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La tolerancia a la frustración como estrategia de afrontamiento

Tolerancia a la frustración
Isbelia E. Farías

Desde pequeños, es común experimentar enfado cuando no se obtiene lo que se desea. Es necesario aprender sobre la tolerancia a la frustración, ya que así es más factible lograr nuestros objetivos.

La frustración encierra un cúmulo de emociones y sentimientos que podemos experimentar cuando no recibimos lo que estamos esperando. Lo que sentimos puede ir desde la ira hasta la tristeza y convertirse en ansiedad, cuando esa ilusión, proyecto o deseo no se concreta.

La tolerancia a la frustración

Por suerte, cuando aparece la frustración, podemos hacer uso de una serie de herramientas que nos permitan tolerarla.

En el caso de las personas que tienen un nivel bajo de tolerancia a la frustración, apenas viven una pequeña adversidad comienzan a experimentar tristeza, se enfadan y se angustian.

Sin embargo, cuando el nivel de tolerancia a la frustración es alto, es posible mantener el estado de ánimo sin que este se altere, aun cuando las expectativas no sean cumplidas.

Respecto a la tolerancia a la frustración, cabe señalar que fue un término analizado por Rosenzweig en el año 1938 para referirse a la capacidad de tolerar la frustración por un período de tiempo, sin intentar satisfacer la motivación en su forma originaria.

Para el filósofo y psicólogo alemán, Philipp Lersch, quien se dedicó al estudio de la personalidad, la tolerancia corresponde con una fase elevada en el desarrollo de esta; en cambio, la frustración, un término más usado en el psicoanálisis, designaría la privación, sentida como injusta, de las satisfacciones materiales o psíquicas.

Desde que se inicia la vida fuera del útero materno, el pequeño vive frustraciones que son necesarias y forman una parte fundamental de su desarrollo. Esto va desde el destete, el aprendizaje de limpieza, la imposición de normas, límites, entre otros.

Entre los adultos, las frustraciones que se viven suelen tener un orden más que todo afectivo, cuando ocurren decepciones sentimentales, por ejemplo, o se pierde a un ser querido, aunque también pueden ser de índole material, como en el caso de tener vecinos ruidosos que causen molestias en el domicilio, compañeros de trabajo que obtienen ventajas adicionales y otras.

La baja tolerancia a la frustración

La baja tolerancia a la frustración, o intolerancia, implica una sensibilidad excesiva hacia lo desagradable.

En cualquier momento de la vida las personas pueden no obtener lo que desean y responder con miedo, cólera o tristeza, es decir, ser intolerantes.

Pero, ¿qué sucede con los niños que crecen sin construir una tolerancia a la frustración? Lamentablemente, estos se convierten en adultos que ante la primera adversidad se derrumban o, cuando enfrentan diferencias de opiniones se sienten víctimas de ataques.

En otros casos, a las personas que nunca se les enseñó a manejar las frustraciones de forma adecuada, cuando les acaecen momentos adversos en la vida, entonces pueden llegar a recurrir al alcohol, las drogas, relaciones insanas, ludopatías, estados depresivos, ansiedad, o el hacer frente a las dificultades con agresiones físicas o verbales.

En los casos más extremos, algunos jóvenes y adultos, mayormente, recurren al suicidio como solución ante un problema.

Es por ello que el aprendizaje de la tolerancia a la frustración en la primera etapa de la infancia resulta crucial, pues desde la concepción hasta los seis años, aproximadamente, es cuando se fundamenta el desarrollo humano y se adquieren las competencias básicas de una personalidad estable.

Por ello, es pertinente que los niños, en acompañamiento de sus cuidadores, aprendan a conceptualizar sus emociones, fijar la atención, reconocer y aprender de las experiencias, comunicarse, responder y tolerar la frustración.

En el caso de las personas que saben tolerar la frustración, demuestran mayor amabilidad, viven con menos estrés e incluso son capaces de convertir las crisis en nuevas oportunidades, pudiendo responder de forma adecuada ante situaciones imprevistas, contratiempos, interrupciones, adversidades, entre otros. En resumen, son personas resilientes.

De acuerdo con Santiago Lopezó, en su investigación sobre un programa de intervención para mejorar la estabilidad emocional, los estudios más importantes sobre este tema surgieron en la década de los cincuenta.

Dollard fue otro estudioso del tema quien analizó las respuestas auto o heteroagresivas ante la frustración. Por otro lado, Karen Horney en 1945 ya había establecido que las personas tienen tres modos principales de relación cuando se enfrentan hacia la incertidumbre y la frustración. Estos modos son:

  • Moverse “hacia”, propio de las personas con marcada necesidad de afecto, que subordinan sus deseos y se culpabilizan.
  • Moverse “contra”, propio de quienes muestran una negación rígida ante cualquier debilidad o deficiencia y entienden la vida como una lucha para la supervivencia.
  • Moverse para “alejarse”, que sería propio de las personas que manifiestan una evitación activa de los demás por temor a los conflictos.

¿Cómo solucionar la baja tolerancia a la frustración?

La tolerancia a la frustración se puede aprender. Cuando una persona es pequeña, es normal si se enfada o se irrita al no obtener lo que desea, pero a medida que crece puede aprender a gestionar sus emociones.

Los bebés suelen tener una tolerancia a la frustración más baja, pero esta puede ir en aumento. De ello depende el que las figuras paternas le enseñen a vivir experiencias satisfactorias, lo cual se generaría seguridad interna al pequeño y una imagen positiva de sí.

Es por ello que el complacer siempre a los niños, evitándoles la frustración no favorece su desarrollo como persona, puesto que al ser adultos tendrán que hacer frente a situaciones, tanto de éxito como de fracaso.

En el caso de los niños, los padres no deben abusar de la permisividad ni incurrir en la sobreprotección.

Por último, siempre se debe considerar pedir ayuda a un profesional de la salud, sobre todo si la tolerancia a la frustración es tan baja que lleva a afectar la cotidianidad en diferentes ámbitos, tales como el rendimiento académico o laboral, el tener amigos o el desarrollo hacia la autonomía.

Bibliografía:

  • Del Socorro, R. S. M. (2018). Tolerancia a la frustración.
  • Leal, P., & Contreras, A. (1998). La baja tolerancia a la frustración y las adicciones.
  • Lopezó, S. S. (2001). Programa de Intervención para mejorar la Estabilidad Emocional. Clínica y Salud12(3), 367-390.

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