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Psicología Infantil: Cómo, cuándo y porqué

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Catalina Pousa
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Aunque es una tendencia social que lleva años en clara reducción, las reticencias a recurrir a la ayuda psicológica y el craso error de relacionar psicología con enfermedad mental siguen en cierto modo latente en nuestra sociedad.

Y el caso de la psicología infantil no es, en absoluto, diferente, pese a los grandes beneficios que esta pueda tener sobre la vida presente y futura de los niños.

Son multitud las ocasiones en las que los padres no saben cómo tratar ciertos problemas de sus hijos relacionados enormemente con el campo psicológico.

Aunque completamente normales en cualquier niño, comportamientos como la falta de atención, las dificultades de aprendizaje, las rabietas o los miedos son conductas que pueden ser trabajadas con un psicólogo infantil. Porque en este caso, la “normalidad” de estos comportamientos en cualquier niño no se debe confundir con “inevitabilidad”.

Al igual que ocurre con las personas mayores, un mayor bienestar psicológico es posible en la mayoría de los casos, y es ahí donde puede entrar la ayuda de un psicólogo profesional. Por eso es siempre necesario repetir, al igual que normalidad” e “inevitabilidad” no deben ir de la mano, tampoco “psicología” y “enfermedad” deben hacerlo. La psicología infantil busca simplemente la mejora, el bienestar.

Además, la psicología infantil no es un proceso unidireccional entre dos factores, en este caso el profesional y el niño-paciente. Las nuevas ramas de la psicología infantil buscan también una mayor incidencia de los padres en esta ecuación, una mayor proactividad por su parte que también sirva para mejorar su labor como progenitores y educadores.

Los padres deben conocer y trabajar con ciertos parámetros que servirán para reconocer cuando es necesario acudir a la ayuda psicológica. El trabajo psicológico también ayuda a los padres a identificar qué procesos son normales y cuales son atípicos dependiendo de la edad de sus hijos, porque incluso algunos comportamientos (como la hiperactividad y la inquietud) son completamente típicos en ciertas etapas del desarrollo.

De ahí que la psicología infantil también ayude a los padres a sentirse más tranquilos respecto a sus propios hijos, sirviendo en muchas ocasiones para librarles de ciertas preocupaciones provocadas por malos conceptos arraigados en la psique colectiva.

Porque en muchas ocasiones los conceptos venidos de la tradición familiar e histórica propia de cada lugar corre en desacuerdo con las teorías más modernas de la psicología infantil.

Aunque no tienen por qué ser erróneas, siempre está bien tratar de encontrar un punto de confluencia entre las dos, una suerte de mezcla de ideas que siempre tenga un claro objetivo: el bienestar vital de los más pequeños, evitando, otra vez, comportamientos o problemas que se pueden esquivar.

Miedos y pesadillas, conductas adictivas con videojuegos u otros elementos, los trastornos de apego y de alimentación, la timidez… sí, son características propias de los niños pero no por ello se convierten en positivas.

Además, la psicología infantil evidentemente gana peso e importancia en situaciones en las que los niños tienden a sufrir más de lo normal, como pueden ser problemas de maltrato o abuso sexual, separación o desestructuraciones familiares u otros más en relación con el campo físico como problemas con el lenguaje (tartamudeo, afasia) y problemas de incontinencia.

Por otra parte, también situaciones de fracaso escolar pueden sentir una influencia tremendamente positiva por parte de la ayuda psicológica. Y es que en multitud de ocasiones los malos resultados escolares están en relación o provocados por factores como la desmotivación, la rebeldía o la timidez, rasgos que pueden ser tratados con trabajo psicológico.

En nuestros días, es muy importante hacer especial incidencia en el hecho de que en la mayoría de los casos fracaso escolar no está en absoluto relacionado con falta de capacidad. Una buena orientación, un empuje en forma de motivación puede convertir al peor estudiante en un gran alumno y un psicólogo puede convertirse en ese orientador incluso para los padres, una especia de orientador de orientadores.

Otro campo en estrecha relación con el de la psicología infantil es el trabajo psicológico con situaciones de adopción. Si la educación de un hijo natural, aunque gratificante, nunca es fácil, más complicado es con niños adoptados, un proceso que conlleva obstáculos y problemas particulares.

Desde la evidencia que las características genéticas no son las mismas y pueden crear conductas difíciles de interpretar y desconocidas para los padres, hasta síntomas como el desamparo y la dificultad de adaptación (especialmente latentes cuanto mayor sea el adoptado).

Y, al igual que en cada aspecto de la psicología infantil, no es el trabajo con familias de adoptados algo que ponga únicamente el foco en el niño. El trabajo también debe tener una incidencia muy especial sobre unos padres que están enfrentándose a una situación totalmente desconocida para ellos y ante la que es totalmente lícito y lógico necesitar de ayuda profesional.

En resumen, cualquiera que sea la situación de un niño, por muy positiva que esta sea, la ayuda de un psicólogo especializado en menores es siempre de agradecer por parte de todos los miembros de la familia. Tanto para el propio niño, para sus padres y para toda la gente que lo va a rodear durante toda su vida; pero sobre todo una palabra resalta entre todas a la hora de plantearse los porqués de la psicología infantil: Bienestar.


Recursos:
Ni rabietas, ni conflictos
Fuentes:
Imagen cortesía de Bessi vía Pixabay.com

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