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Darse cuenta, un cuento de Jorge Bucay

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Clara Dini Llobet
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Darse cuenta – Jorge Bucay

Me levanto una mañana, salgo de mi casa, hay un pozo en la vereda, no lo veo y me caigo en él.
 Al día siguiente, salgo de mi casa, me olvido que hay un pozo en la vereda, y vuelvo a caer en él.


Tercer día: salgo de mi casa tratando de acordarme que hay un pozo en la vereda, sin embargo no lo recuerdo, y caigo en él.


Cuarto día: salgo de mi casa tratando de acordarme del pozo en la vereda, lo recuerdo, y a pesar de eso, no lo veo y caigo en él. 


Quinto día: salgo de mi casa, recuerdo que tengo que tener presente el pozo en la vereda y camino mirando al piso, y lo veo y a pesar de verlo, caigo en él. 


Sexto día: salgo de mi casa, recuerdo el pozo en la vereda, voy buscándolo con la vista, lo veo, intento saltarlo, pero caigo en él. 


Séptimo día: salgo de mi casa y veo el pozo, tomo carrera, salto, rozo con las puntas de mis pies el borde del otro lado, pero no es suficiente y caigo en él. 


Octavo día: salgo de mi casa, veo el pozo, tomo carrera, salto, ¡llego al otro lado! Me siento tan orgulloso de haberlo conseguido, que festejo dando saltos de alegría… y al hacerlo, caigo otra vez en el pozo. 


Noveno día: salgo de mi casa, veo el pozo, tomo carrera, lo salto, y sigo mi camino. 

Décimo día: me doy cuenta recién hoy… ¡que es más cómodo caminar por la vereda de enfrente!               

¿Cuántas veces tenemos que caer en el mismo pozo para darnos cuenta de que existe? ¿Cuántas veces, a pesar de saber que existe, seguimos cayendo en él o en otros similares?

Este cuento del médico, escritor y terapeuta de enfoque Gestalt Jorge Bucay nos habla del proceso y de la importancia de tomar conciencia. Bucay lo titula “darse cuenta” nombrando uno de los pilares en los que se apoya la terapia Gestalt e ilustrando muy bien una dificultad que nos es común a todos: tomar conciencia de las cosas propias o ajenas que, sin darnos cuenta, nos dañan de distintas maneras.

Tropezando con la misma piedra

Algunos dicen que la vida nos pone una y otra vez frente a aquello que necesitamos aprender y que hasta que no lo hacemos, seguimos tropezándonos con ello. Nos basemos o no en explicaciones más “espirituales”, lo cierto es que sin conciencia, sin el darnos cuenta, los pozos son invisibles a nuestros ojos.

Darnos cuenta es el primer e imprescindible paso para poder transformar, gestionar, superar, eliminar o aceptar algo.

Cada uno tenemos nuestros propios “pozos”, elementos que nos perjudican de una u otra forma: algunos de ellos son internos como los pensamientos, emociones o actitudes propias, y otros externos como algunas relaciones, personas o situaciones en las que nos vemos envueltos. En cualquier caso no siempre resulta sencillo percibirlos y aún menos, superarlos o transformarlos.

Todos funcionamos a partir de nuestro egomáscaras, emociones, roles y mecanismos inconscientes que “saltan” de forma automática ante los estímulos externos. Buena parte de estos mecanismos son tan antiguos que se construyeron en nuestra infancia, otros más recientes aparecen como costumbres y defensas que se desarrollan a partir de lo que vamos viviendo.

Estos automatismos que nos empujan a responder siempre de la misma forma, hacen que la tarea de darnos cuenta y de aprender caminos distintos a veces resulte extremadamente complicada.

Dormir y despertar

La diferencia entre darnos cuenta o no, es tan grande como la que hay entre estar dormidos o despiertos. A pesar de que cuando soñamos sentimos que lo que estamos viviendo es real, ¡sólo cuando despertamos podemos darnos cuenta de que era un sueño!

Somos tan ajenos a los automatismos con los que funcionamos que nos acabamos confundiendo con ellos, llamándolos “forma de ser”, “carácter” o “personalidad”. Dentro de ese sueño creemos que escogemos libremente, pero sólo al despertar vemos que era una libertad ficticia, como un robot que funciona a partir de una programación que desconoce. 

Sin el darse cuenta no existe ninguna opción. Hasta que el protagonista del cuento se da cuenta de que no se da cuenta del pozo, no tiene ninguna posibilidad de cambiar el automatismo que le hace caer en el. El psiquiatra escocés Ronald Laing dijo:

”El rango de lo que pensamos y hacemos
 está limitado por aquello de lo que no nos damos cuenta. Y es precisamente el hecho de no darnos cuenta de que no nos damos cuenta lo que impide que podamos hacer algo por cambiarlo. Hasta que nos demos cuenta de que no nos damos cuenta, seguirá moldeando nuestro pensamiento y nuestra acción”.

Nos desesperamos cuando nos vemos repitiendo ciertas actitudes, respuestas y emociones una y otra vez. Intentamos modificarlas en un plano superficial, creemos que con el simple hecho de entenderlas a nivel intelectual cambiarán o desaparecerán… y si bien el darse cuenta ocurre en el plano cognitivo en primer lugar, la maquinaria que mueve nuestros automatismos está instalada en un nivel más profundo. Si no trabajamos a ese nivel, nunca podremos liberarnos de ellos ni crear caminos alternativos.

“El despertar llega cuando nos damos cuenta de que no nos damos cuenta. Cuando podemos empezar a ver el piloto automático con el que funcionamos”

Dándome cuenta de que no me doy cuenta

El protagonista del cuento necesita nueve días para conseguir evitar caer en el pozo. Podemos tomar este período de tiempo como una forma de explicar que cuando necesitamos cambiar algo, hace falta pasar por un proceso, un tiempo más o menos largo que con las prisas de la sociedad actual no siempre estamos dispuestos a recorrer.

Si tomamos el cuento como ejemplo, podemos hacer una analogía aproximada entre lo que le sucede a su protagonista y un proceso de darse cuenta dentro de un marco de trabajo interno y/o con acompañamiento terapéutico:

Días 1, 2 y 3, darme cuenta del pozo:

El primer paso es ser capaz de contactar con lo que me está pasando. ¡A pesar de que cada día ha caído en él, el protagonista necesita tres días para recordar que el pozo está ahí! Aunque parezca demasiado evidente, no siempre nos damos cuenta de que algo que nos ha acompañado durante más o menos tiempo, nos está perjudicando.

A veces sentimos que algo no anda bien sin percatarnos de qué es y otras, simplemente ni siquiera somos capaces de contactar con el daño que recibimos. Si no vemos el pozo, puede ser que tampoco veamos el daño que nos causa caer en él. 

Días 4, 5 y 6, poniendo conciencia en el pozo:

A pesar de recordar que el pozo está ahí, el protagonista sigue cayendo en él. Esto sucede cuando, a pesar de conocer algún elemento que repetimos o que sale “automáticamente”, no podemos evitar que aparezca. Por ejemplo: sentirnos atacados enseguida, callar algo que necesitamos decir, tener miedo o dudar ante todo, fumar, comer en exceso, etc…

Cada vez que nos encontramos dando la misma respuesta de siempre, al principio lo único que podemos hacer es aceptarla y tomar conciencia de ella, darnos cuenta de cómo nos hace sentir, para qué la usamos, cómo nos perjudica, etc…

Día 7, empezar a cambiar la respuesta:

Una vez nos hemos dado cuenta, hemos puesto conciencia y hemos trabajado nuestra dificultad a nivel profundo (cuándo aparece, para qué nos sirve, su origen, etc..), se abre la posibilidad de empezar a cambiar la respuesta. De hecho, los pasos anteriores (conciencia, aceptación, trabajo) ya hacen que empiece a modificarse por sí sola.

Día 8, recaída:

Como “la cabra tira al monte”, nuestra neura querrá volver a los automatismos de siempre (¡son mucho más cómodos!). A veces, cuando nos “relajamos” y creemos la dificultad ya está superada, resbalamos y volvemos a caer en el pozo. Un trabajo de conciencia requiere paciencia y constancia.

Día 9, consolidación:

A partir de la conciencia y el trabajo en lo que nos perjudica, conseguimos afianzar las nuevas respuestas y saltar con destreza por encima del pozo. Eso no garantiza que no volvamos nunca más a caer en él, pero sí que varía su tamaño, profundidad, que sabemos de que existe, sabemos dónde está, cómo gestionarlo…

Día 10, una nueva mirada:

Cuando estamos inmersos en un problema muchas veces no somos capaces de ver las distintas maneras en las que podemos abordarlo o solucionarlo. Por ayudarnos a ver otras opciones y nuevos puntos de vista, una ayuda profesional nos puede acortar el camino cuando nos enfrentarnos a nuestros “pozos”.

Cuando abrimos nuestra conciencia y nos damos cuenta, podemos observar que el camino que tomábamos sólo era uno de tantos, el único que éramos capaces de ver mientras estábamos “durmiendo”.

“Una persona que no se da cuenta sólo ve una manera de hacer las cosas”

El darse cuenta es una actitud, una mirada interna que debemos desplegar y mantener presente todo el tiempo que seamos capaces: estar atentos a lo que nos pasa, desarrollar una atención que nos ayude a despertar y a romper, poco a poco, ese sueño en el que andamos todos… hasta que somos capaces de despertar.

3 comentarios en “Darse cuenta, un cuento de Jorge Bucay”

  1. Maria Cristina Piña Barba

    Bueno, pues el cuento como cuento no me gustó, pero sí refleja el comportamiento de la mayoría, sino de todas las personas que habemos en el mundo. Siempre encontraremos
    pozos o piedras en el camino y es difícil darse cuenta de que están ahí, de lo que son, y de lo que nos pueden afectar. Una vez que son detectadas, el problema es saber cómo los vamos a evitar o rodear. En mi caso personal me ha sido muy difícil conocer a las otras personas, puedo entender cosas muy complejas de Ciencias duras, pero conocer a una persona es prácticamente imposible para mi. De entrada confío en ellas y casi siempre me fallan, espero mucho de ellas, tal vez ese es el error principal, porque no tienen por que tener mis valores ni mis metas.

  2. Un cuento muy hermoso y con un gran trasfondo, pienso que las personas somos el reflejo de lo que aprendimos y hemos vivido, si nuestra marco de referencia es dañino y así hemos crecido, será normal vivir cosas que ante los demás son negativas, el darse cuenta en verdad es un proceso difícil y que debe superar un cierto nivel de dolor para poner en duda y “darse cuenta” .

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