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¿Os habéis preguntado por qué a veces, os surgen ideas, cuestiones, preguntas, que no deseáis tener y que os persiguen hasta acorralaros? ¿que os generan un enorme malestar y que por más que tratáis de solucionar, no desaparecen.
Son las llamadas dudas patológicas y todas las personas somos susceptibles de caer en su trampa.
La idea en nuestra era contemporánea, de que podemos controlarlo todo no nos ayuda en este caso ya que como dice el maestro G. Nardone: “Es una perversion de la inteligencia creer que la razón lo solventa todo”.
Tampoco la ilusión de que razonando podemos llegar a cualquier puerto sirve cuando nos topamos con un sinsentido y precisamente esa es la clave, el sinsentido. Kant decía que antes de pensar en la respuesta, era conveniente analizar si la pregunta que nos hacemos era correcta.
Pretender responder de forma inteligente a preguntas absurdas es lo que nos atrapa en este laberinto imposible de resolver. La trampa por lo tanto surge cuando queremos obtener un veredicto justo de una cuestión que no tiene demasiada lógica. Aunque eso no nos importa mucho, estamos preparados para conquistar galaxias, no vamos a dejar de resolver una pequeña cuestión que nos perturbe.
Así iniciamos nuestra escalada en encontrar soluciones racionales, opciones lógicas y respuestas maestras, que curiosamente no hacen más que disparar las preguntas relacionadas con esa idea improcedente.
Inicialmente respondemos y nos sentimos más tranquilos, aparentemente, la duda se ha disipado… …aparentemente. Al poco resurge como si nunca hubiera estado ahí, incluso con mayor fuerza, ya que nos desconcierta y obliga a encontrar otras estrategias más aptas, visto el fracaso previo de nuestra sobrevalorada razón.
Así nos enzarzamos en una lucha contra nosotros mismos que lejos de culminar gracias al esfuerzo de nuestro avanzado razocinio, empeora con la agudización de nuestra elocuencia, haciéndonos perder la cabeza y exprimiendo el ultimo ápice de nuestra energía interior.
Estas situaciones, llevadas al extremo pueden provocar desde trastornos obsesivos y paranoicos, hasta trastornos psicóticos.
“Tu mismo has excavado bajo tus pies, el abismo en el que estás ahora” G. Nardone.
¿Qué ha ocurrido?
Tendemos a pensar que cuando existe una pregunta respecto a una idea, solo existen dos posibles soluciones, una es verdadera y la otra es falsa. El concepto es correcto o incorrecto, no hay más. Esta rigidez es la que nos produce una falta total de perspectiva y por lo tanto, de soluciones al problema.
Es decir, la mayor parte de la vida son matices, y muy raro es encontrar algo 100% blanco o negro. En su mayoría las cosas tienen gran parte de ambivalencia ya que existen infinitas tonalidades y luces condicionan el resultado final de lo que percibimos.
Nada es más subjetivo que la percepción.
Cuando nos encontramos con una idea con la que no nos identificamos, que rechazamos y que nos perturba, empezamos a plantearnos cómo evitarla, buscamos respuestas que nos tranquilicen, que justifiquen ese pensamiento y que le den cierto sentido a pesar de que lógicamente no lo tiene, NO LO TIENE. Es por ello que ninguna de nuestras respuestas nos calma lo suficiente, entrando en una espiral de ansiedad y esfuerzos mentales por no evocar lo que tememos no poder controlar.
“Pensar en no pensarte ya es pensarte”
La paradoja mental hace su efecto y nuestros esfuerzos por bloquear las preguntas las disparan de forma recurrente e invasiva. No pienses en un oso blanco…
Cuando aparece una duda que no tiene solución, ninguna respuesta podrá extinguirla.
Por lo tanto, lograr la flexibilidad mental de poder comprender que existen otras alternativas diferentes a la dicotomía verdadero-falso, nos ayudará a salir de este enredo sin fin.
Poder mirar desde diferentes persectivas, comprender que las ideas irracionales son eso, ideas irracionales, asumir que existen situaciones irresolubles, imprevisibles, ilógicas, a las que no se les puede dar respuesta, no porque no queramos o no tengamos la capacidad sino porque no existe, nos afianzará el camino de regreso a la paz perdida, permitiéndonos salir de este bucle perenne.
La tranquilidad total es un concepto irreal, un cuento que ilustra a la incertidumbre en busca de seguridad. Cuanto más inteligente se es, más dudas aparecen, más nos cuestionamos las cosas. Cuantas más soluciones damos, más preguntas aparecen.
“Mayor capacidad de descubrir, más misterios van surgiendo.” A. Einstein.
Aprender a vivir aceptando que no todo es controlable, que no todo es racionalizable, supondría un abandono al placer de relajarnos, de dejar de dar por echo que todo debe estar a nuestro alcance, que todo debemos hacerlo y hacerlo bien.
La verdad, (por si no os habéis dado cuenta ;), es que hay cosas que se nos escapan, las emociones tienen su propio proceder, y como dijo Pascal, “El corazón tiene razones que la razón no entiende”.
No las entiende no porque no seamos inteligentes sino porque no son compatibles con la razón. A más listos, más atrapados en nuestra propia inteligencia.
►Recursos:
Pienso, luego sufro: Cuando pensar demasiado hace daño
►Fuentes:
Imagen cortesía de Logga Wiggler vía Pixabay.com
“La tranquilidad total es un concepto irreal”, total !!. Amigas me preguntan a veces, Erika, como ser feliz… Mi primera reacción es preguntar “que es ser feliz para ti ?”, poco a poco la persona se da cuenta que tiene las herramientas para ser feliz pero no tiene conciencia de eso
Es la duda un elemento que tenemos en nuestra vida con mayor frecuencia de la que debiera, además, arranca toda la inercia que tenemos, inercia creadora y todo abarcante, perdemos un tremendo potencial cuando dudamos, sin duda.