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Estrés y expectativas de conducta

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Jose Manuel Garrido

Generalmente cuando hablamos de estrés en el entorno terapéutico y centramos nuestra atención en sus causas y consecuencias, nos preocupamos por cuestiones como la anticipación pesimista, la interpretación distorsionada de la realidad, la evitación de los eventos estresantes o la falta de estrategias asertivas de comunicación.

Pero muy a menudo olvidamos lo que a mi entender es un aspecto de gran relevancia en la génesis y mantenimiento de muchos de los cuadros clínicos que cursan con estrés y ansiedad. Se trata de las expectativas relacionadas con el comportamiento en sus dos dimensiones:

1. Qué esperan los demás de mí, y cómo esa expectativa influye sobre mi pensamiento, conducta y emociones.
2. Qué espero yo de los demás, y cómo me afectan esas expectativas.

¿Qué creo que los demás esperan de mí?

Dirigir nuestro comportamiento en función de las expectativas que los demás tienen de nosotros es un modo excelente de autogenerar estrés y acabar inmerso en un cuadro importante de ansiedad.

Pero aun puede ser peor. Basta con que esas expectativas se basen en una creencia (lo que creo que esperan de mí) para que añadamos a nuestros pensamientos, conductas y emociones un importante margen de error.

Podemos ilustrar el caso con el ejemplo muy común del hijo que estudia Arquitectura porque su padre es Arquitecto, y desde pequeño ha interiorizado que eso es lo que su padre espera de él (siendo muy probable que no sea esa su verdadera vocación).

No es importante en este caso si la conducta del hijo coincide o no con la expectativa del padre. Lo realmente relevante es cómo el hijo llega a convertirlo en obligación y a construir toda una vida en torno a ella, muy a menudo sin tan siquiera contrastar si su creencia se ajusta a la realidad.

Este ejemplo se repite a menudo con creencias y expectativas de mucho menos calado, que a diario convertimos en pequeñas obligaciones, y que inevitablemente se acumulan llegando a convertirse  en un muy probable estresor.

¿Qué espero yo de los demás?

La otra cara de la moneda de las expectativas la constituye todo aquello que espero de los demás, y que muy a menudo no llega a ser satisfecho.

Es muy razonable pensar que una persona que tiene la tendencia a convertir en obligación lo que los demás esperan de ella, como contrapartida espere de lo demás algún tipo de satisfacción. Aunque no es ésta una condición necesaria, ya que de forma general tendemos a tener expectativas sobre el comportamiento de los demás, especialmente con respecto a nosotros.

La consecuencia casi inevitable de una expectativa no satisfecha es la frustración, la queja, el resentimiento e incluso la ira. Emociones muy vinculadas a cualquier cuadro clínico de ansiedad.

¿Cómo evitar el estrés vinculado a las expectativas?

Aunque la situación ideal sería permanecer ajenos a las expectativas, es decir, no esperar nada de los demás y no atender a lo que creo que los demás esperan de mí, es un objetivo virtualmente inalcanzable.

Por este motivo, aunque persigamos este objetivo, parece más razonable utilizar estrategias intermedias y más realistas.

En lo que respecta al primer tipo de expectativas, no cabe duda que la primera estrategia pasa por eliminar el error que añade la creencia a nuestra conducta. Si voy a dirigirme por expectativas de los demás, al menos que sean  reales. Para ello la comunicación es fundamental, y en la mayoría de los casos basta con preguntar antes de haber asumido la obligación.

Una vez salvado el primer obstáculo es útil recurrir a los derechos asertivos, y en particular al derecho que me asiste a no hacer lo que lo que los demás esperan de mí. Una vez asumido e interiorizado este derecho te habrás librado de una de las mayores fuentes de estrés.

La otra cara de este derecho es el que asiste a los demás a no hacer lo que yo espero de ellos, pero justo esta estrategia es la más útil a la hora de librarnos del segundo tipo de expectativas.

Si soy capaz de asumir e interiorizar este derecho, desaparecerán de un plumazo todas aquellas emociones negativas que con seguridad habré vinculado a todo lo que espero de los demás y no se ve satisfecho.

La estrategia nuclear es finalmente la comunicación asertiva. Es necesario hacer visibles los deseos, necesidades y sentimientos de cada cual, no para convertirlos en obligación, sino con la intención de encontrar puntos de coincidencia que conviertan las expectativas, en una y en otra dirección, en asumibles, realistas y enriquecedoras.

El deseo patológico de complacer

Aunque es normal orientar nuestro comportamiento a gustar a los demás, cuando este deseo de gustar o complacer es demasiado exagerado, puede llegar a bloquearte por completo en situaciones sociales, de manera que en vez de regirte por tus propios deseos, sentimientos y valores personales, te limitarás a hacer o decir lo que crees que la otra persona espera de ti.

A posteriori, cuando analizas tu comportamiento, no solo te arrepientes sino que sientes confusión porque no entiendes con claridad el motivo de tu propia conducta, y te criticas y reprochas tu comportamiento, sobre todo porque, ahora que estás a solas, puedes tener muy claro lo que realmente quieres.

Este deseo patológico por complacer a quiénes nos rodean es la más clara consecuencia de mantener un vínculo insano con las expectativas.

 


Recursos:
Aprender de la ansiedad: La sabiduría de las emociones
Fuentes:
Imagen cortesía de Imelenchon vía morguefile.com


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