: para aquietar nuestros pensamientos.
  3. Hacer yoga: para que la energía fluya de una manera más calmada.
  4. Trabajar solo con lo que se pueda: sin tomar tareas en exceso, obligándonos a la alta productividad.
  5. Dedicar el tiempo necesario: para hacer las cosas de manera correcta, ya que, muchas veces actuamos con prisa y esto no significa que estemos haciendo mejor las cosas.
  6. Aprender a cocinar: y disfrutar el proceso, ya que, en este espacio todo tiene su tiempo y esto nos puede ayudar a respetar los momentos y calmarnos.
  7. Tomar tiempo propio: para ejecutar actividades placenteras, como pintar o leer.
  8. Disfrutar del ocio: o del simplemente no hacer nada, solo permanecer relajados.
  9. Caminar sin prisas: tratando de disfrutar el paisaje o la naturaleza alrededor, percatándonos de los pequeños detalles que la prisa nos impide ver.
  10. Comer lento: o slow food, a diferencia del fast food, o comida rápida. Nada como disfrutar con calma de un buen plato.

Además de estas sugerencias, también podemos aprender a depender menos de los aparatos audiovisuales que nos bombardean con sonidos y notificaciones; mirar menos el reloj y descansar los fines de semana tanto como el cuerpo lo requiera, sin sentir la imperiosa necesidad de salir de la cama para comenzar un sinfín de actividades.

También podemos tomar siestas que nos relajen en la mitad del día o acompañar nuestros momentos de tranquilidad con una música que nos invite a experimentar sensaciones relajantes.

Tomar un baño caliente también es una buena manera de dedicarse un buen tiempo y relajarse, sin prisas. Por último, no desestimar el poder de una infusión o un té acompañado de una interesante charla.

Estas pautas nos pueden ayudar a incursionar en el movimiento lento o slow, que muchos ansían hoy, pues, el mundo está cambiando y muchas personas cada día se sienten más agobiadas, y necesitan encontrar la tranquilidad y el bienestar sin importar a qué precio.

Bibliografía

  • Corredor, C. (1986). Estres. Colomb. Med.
  • Hernández Pardo, A. (2018). Slow emotions: la expresividad emocional de las imágenes en movimiento lento.
  • López-Pérez, B., & Fernández-Pinto, I. (2010). Ansiedad y Estrés. Ansiedad y Estrés.
  • Luceño Moreno, L., & Martín García, J. (2008). Estres laboral. EduPsykhé: Revista de Psicología y Psicopedagogía.
  • Villalba Raposo, A. I. (2018). Turismo Lento.

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