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Cómo cambian las personas. El cambio terapéutico

cambio-terapeutico
Jose Manuel Garrido

Necesitamos saber cómo las personas cambian en y entre las sesiones de terapia, antes que comience la terapia, después de que ésta finaliza, y cuando nunca hay terapia” (Prochaska 1999).

No creo que nadie ponga en duda a estas alturas que todo proceso terapéutico es un proceso de aprendizaje, de crecimiento, y básicamente de cambio. Sin embargo como psicólogos y psicoterapeutas pocas veces centramos nuestra atención y esfuerzo principal en los entresijos de esa transformación.

En general, una vez que hemos optado por un marco teórico de referencia nos empeñamos en profundizar en cada una de las estrategias que nos ofrece, y procuramos perfeccionar las técnicas y herramientas que ese enfoque terapéutico pone a nuestro alcance, sea cual sea el que hayamos elegido.

Es una tarea sin duda necesaria, exigible a cualquier profesional, pero que muy a menudo nos aleja de lo importante (el propio proceso de cambio) para enredarnos en lo urgente: la intervención terapéutica que se nos demanda.

Es esta una reflexión que hago desde mi propia responsabilidad como terapeuta, y entonando un mea culpa por todo el tiempo y la energía que seguro he malgastado durante años, empeñado en ofrecer a mis clientes estrategias, técnicas y herramientas que dejaron en el camino una buena parte de su eficacia esperada, únicamente por no haber tenido en cuenta el momento del cambio en el preciso instante de su demanda.

El cambio terapéutico

Lo cierto es que hay una realidad más allá de nuestro enfoque terapéutico, más allá de nuestras estrategias y herramientas, incluso más allá de nuestra propia habilidad como terapeutas, una realidad por otra parte fascinante para la ciencia de la psicoterapia (y que a mi entender debe presidir nuestra manera de concebirla), y es el hecho contrastado de que sistemas de terapia muy diferentes producen a menudo resultados muy similares.

¿Cómo es esto posible? Sin duda porque hay un buen número de elementos comunes que propician el cambio y que van más allá de cómo y por quién son tratadas las personas en terapia.

Elementos que precisamente por ser comunes son independientes del contexto teórico-práctico e incluso clínico en el que se enmarque nuestra terapia, y desde luego independientes del terapeuta.

Lo que nos lleva a una pregunta que necesariamente debemos hacernos como profesionales de la psicoterapia y cuya respuesta multiplicará por mucho la eficacia de nuestras intervenciones:

¿Cómo cambian las personas?

Por suerte Prochaska y DiClemente (1982, 1983), ya nos ofrecieron una guía a este respecto, que con el tiempo se ha perfeccionado mínimamente y cuya actualidad quiero reivindicar en este artículo. (Hago notar que, pese a que sus teorías tienen más de treinta años, se han incorporado a la formación “oficial” de los psicólogos hace apenas una década).

De sus numerosos estudios concluyeron que el cambio implica una progresión temporal por una serie de fases consecutivas, en concreto seis fases que describo a continuación muy brevemente:

Pre- contemplación

En esta fase las personas no están interesadas en cambiar, carecen de motivación hacia el cambio, normalmente porque ni siquiera tienen conciencia de tener un problema que requiera de ese esfuerzo.

Pueden estar también en esta fase personas que han fracasado en sus intentos previos de cambio, habiendo perdido la motivación como consecuencia de estos fracasos.

Contemplación

Es la fase en la que los sujetos comienzan a plantearse el cambio de manera inminente (en los seis meses siguientes), aunque existe una lucha interna permanente entre los beneficios que el cambio pudiera reportar y los costos que se atribuyen a ese cambio.

El cambio comienza a verse como una opción necesaria, aunque aún no se han iniciado acciones concretas. Esta fase suele verse estimulada por eventos o circunstancias vitales.

Preparación

La persona ya está orientada a la acción, es posible que ya se tenga un plan para el futuro más próximo (las próximas semanas), o incluso se hayan tomado ya algunas acciones previas o preparatorias, como buscar información, pedir una cita con un terapeuta o leer al respecto de su problema.

Acción

En esta fase nos encontramos con personas que se proponen firmemente el cambio y toman acciones específicas en esa dirección, de tal modo que pueden observarse cambios objetivos en sus hábitos y estilo de vida como consecuencia de esas acciones deliberadas.

Mantención

El esfuerzo aquí se centra en prevenir recaídas. No se producen cambios observables, que ya fueron realizados en la fase anterior.

Finalización

En esta última fase el sujeto llega a experimentar lo que podemos llamar autoeficacia, en el sentido de sentirse con el control total de sus pensamientos, emociones y conductas, orientados hacia un modo más saludable y adaptativo de afrontamiento de la realidad.

El modelo va desde luego mucho más allá, describiendo también una serie de procesos y niveles de cambio que se combinan entre sí en cada una de las fases, conformando una serie de patrones de gran utilidad clínica.

Implicaciones clínicas

La teoría desarrollada por Prochaska y DiClemente, denominada transteórica, intenta describir y explicar los procesos de cambio, pero más allá de su importancia teórica podemos extraer de ella algunas implicaciones relevantes para nuestra práctica clínica diaria.

Es evidente que la intervención terapéutica con una persona que se encuentra en la fase contemplativa de cambio no puede ser la misma que si esa misma persona se encuentra en la fase de acción. Es necesario por tanto adaptar nuestra actuación a esta circunstancia, teniendo además en cuenta los niveles y procesos de cambio comentados.

Pero aún tiene otras implicaciones de mayor calado en cuanto al papel y la relevancia que otorgamos a nuestro propio planteamiento teórico-práctico (con el que a veces nos obsesionamos y ofuscamos) frente a la intervención terapéutica.

Parece claro que la fase del cambio en la que se encuentra el cliente toma un protagonismo que resta importancia a otras cuestiones que a menudo no nos dejaron ver lo importante.

Y que en consecuencia es posible y hasta necesario plantear una respuesta integrativa e integradora, en la que un proceso terapéutico participado por teorías a priori competidoras pueda ser eficaz siempre que se ajuste a ese momento del cambio.

Preguntarnos cómo cambian las personas, resulta por tanto absolutamente relevante para el paciente como demandante de ayuda, para nosotros como terapeutas responsables, pero también para la Psicoterapia como disciplina, ya que en definitiva viene a plantear lugares comunes de eficacia clínica donde encontrarnos todas y todos los que nos dedicamos a ella.

¿Qué opinas tú al respecto?

Nota del Editor

Se ofrece para su descarga el documento citado “Cómo cambian las personas y cómo podemos cambiar nosotros para ayudar a más personas” de James O. Prochaska (1999) con el que podrás completar y ampliar la información contenida en el artículo, y que ya fue compartido en un post anterior: Evitando las reacciones defensivas frente al cambio.


Recursos:
Cómo cambian las personas y cómo podemos cambiar nosotros…
Fuentes:
Imagen cortesía de Historias Visuales vía Flickr.com

3 comentarios en “Cómo cambian las personas. El cambio terapéutico”

  1. Rachel Josué Rondón Noguera

    Me gustó el artículo. Me parece que la terapia gestalt lo tiene bien descrito en los estratos de la neurosis. Habría que revisar de que manera podrían complementarse ambas clasificaciones.

    1. Es de uso común utilizar estas dos palabras como sinónimos en según qué contextos. En cualquier caso es una lástima que algo tan anecdótico e insignificante sea lo único que te interesó del artículo. Que tengas un buen día.

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