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¿Existe el amor eterno?

amor eterno
Raquel Gil de Prado

Me parece que las películas románticas suelen seguir el mismo esquema: dos personas pasan a amarse cuando inicialmente son muy distintas en todos los sentidos y siempre chocan, pero esas disputas y roces son sólo señal de lo mucho que desean estar juntos y son meros mecanismos de defensa que uno y otro ponen en marcha por temor a enamorarse.

Una vez que los susodichos tienen el valor de comunicarse mutuamente sus sentimientos y, claro está, antes reconocerse a sí mismos que han “fallado” y han caído en las “redes” del amor son, evidentemente, felices para siempre.

En estas películas el amor se encuentra, no se hace ni (no oses siquiera pensarlo) se trabaja para que se mantenga. El amor entre dos personas aparece como algo del destino: o estás predestinado/a a enamorarte de una persona o no, y da igual lo que hagas, como si tus acciones te alejan de él o ella, el destino “sabrá” como volveros a unir… Como diría Julio Cortázar en su obra “Rayuela”: “Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos.

El amor en esas películas es algo que llega, como si fuese una enfermedad que invade a la persona y ante la cual no tiene otro camino que rendirse. Dicha rendición le llevaría entonces a, contrariamente a lo que dictan sus temores, alcanzar la felicidad más absoluta para el resto de sus días…

Al margen de si son ciertos o no los dichos de “los que se pelean se desean” o “los polos opuestos se atraen” que no voy a analizar, esta idea del amor eterno de las películas es parte de nuestra cultura.

Está muy extendida la creencia de que el único amor verdadero es aquel que dura, aquel que sigue en el tiempo sin fluctuar: tal y como surgió continúa, con los mismos niveles de pasión, deseo y casi adoración.

En la etapa del enamoramiento, la persona idealiza a su amado/a, no puede hacer una valoración crítica. Esa fascinación la veo muy bien reflejada en un fragmento de la obra El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez: “le parecía tan bella, tan seductora, tan distinta de la gente común, que no entendía por qué nadie se trastornaba como él con las castañuelas de sus tacones en los adoquines de la calle, ni se le desordenaba el corazón con el aire de los suspiros de sus volantes, ni se volvía loco de amor todo el mundo con los vientos de su trenza, el vuelo de sus manos, el oro de su risa”. Ahora bien, ¿esto puede durar?

Desde que anticipamos un beso con la persona que nos atrae, nuestro cuerpo ya está alerta: está preparándose y comienza la producción de dopamina, que nos da energía. Se libera a su vez noradrenalina y la piel aumenta su sensibilidad.

Cuando nos besamos, abrazamos… la dopamina hace que se libere feniletilamina (que actúa como anfetamina “natural”, suponiendo una mayor estimulación del sistema nervioso central) y testosterona (que nos aumenta el deseo sexual).

La feniletilamina, por otra parte, es la que nos da esa sensación de plenitud y felicidad, y sus efectos se sumarán a los de la oxitocina, que es liberada por la hipófisis, y nos proporciona una sensación de mayor intimidad y apego a la persona con la que estamos.

Tras el beso, permanece la oxitocina que favorece el vínculo a la persona, y la feniletialamina que nos hace sentir felices. Algunos efectos descienden, lo cual nos deja una impresión desagradable que nos conducirá a producir más dopamina y se buscará a la otra persona para volver a todo el proceso antes descrito.

Con el resto de conductas sexuales, se produce esta misma liberación hormonal. Tras el orgasmo, a la feniletialamina le sigue la liberación de vasopresina, que es la que ocasiona que la persona se sienta en una calma placentera. Besar es adictivo, pero más para las mujeres, porque la oxitocina se mantiene más tiempo en ellas. La oxitocina y la vasopresina, al mantenerse durante un tiempo, hacen que se recuerde a la última pareja.

Los besos forman parte de la pasión amorosa, que es el deseo de unirse con el otro. Esta etapa se ha observado en investigación que dura de 5 a 12 meses, y, más adelante, se produciría una sensación de habituación.

Por eso, la gente que identifica la pasión con el amor dice aquello de “se terminó el amor”. La realidad es que éste puede continuar, sólo que va evolucionando. En el proceso, la oxitocina y la vasopresina van ganando protagonismo, en detrimento de la dopamina y la noradrenalina. La sensación de exaltación va sustituyéndose por otra de calma y seguridad.

Se va consolidando el apego y éste va llevando a la búsqueda de la planificación para ordenar un poco el futuro. Si nos lo intentamos explicar “racionalmente” para nosotros mismos, podríamos decir que en ese tiempo inicial lo que más caracteriza a la relación es la incertidumbre y la novedad, por lo cual se plantearía como más justificable la pasión.

Una vez que ha pasado un tiempo, es como si el organismo se habituara, las personas se habitúan a estar con el otro, a que no falte, y ya no se vive la misma pasión porque hay una mayor seguridad respecto a la relación.

Esto no significa que la pasión desaparezca para no volver jamás… se puede reavivar, incorporando algún elemento novedoso a la relación. Hay personas que abandonan al perder eso que llaman la “chispa” inicial, cuando lo que da comienzo entonces es otro tipo de amor, pero sigue siendo amor e, incluso, puede resultar más agradable, por perderse parte de la ansiedad que venía de la incertidumbre.

Estas personas son personas que están enamoradas del proceso de enamoramiento: que quieren sentir todo ese vaivén hormonal en toda su mayor intensidad, y que, al no poder lograr hacer que éste continúe con una persona, cambian de pareja en el deseo de volver a vivir esas sensaciones.

Explicando esto pareciera que se me ha olvidado contestar a la pregunta de si puede durar o no ese amor pasional que tantas veces se describe en la literatura o se refleja en las películas.

Contrariamente a lo dicho hasta ahora, habría parejas que seguirían sintiendo el enamoramiento inicial independientemente de los años juntos, al menos es lo que se extrae de una investigación realizada en el 2011 bajo el nombre Correlaciones neurales del amor romántico intenso de larga duración”.

En este estudio se observaron datos curiosos, como que se activaban simultáneamente vasopresina y oxitocina, o que el mecanismo de la dopamina seguía funcionando… como el primer día.

La serotonina produce serenidad, pero en estas personas se daba con la feniletilamina, lo que hacía que se diese dicha sensación conjuntamente con la de felicidad, bienestar y exaltación.

El fenómeno del amor eterno, siguiendo con los datos encontrados en esta investigación, se daría muy pocas veces. Únicamente un 8-13% de las parejas serían las “afortunadas” en vivirlo.


Recursos:
Psicología del amor
Fuentes:
Neural correlates of long-term intense romantic love Imagen cortesía de Hans vía Pixabay.com

3 comentarios en “¿Existe el amor eterno?”

  1. Si, existe eml amor eterno, que pasa sobre todas las experiencias que a la pareja le toque vivir, conservando el ímpetu, la emoción del primer día, enriquecidos por la vivencias en común. Doy fe que por más de 50 años sin faltar un sólo día yo lo viví, hasta el minuto que tras un beso tan profundo como el primero, parte de su alma pasó a mi y parte de la mía se fue con él en ese sueño en el que trascendió, ya no está en forma corpórea aqui, pero su espíritu y su recuerdo están conmigo y la serotonina,, feniletilamina, dopamina y hasta la oxitocina siguen funcionando, en cada momento como el priner dia y creo que será así por siempre hasta que nos encontremos de nuevo para seguir amándonos toda la eternidad. SI, EXISTE!!!!❤️

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