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Cómo entender los mecanismos de defensa para proteger tu salud mental

Mecanismos de Defensa
Jose Manuel Garrido

¿Te has preguntado alguna vez cómo funciona tu mente cuando te sientes amenazado o vulnerable? Bueno, hay algo llamado mecanismos de defensa que se encarga de protegerte y mantener tu bienestar emocional en tiempos difíciles. ¿Quieres saber más sobre esto? ¡Sigue leyendo!

Qué son los mecanismos de defensa

Nuestras mentes tienen algunas formas bastante ingeniosas de protegernos de la angustia o la incomodidad psicológica. Cada cual tiene su forma de lidiar con las situaciones difíciles o estresantes que nos encontramos en la vida. A veces podemos enfrentarnos a ellas de manera directa y racional, pero otras veces podemos recurrir a estrategias inconscientes que nos ayudan a evitar el malestar o la ansiedad que nos provocan. Estas estrategias se llaman mecanismos de defensa y son una parte normal y adaptativa de nuestra personalidad.

Los mecanismos de defensa fueron propuestos por primera vez por Sigmund Freud y su hija Anna Freud como una forma de explicar cómo el ego (la parte consciente y racional de nuestra mente) se protege de los impulsos o deseos inconscientes del ello (la parte instintiva y primitiva) y las exigencias o normas del superego (la parte moral y crítica). Según los psicoanalistas, los mecanismos de defensa actúan como un amortiguador entre el yo y la realidad externa o interna, distorsionando o negando la percepción de lo que ocurre para reducir el conflicto psíquico.

Existen muchos tipos de mecanismos de defensa y cada uno tiene sus ventajas e inconvenientes. Algunos son más maduros y saludables que otros, dependiendo del grado en que alteran la realidad o interfieren con nuestro funcionamiento, y suelen clasificarse en primarios y secundarios, según su funcionamiento y el momento del desarrollo en el que aparecen.

Mecanismos de defensa primarios o primitivos

Estos mecanismos aparecen en las primeras fases del desarrollo infantil, son los considerados más primitivos, y se relacionan habitualmente con estrategias de bloqueo y negación de la realidad.

Estos mecanismos pueden servirnos para aliviar temporalmente el estrés o la angustia, pero también pueden tener consecuencias negativas si se usan con demasiada frecuencia o intensidad. Pueden impedirnos enfrentarnos a nuestros problemas reales, dificultarnos las relaciones con los demás e incluso afectarnos físicamente.

Negación

La negación es uno de los mecanismos más familiares. Cuando algo es demasiado doloroso o perturbador para afrontarlo, simplemente evitamos reconocerlo. Por ejemplo, alguien con un problema de abuso de sustancias puede negar que tiene un problema, incluso ante la evidencia de lo contrario. La negación puede proporcionar un alivio temporal, pero nos impide obtener la ayuda necesaria.

Represión

La represión es otro de estos mecanismos primarios que implica bloquear inconscientemente pensamientos, sentimientos o recuerdos incómodos de la conciencia. Los recuerdos o sentimientos no se han ido, pero es como si no fueran accesibles. Esto puede ser dañino cuando se reprime información importante que ayudaría en la toma de decisiones o en la resolución de problemas.

Proyección

La proyección por su parte consiste en atribuir nuestros propios sentimientos o impulsos inaceptables a los demás. Nos permite evitar reconocerlos en nosotros mismos. Por ejemplo, alguien con sentimientos de inseguridad puede acusar a su pareja de ser pegajosa o necesitada. Al igual que con otros mecanismos, tratar de ganar más autoconciencia sobre lo que estamos proyectando puede ser un importante ejercicio de autorreflexión.

Regresión

La regresión es también un mecanismo primario que supone volver a un estado infantil de dependencia. Ante el estrés, alguien puede comenzar a comportarse de una manera más inmadura o irresponsable. Por ejemplo, cuando alguien está abrumado puede comenzar a posponer las tareas o concentrarse más en la gratificación inmediata y la búsqueda de placer. Lo ideal es reconocer cuándo estamos retrocediendo y tratar de adoptar estrategias de afrontamiento más maduras.

Mecanismos de defensa secundarios o avanzados

Estos mecanismos aparecen en épocas posteriores del desarrollo. Son mecanismos más elaborados y evolucionados, destinados a preservar el principio de realidad frente al principio del placer.

Los mecanismos secundarios pueden ayudarnos a afrontar los desafíos de la vida de manera más positiva y constructiva, favoreciendo nuestro bienestar psicológico y social. Pueden facilitarnos el aprendizaje, la creatividad y el crecimiento personal.

Racionalización

La racionalización es el principal mecanismo secundario, que nos lleva a explicar nuestras acciones o sentimientos indeseables en base a razones o excusas aparentemente lógicas. Sirve para proteger nuestra propia imagen. Por ejemplo, alguien puede racionalizar el gasto excesivo al afirmar que “se merece” artículos caros o que “los necesita” para animarse. Reconocer cuándo estamos poniendo excusas o emitiendo juicios erróneos puede ser un desafío, pero vale la pena.

Sublimación

La sublimación por su parte consiste en dirigir impulsos o energías inaceptables hacia un objetivo socialmente útil o constructivo. Por ejemplo, alguien puede sublimar sentimientos sexuales reprimidos canalizando esa energía hacia el logro creativo o intelectual, como el arte, la música, u otros logros profesionales. Una persona puede sublimar su agresividad practicando un deporte de contacto o su curiosidad sexual escribiendo una novela erótica. Practicar la autoconciencia, aceptando toda la gama posible de emociones es útil para superar la excesiva dependencia de la sublimación.

Humor

El humor es otro mecanismo secundario, especialmente útil en momentos difíciles, pero que puede convertirse en una estrategia insana de afrontamiento. Consiste en utilizar el ingenio, la ironía o la exageración para reírse de uno mismo o de las situaciones difíciles que nos ocurren, reduciendo así la tensión y el malestar. Por ejemplo, una persona puede usar el humor para bromear sobre su mala suerte o sus defectos físicos. Reconocer cuando usas el humor para evadir y retar tus patrones evasivos te ayudará a enfrentar los problemas de maneras nuevas y saludables.

A modo de conclusión

Como ves, los mecanismos de defensa son herramientas que todos usamos para proteger nuestra salud mental ante las situaciones que nos generan estrés o ansiedad. Sin embargo, no todos son igualmente eficaces ni adecuados para cada momento o circunstancia. Por eso es importante conocerlos y saber identificarlos tanto en nosotros mismos como en los demás.

Esto nos permitirá elegir los mecanismos más maduros y saludables que nos permitan resolver nuestros problemas de forma realista y adaptativa. Y si tenemos dificultades para hacerlo por nosotros mismos, siempre podemos recurrir a la ayuda profesional de un psicólogo o psicóloga que nos oriente y nos apoye en el proceso.

Finalmente, y a modo de resumen, aquí hay algunas claves a tener en cuenta sobre los mecanismos de defensa:

Los mecanismos de defensa existen en un continuo, que van desde los más maduros y adaptativos hasta los menos maduros y desadaptativos. La conciencia de nuestros mecanismos dominantes puede ayudarnos a desarrollar formas de afrontamiento más adaptativas. Por ejemplo, reconocer los sentimientos difíciles (en lugar de reprimirlos) y usar el humor o la toma de perspectiva (en lugar de la negación) son estrategias más maduras.

Ningún mecanismo de defensa es siempre “bueno” o “malo”. Todos tienen un propósito con moderación, pero puede ser poco útil confiar en ellos de manera rígida o extensa. El equilibrio y la flexibilidad en la forma en que respondemos a las emociones o situaciones desafiantes es lo más adaptativo. Si nos encontramos “atascados” en patrones particulares de pensamiento o reacción, esto es una señal de que es posible que necesitemos emplear mecanismos o estrategias alternativas.

La salud mental no consiste en eliminar todos los sentimientos o pensamientos difíciles, sino en aprender a afrontarlos de manera constructiva. Las experiencias desafiantes son una parte natural de la vida y los mecanismos de defensa son instintivos, pero podemos ganar más conciencia y control sobre ellos. Con el tiempo y con la práctica consciente de estrategias más saludables, depender menos de mecanismos de defensa extremos o menos maduros y desarrollar resiliencia se vuelve más fácil. Es un proceso continuo, no un objetivo fijo.

Comprender los mecanismos de defensa propios y ajenos puede ayudar a mejorar la autoconciencia, la comunicación y las relaciones. Reconocer cuando estamos a la defensiva nos permite “atraparnos a nosotros mismos” y elegir diferentes respuestas. Reconocer los mecanismos de defensa de los demás nos ayuda a comprender mejor sus puntos de vista y reacciones, incluso si no estamos de acuerdo con ellos. En general, una mayor conciencia de los mecanismos de defensa conduce a una mayor comprensión y compasión.

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