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¿En qué consiste la ventilación emocional?

Ventilación emocional
Isbelia E. Farías

La ventilación emocional es una técnica psicoterapéutica muy útil para poder expresar nuestros estados de ánimo, y evitar con ello enfermar mental o físicamente.

Desde que somos pequeños, se nos enseña que las emociones deben ser reprimidas. También se nos dice que estas son malas, cuando la verdad es que son mucho más complejas que todo eso.

Tampoco nos dicen que las emociones no duran para siempre, sino que son pasajeras. De igual modo, no se enseña la importancia de expresarlas, bien sea que se trate de emociones negativas o positivas, ya que esto no está bien visto socialmente.

En este post hablamos de:

Qué son las emociones

Las emociones son alteraciones del ánimo que pueden ser intensas y pasajeras, acompañadas de conmoción somática. Esto quiere decir que, aunque sean pasajeras, pueden dejar una sensación en el organismo, que será intensa o no, dependiendo de la fuerza de dicha emoción.

Las emociones más básicas son la alegría, la tristeza, el miedo, la ira, el asco y la sorpresa.

Un punto a destacar es que estas no son buenas ni malas, sino que son necesarias, debido a que cumplen una función adaptativa. Sin embargo, el problema sobreviene cuando no las exteriorizamos, sino que las reprimimos. Cuando esto ocurre, las personas acumulan ansiedad y tensión, lo cual les puede llevar a cierta inestabilidad emocional, además de problemas de somatización.

Por lo general, las emociones que son aceptadas socialmente son aquellas que nos hacen sentir bien, las positivas, tales como la alegría o la calma.

Muchas veces resulta inútil luchar contra las emociones, por ello, cuando nos enfrentamos a alteraciones emocionales sobrevenidas por acontecimientos como una separación matrimonial o la pérdida de un ser querido, es importante trabajar la ventilación emocional.

Las consecuencias de crecer en un ambiente en el que las emociones expresadas no son la norma, es que la persona adulta termina sufriendo mucho más, ya que las emociones son adaptativas y proporcionan un modo de sentir que nos posiciona y dirige nuestras conductas.

Por el contrario, reprimir las emociones no hace que estas desaparezcan; si una persona necesita llorar, es necesario que lo haga. Aunque se intente detener la emoción, esta seguirá allí.

En el caso de reprimir las emociones, no es raro que aparezcan algunos de los siguientes problemas:

  • Insomnio
  • Falta de concentración
  • Incomodidad
  • Desajuste emocional
  • Síntomas físicos.

Cuando las emociones se liberan sin ninguna forma de controlarlas, estas pueden llegar también a ser dañinas e impactar de manera negativa en nuestras relaciones. Así ocurre, por ejemplo, cuando una persona que ha tenido un mal día en la oficina, llega a casa y comienza a discutir con su familia porque no han hecho ciertas tareas.

Son muchas las personas que tienen como costumbre expresar la ira discutiendo y peleando, de modo que la otra persona se llega a cansar y, la persona llena de ira, no se sentirá mejor, sino que quizá se sienta confundida y frustrada, sobrepasada por la explosión que ha tenido. 

Mitos sobre las emociones

Resulta útil conocer algunos mitos que a menudo mantenemos sobre las emociones:

  1. Algunas emociones son malas: esto es falso, no hay emociones que sean malas, puesto que todas conforman nuestra naturaleza, son adaptativas y, por lo tanto, necesarias.
  2. Se deben reprimir las emociones: el hecho de no expresarlas no hará que estas desaparezcan. El no expresar las emociones puede hacer que la persona sienta insomnio, malestar, ansiedad, entre otros síntomas desagradables.
  3. Expresar las emociones, hace débil a la persona: todos tenemos la necesidad de expresar las emociones y buscar la empatía de otros. Aceptar lo que somos y sentimos, implica fortaleza.
  4. Atender una emoción negativa, puede hacerla permanente: las emociones son pasajeras, van y vienen; el reconocerlas no las hará permanentes, sino que facilitará el poder gestionarlas.
  5. Enfadarse equivale a no razonar bien: la verdad es que cuando se siente ira, la persona no suele razonar, lo cual no significa que se esté haciendo una mala gestión. Cuando la emoción disminuye, entonces sí vale el esfuerzo comenzar a razonar.

Para muchas personas puede ser más fácil expresar las emociones cuando estas son de alegría u otras positivas. Pero, cuando la emoción causa incomodidad, entonces es más difícil. Para ello resulta especialmente útil la técnica de la ventilación emocional.

¿Cómo aplicar la ventilación emocional?

Para aplicar esta técnica, se recomienda lo siguiente:

  • Dedicar un tiempo para preguntarte: ¿qué me ocurre? ¿qué es lo que siento?
  • Identificar la emoción que se siente y colocarle un nombre: no se necesita de un lenguaje técnico, solo intentar identificarla.
  • Aceptar la emoción: darte permiso para sentirla, sin negarla.
  • Expresarla de forma saludable: por ejemplo, si la persona está triste, es válido que llore. Si siente enfado, realizar alguna actividad física. Si esto no es posible, entonces escribir sobre lo que se siente.
  • Ser amable consigo mismo: tratando de reflexionar si estás siendo amable o si hay algo que se pueda hacer para cambiar la situación.
  • Agradecerte: por los minutos dedicados a escucharse y gestionar las emociones.

Para aplicar la ventilación emocional, no es necesario que todas las personas se enteren de lo que se está viviendo, ya que lo recomendable es acudir con una persona de confianza y que pueda brindar respaldo. Si no hay alguien de confianza en el entorno, aun así, las emociones deben encontrar la luz, por lo que se pude practicar la introspección, escribir o buscar ayuda con un especialista.

Aunque no existe una fórmula única para practicar la ventilación emocional, es necesario recordar que todas las emociones cumplen una función. Se dice que una emoción expresada, está más cerca de ser superada, a diferencia de una que es escondida.

En resumen, experimentar ciertas sensaciones, aunque sean negativas, no es algo que deba preocupar. Asimismo, las emociones permiten comprender o valorar lo que es realmente importante e identificar aquello que nos hace sentir bien. 

No obstante, si la persona no es capaz de expresarlas o gestionarlas de forma adecuada, esto puede desencadenar una serie de consecuencias negativas para el bienestar mental y físico. En esos momentos, conviene asistir con un especialista.

Bibliografía

  • García, M. et al (2018). La gestión de las emociones, una necesidad en el contexto educativo y en la formación profesional. Revista espacios39(49).
  • Goleman, D. (2011). Emociones destructivas: Cómo entenderlas y superarlas. Editorial Kairós.
  • Vecina Jiménez, M. L. (2006). Emociones positivas. Pap. psicol, 9-17. 

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