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La ambivalencia afectiva

Ambivalencia afectiva
Psicopedia

La ambivalencia afectiva refleja un estado de ánimo en el que la persona que lo experimenta siente emociones contradictorias.

En psicoanálisis, este concepto fue introducido por Eugen Bleuler, en el año 1911, para dar cuenta sobre una actitud en la que coexisten impulsos que son contradictorios, generalmente, el amor y el odio. 

Pero, estos sentimientos también pueden ser aburrimiento y pasión, amor y odio, alegría y tristeza, entre otros. A pesar de parecer contradictorias, estas emociones pueden coexistir en un individuo.

Esto se debe a que los seres humanos representan un mundo lleno de complejidad, pues no son máquinas programadas, sino que experimentan emociones que se pueden enlazar con recuerdos u otros factores y que pueden llevar a la persona a vivir con este sentimiento aparentemente contradictorio.

Qué es la ambivalencia afectiva

La ambivalencia afectiva es un estado de ánimo. Mientras que se experimenta, la persona puede tener sensaciones que son contradictorias. Ello se debe a que, mientras se da la ambivalencia afectiva, se pueden sentir emociones, sentimientos, opiniones o ideas contrarias. Es por ello que, al experimentar este estado, la persona podría sentir incomprensión, tensión o indecisión.

Un ejemplo de ello ocurre cuando se ama a una persona, pero esta nos decepciona. No obstante, ese amor que se tiene hacia la persona impide que se aborrezca totalmente, aun cuando se sienta un disgusto.

Otro ejemplo muy común de ambivalencia afectiva es el que experimentan las mujeres que se encuentran en el puerperio, es decir, cuando sienten amor por su bebé, pero, por instantes, debido a la alta demanda y dependencia del niño, pueden experimentar una mezcla de agotamiento, ternura, rechazo y miedo, sobre todo en los primeros meses de convivencia entre madre e hijo.

No obstante, cabe preguntarse si es normal experimentar estas contradicciones internas. La verdad es que es normal, siempre y cuando no se trate de un hecho común. Pues, la vida de una persona no es siempre lineal, sino que pueden acaecerle imprevistos que le lleven a experimentar este tipo de ánimo.

La ambivalencia afectiva ¿es un trastorno?

Por mucho tiempo, la ambivalencia afectiva ha sido asociada a trastornos o patologías mentales, incluso se ha asociado con la esquizofrenia, aunque en la actualidad se considere que puede vivirse de forma no patológica y por lo tanto normalizada.

De hecho, hay quienes consideran que la ambivalencia afectiva es común entre las personas con rasgos obsesivos de la personalidad, dado que el paciente se debate entre emociones que son ambivalentes.

Es decir, que pueden sentir amor y odio hacia una misma persona, y los sentimientos agresivos hacia el objeto pueden proyectarse en él, generándole culpa. En estos casos, la persona buscaría reprimir el sentimiento para evitar el malestar psíquico.

Por ello, aunque pueda ser frecuente experimentar estas emociones o sentimientos contradictorios, es importante prestarles atención.

Pese a que es usual tener que convivir muchas veces con la contradicción o la incertidumbre, o el no saber cómo actuar ante una situación, se debe estar atento a cualquier factor que pueda interferir en la vida cotidiana, más allá del estado de ánimo momentáneo.

La relevancia de prestar atención a la ambivalencia afectiva radica en el malestar que habitualmente genera. Por lo general, para que esto ocurra, es necesario que exista un activador, que puede ser una situación o circunstancia que se experimente y lleve a la contradicción interna.

La ambivalencia afectiva puede traer consigo indecisión y ese malestar ocasionado por las emociones que no fluyen, sino que chocan, sobre todo cuando estas son muy profundas o intensas como, por ejemplo, el sentir ilusión y miedo al mismo tiempo.

En estos casos, las emociones pudiesen llegar a paralizar a una persona y esta tendría que buscar apoyo profesional con un experto en salud mental.

Además, este estado de ánimo suele consumir mucha energía, por lo que la persona que lo experimenta puede sentir bloqueo, desgaste o mucho cansancio, pues, son situaciones relacionadas con la confusión y la indecisión.

La ambivalencia como oportunidad

No obstante, no todo es negativo para quien experimenta la ambivalencia afectiva. De hecho también puede acarrear algo positivo dentro del malestar, ya que las contradicciones, además de generar dudas, también pueden dar paso a nuevas oportunidades.

Estar inmerso en una contradicción también puede ayudar a que la persona esclarezca muchos asuntos, pues, debe evaluar los pros y los contras, ya que se trata de un estado de ánimo que impulsa a tener que tomar una decisión.

La ambivalencia afectiva también puede llevar a que la persona que la experimenta analice aspectos o factores de los que antes no era consciente. 

Por último, entre sus beneficios, cabe destacar que la ambivalencia afectiva puede llevar a que la persona haga frente a preguntas que, de modo inconsciente, esté evadiendo de forma habitual, pues cuando está ante la situación de incertidumbre, debe meditar y tomar decisiones que antes no habría sido capaz de asumir. 

En resumen, los estados de ambivalencia pueden llevar a que una persona evada el problema, pero también a que haga un intento por resolverlo.

Cabe señalar que la vida en sí es contradictoria y los afectos no escapan a esta realidad. El sentimiento del amor también lleva implícito una responsabilidad y un compromiso, tanto consigo mismo como con la otra persona, por lo que la ambivalencia afectiva se puede dar con más frecuencia de lo que pensamos.

Artículo redactado por Isbelia E. Farias para Psicopedia

Bibliografía

  • Infante, A. E. M., Recasens, C. M., Casamitjana, M. M., Méndez, J. G., Sanz, M. T. C., & Carré, M. P. (2002). Ambivalencia afectiva y ataques de pánico en la personalidad obsesiva.
  • Manzanedo, M. F. (1984). La ambivalencia afectiva. Angelicum61(3), 404-440.
  • Osma, J., Andreu, L., Suso, C., & Crespo, E. (2017). Proyecto Mamá Feliz: ambivalencia afectiva durante el embarazo. Psicosomàtica y Psiquiatría, (1).

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