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El experimento de Asch, el cual debe su nombre a su creador, Solomon Asch, estuvo diseñado para comprobar cómo la presión ejercida por el grupo podía hacer que un sujeto se conformase, e influyese en su juicio e individualidad.
Este experimento de Asch está relacionado con los experimentos que se ejecutaron en la prisión de Stanford y los experimentos de Milgram, pues buscó demostrar que un individuo puede ser presionado hasta evidenciar un comportamiento que no es el usual, influido por las figuras de autoridad o por el consenso de la opinión de quienes le rodean.
El experimento de Asch
En este experimento, ocho sujetos fueron sentados alrededor de una mesa, con los asientos organizados de tal forma que los participantes no sospechasen.
En realidad, solo un participante, reclutado de afuera, era inocente, ya que los demás eran cómplices de los experimentadores y estaban instruidos para emitir ciertas respuestas ya seleccionadas. La idea era someter al sujeto experimental a una cantidad de presión grupal.
Este experimento fue dirigido por Solomon Asch, un psicólogo polaco-estadounidense, quien elaboró notables teorías y experimentos en el área de la psicología social.
Particularmente, Asch estuvo interesado en conocer si la persona era realmente libre en sus decisiones, pues, a principios del siglo XX, Pavlov y la corriente del conductismo ya habían demostrado que el medio moldeaba las respuestas fisiológicas de los individuos y su desarrollo.
Pero luego de la posguerra surgió una imperiosa necesidad por encontrar respuestas a las atrocidades que se cometieron, por lo que Asch, específicamente en 1951, trató de demostrar que el ser humano podía ser capaz de negar, conscientemente, su propio juicio si esto se requería en el entorno.
Así, en 1951 se llevaron a cabo una serie de experimentos para demostrar el poder de la conformidad en los grupos.
Los experimentadores, conducidos por Solomon Asch, pidieron a unos estudiantes que participasen en una “prueba de visión”, pero todos los participantes eran cómplices, excepto uno, y el propósito era observar cómo el estudiante sometido a presión reaccionaba ante el comportamiento de los demás para así poder determinar cuáles eran las condiciones que inducían a los sujetos a permanecer independientes o a someterse a la presión del grupo, incluso cuando los juicios son contrarios a la realidad.
De modo que, todos los participantes se sentaron en la sala de una clase y se les pidió que dijesen cuál era, a su juicio, la longitud de varias líneas dibujadas en una serie de exposiciones.
Los resultados obtenidos
A los participantes se les preguntaba si una línea era más larga que otra y cuáles tenían la misma longitud. Los cómplices estaban ya preparados para dar respuestas incorrectas.
Al principio, los participantes respondieron algunas preguntas de forma correcta para no levantar sospechas sobre la naturaleza de los experimentos, pero, poco a poco, iban emitiendo respuestas incorrectas con el propósito de que Asch pudiese observar cómo las respuestas del sujeto sometido a presión iban cambiando debido a la influencia del grupo.
Los resultados demostraron que la presión social puede influir de manera notable en las respuestas emitidas.
Por un lado, el grupo control, o los participantes que no estuvieron expuestos a presión grupal y donde todos respondían de forma correcta, emitieron una sola respuesta incorrecta, de 35 preguntas, lo cual se atribuye a un error experimental.
Pero, en los otros grupos no ocurrió lo mismo: cuando los sujetos estaban rodeados de otros individuos que daban respuestas incorrectas, más de un tercio se dejaba llevar y también daba una respuesta errónea.
Esto llevó a pensar que la presión del grupo podía causar conformidad en un sujeto. En otros experimentos posteriores al de Asch, se demostró que el número de voces contrarias influía en los resultados.
Además, se demostró que, si un solo participantes es el que está en desacuerdo con el grupo, el sujeto sometido a presión tenía más probabilidad de resistir dicha presión. Pero cuando no era así, era más difícil resistirse a la tendencia de la mayoría, es decir, que una sola voz puede marcar una diferencia entre muchos.
Las críticas al experimento de Asch
Pese a los hallazgos, el experimento de Asch ha recibido varias críticas, comenzando porque los sujetos eran varones jóvenes, quienes se impresionan mucho más rápido que los hombres de más edad, dado que las personas con madurez han tenido más experiencia en la vida y la resistencia mental es mayor, por lo que se mantienen fieles a sus convicciones.
Además, al experimento se le criticó el carecer de credibilidad por no referirse propiamente a situaciones de la vida real.
En otros experimentos, en los que los sujetos anotaron sus respuestas de forma anónima, las respuestas incorrectas eran menos, pues, el anonimato brinda cierta comodidad.
La disonancia cognitiva presente en el experimento
Un detalle observado con el experimento de Asch fue que cuando los sujetos tomaron conciencia de lo ocurrido, ninguno admitía haber sido influido por el grupo. Muchos afirmaban realmente haberse equivocado.
Este es el fundamento de la disonancia cognitiva, al mentir, los sujetos se sintieron obligados a creer en la propia mentira para aliviar la tensión psíquica.
A la tendencia de seguir las decisiones del grupo, con el fin de no ser segregados, se le conoce como conformidad normativa.
En el experimento de Asch, algunos sujetos respondieron en un papel, mientras que los cómplices lo hicieron en voz alta. En este caso, los sujetos fueron conscientes de las respuestas de los demás, pero no estaban obligados a revelar sus propias respuestas.
El resultado fue que las equivocaciones fueron menos, lo cual demuestra que la privacidad en las acciones disminuye la conformidad normativa.
Este experimento, y otros similares realizados posteriormente, han podido demostrar que no es raro que lleguemos a actuar en contra de nuestros principios, solo para sentirnos integrados en un grupo.
Bibliografía
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