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Indudablemente, los tiempos actuales son una gran oportunidad para la reflexión.
Tengo que reconocer que viendo las diferentes respuestas y actitudes de la sociedad en el proceso de desescalada e intento de regreso a eso que han denominado nueva normalidad, sólo puedo pensar en que sí es cierto que estamos atravesando crisis.
Pero lo preocupante es que, más allá de la sanitaria y económica (de las que todo el mudo habla), otra crisis está emergiendo con paso firme, pero sin ser demasiado tenida en cuenta: la crisis social y moral.
Años atrás, con el objetivo de realizar una tesis que nunca llegó a ver la luz, pude estudiar con detenimiento a ese gran psicólogo social que es Albert Bandura y, más en concreto, un interesante concepto que, sin duda, en estos momentos viene como anillo al dedo para intentar comprender qué nos está sucediendo como individuos y sociedad: la Desconexión Moral.
Creo que merece la pena que profundicemos un poco sobre ella.
En 1991, Albert Bandura planteó la teoría del Aprendizaje Cognitivo Social. En ella sostiene que la conducta humana se auto-regula a través de tres mecanismos:
- El autocontrol del comportamiento.
- Los juicios que se hacen a dicho comportamiento.
- Las relaciones afectivas que aparecen.
Por lo tanto, según él, el comportamiento humano está motivado y reglado por la acción continua de mecanismos que lo auto-regulan.
De esta forma es como se desarrolla lo que llama el yo moral. La persona diferencia entre los modelos de lo correcto e incorrecto y actúa en relación con lo que le proporciona sentimientos de satisfacción y valor.
El hecho de comportarse de forma que se violen esos modelos lleva a la auto-condena y auto-sanción. Las acciones morales son la suma de las influencias cognitivas, afectivas y sociales.
Es cuando se desactiva este control moral, cuando el individuo puede llevar a cabo crueldades que no haría en condiciones normales. Este comportamiento inadaptado se presenta porque la persona deja de sentir culpa o remordimiento.
Los mecanismos de desconexión moral suceden cuando la persona justifica sus conductas reprobables o cuando se desvincula de los efectos de las consecuencias negativas de su comportamiento.
Bandura propone específicamente los siguientes ocho mecanismos cognitivos de desconexión moral, agrupados en cuatro estructuras, que sirven a las personas para justificar por qué ha cometido actos inmorales, y que explican cómo es que, a pesar de conocer lo que es correcto, en ocasiones los individuos actúan incorrectamente:
A. La reconstrucción de la conducta en sí misma
1. Justificaciones Morales:
La conducta nociva, perjudicial o reprobable es aceptada personal y socialmente y retratada como un valor moral en beneficio de la sociedad.
A través de la justificación moral de las intenciones violentas, la gente se ve a sí misma luchando contra malvados opresores, protegiendo sus valores, preservando la paz mundial, etc.
El objetivo es convertir los actos violentos o dañinos en acciones moralmente justificables. Lo que para un grupo es, por ejemplo, un acto terrorista, ese grupo lo puede estar considerando un acto de liberación.
“La mayor parte de las atrocidades y destrucciones han sido cometidas por gente ordinaria y decente en nombre de las ideologías correctas, principios religiosos e imperativos nacionalistas” (Bandura, 1999).
2. Lenguaje (etiquetado) eufemístico:
Es importante no olvidar el inmenso poder que el lenguaje y la narrativa tienen. El lenguaje da forma a los patrones de pensamiento sobre los que nuestras acciones están basadas.
La gente se comporta mucho más cruelmente cuando las acciones están verbalmente saneadas que cuando son llamadas agresiones.
En el ejército, por ejemplo, no es lo mismo hablar de matar que de limpiar o de víctimas de bombardeos que de daños colaterales.
Y no es necesario que nos vayamos a situaciones tan lejanas de nuestra vida como las guerras o el ejército. El uso de los eufemismos sanadores se utiliza en cualquier situación. Por ejemplo, un despido se puede vender sin ningún reparo como una gran oportunidad de cambio.
3. Comparaciones ventajosas:
Dependiendo con quién o con qué se compara, se puede conseguir que una mala conducta parezca buena.
Cuanto más flagrante sea el acto/conducta con que comparamos nuestras acciones, más probable será́ que estos actos se acaben convirtiendo en benévolos y necesarios.
Hay dos maneras de facilitar este tipo de comparaciones para que la conducta violenta quede maquillada y aceptada:
- Las acciones no violentas se juzgan como inefectivas.
- Una acción violenta no es algo malo si su objetivo es evitar algo peor.
Albert Bandura considera que la reestructuración cognitiva de la conducta dañina a través de las justificaciones morales, el lenguaje eufemístico y las comparaciones ventajosas son uno de los conjuntos de mecanismos psicológicos más poderosos para el control de la desconexión moral.
Tomadas juntas, “no solo eliminan la autocensura, sino que utilizan la auto-aprobación como justificación a la conducta destructiva” (Bandura, 2016).
B. La agencia en la operación o acto
4. Desplazamiento de la responsabilidad:
Las personas se comportan de modo dañino y repudiable cuando una “legitima autoridad” acepta la responsabilidad por los efectos de estas conductas.
Baste recordar el famoso experimento de Milgram (1974) en el que los sujeto administraban altas descargas eléctricas a otras personas, por ser la consigna que les había proporcionado el investigador.
Pero no es necesario recurrir a una situación experimental. Hannah Arendt ya nos lo había dejado claro cuando habló de banalidad de mal, tras las atrocidades de los campos de concentración en la II Guerra Mundial.
Mientras quede sobreentendido que las conductas realizadas son las que quieren los altos mandos, la responsabilidad del acto desaparece.
5. Difusión de responsabilidad:
La responsabilidad puede disminuir cuando la acción es dividida y se dispersa entre diversas personas.
La gente actúa más cruelmente cuando la responsabilidad es grupal. Desgraciadamente tenemos múltiples ejemplos al respecto. Desde agresiones sexuales, hasta situaciones de acoso escolar.
Esas situaciones en las que queda repartida la responsabilidad hasta el punto de difuminarse completamente. ¿Quién es el responsable? ¿El que insultó? ¿El qué amenazó? ¿El que lo ha grabado?
Al final, lo que debería ser culpa de todos cada uno de los individuos involucrados, acaba convirtiéndose en culpa de nadie.
C. La percepción de las consecuencias que se derivan de las acciones
6. Ignorar o distorsionar las consecuencias:
Cuando los efectos de la conducta dañina son ignorados, minimizados y/o distorsionados, hay pocas razones para que se active la autocensura. No ver el daño infringido no permite que aparezca ninguna sensación de responsabilidad.
En esto, nuevamente, vamos sobrados de ejemplos. Desde el “no pasa nada si tiro una toallita por el wáter” hasta “pagar sin contar el IVA no es problema si es algo pequeño”, podríamos imaginarnos un sinfín de situaciones.
D. La manera de considerar a las víctimas del maltrato
7. Deshumanización:
La forma en cómo ve el maltratador al maltratado. El ser humano es un ser social y necesita, por su naturaleza, establecer conexiones con los demás. Percibir a los otros como seres humanos activa, por lo tanto, reacciones emocionales empáticas.
Es por esto por lo que el proceso de deshumanización es un ingrediente esencial en la perpetración de inhumanidades. Este mecanismo implica alterar la percepción que tenemos de las víctimas, al despojarlas de su condición de seres humanos o sus características como tales.
Todavía, actualmente, presenciamos escenas en partidos de fútbol, dónde se trata de simios a los jugadores negros.
Si se combina la difusión de responsabilidades y la deshumanización pueden aparecer los castigos con niveles más crueles (Bandura, 2016). Por ejemplo, no necesitamos mucha imaginación de lo que ocurre, en estos momentos, en los campos de refugiados.
8. Atribución de culpa:
Culpar al adversario de las circunstancias puede servir en los propósitos auto exonerativos.
No solo se excusa a las propias acciones, sino que, además, al culpar al otro, las personas se sienten justas y honestas en el proceso. Por ejemplo, y por desgracia, las mujeres hemos oído demasiado la frase “ella se lo buscó, por vestirse tan provocativamente”.
En resumen, las personas no se comprometen a realizar conductas reprensibles hasta que se han justificado a sí mismos lo correcto de sus acciones. Los mecanismos de desconexión moral preceden a los actos inmorales y están involucrados en su causalidad inmediata.
La desconexión moral, por lo tanto, permite a las personas escapar de la autocensura en el momento en que no se comportan moralmente (Bandura, 2016).
En 2016, Albert Bandura escribe un magnífico libro (que desgraciadamente no ha sido traducido al castellano) en el que, no sólo explica el concepto de desconexión moral, sino que lo explica a través de la vida actual.
Con ejemplos que van desde el consumo de anabolizantes en el deporte (el análisis que hace sobre el ciclista Lance Armstrong no tiene desperdicio), la negación del cambio climático, la industria de las armas, o el mundo corporativo.
Pero estoy convencida que, si se pusiera a escribir una segunda parte de ese libro en 2020, encontraría demasiados ejemplos que darían para que escribiese varios capítulos. Están pasando demasiadas cosas y la respuesta social, necesitaría un buen análisis.
Personalmente, estudiar la desconexión moral me ha servido para ser más consecuente con las cosas que hago y con lo que veo. Pienso que podemos tomar conscientes de lo fácil que es caer en mecanismos que nos sirvan para justificarnos de acciones que, sin ninguna duda, en nuestro más profundo ser, sabemos que no están bien, aunque las hagamos.
Es importante tomar esa consciencia y así ser capaces de evitarlas o, al menos, rectificarlas.
Estamos en un momento importante, en el que, más que nunca, deberíamos poder pensar en el todos y en ese bien común del que tanto hablamos, pero al que tanto cuesta llegar.
Creo que la tierra, y nosotros como habitantes de ella, necesita (y necesitamos) que seamos capaces de ser responsables y consecuentes con nuestros actos.
Bibliografía.
Bandura, A. (1991). Social cognitive theory of self-regulation. Organizational behavior and human decision processes, 50, 248-287.
Bandura, A. (1999). Moral Disengagement in the Perpetration of Inhumanities. Personality and Social Psychology Review. 3(3), 193-209.
Bandura, A. (2002). Selective Moral Disengagement in the Exercise of Moral Agency. Journal of Moral Education, 31(2), 101-119.
Bandura, A. (2016). Moral Disengagement. How people do harm and live with themselves (First). New York: Worth Publisher. Bandura, A., Barbaranelli, C., Caprara, G. V. y Pastorelli, C. (1996). Mechanisms of Moral Disengagement in the Exercise of Moral Agency. Journal of Personality and Social Psychology, 71(2), 364-274.
Muy actual y necesario este artículo Rosa. Muchas gracias
No soy sicólogo.
No sabía cómo expresar mis sentimientos sobre una relación emocional y sentimental pasada. La persona que amé y su entorno familiar cumplen con todos los aspectos mencionados.
La raíz de los afectados, hijos y falsa viuda, en esta conducta adquirida de Desconexión Moral, es la conducta de derivada de un padre promiscuo, inescrupuloso y exitoso en los negocios, cuyo entorno propio es ya criminal.
El 2do libro es Bandura A. (2016). The power of observational learning through social modeling. In R. Stenberg, S.T. Fiske, D.J Foss (Eds.). Scientists making a difference (pp. 235-239).
Me encantaría traducirlo, tengo las herramientas.
Rosa gracias por la sencillez y claridad con la que nos hablas acerca de la desconexión moral!