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Comunicación y emoción, mejor juntas que separadas

Comunicación y emoción
Rosa Cirac

Las habilidades de comunicación son esenciales en la vida, más allá del contexto en el que nos encontremos. No importa si estamos hablando de relaciones personales o profesionales, saber comunicarse es esencial en nuestras relaciones con los demás.

Cuando pensamos en la comunicación, es decir, en ese proceso de intercambio de información entre un emisor y un receptor, generalmente nos viene a la mente esas palabras que van de un lado a otro y, muchas veces, olvidamos que más allá del qué decimos, está el cómo lo decimos.

Y que es, precisamente, ese qué, en unión con ese cómo, lo que nos puede llevar a una comunicación exitosa o, por el contrario, desastrosa.

Pero para entender de dónde sale ese envoltorio que parece tener tanta fuerza, lo primero que tenemos que hacer es dividir el concepto lenguaje. El ser humano, cuando se comunica, utiliza tres maneras diferentes de utilizar el lenguaje:

  • El Lenguaje Verbal
  • El Lenguaje Paraverbal
  • El Lenguaje No Verbal

El Lenguaje Verbal

Básicamente, cuando hablamos de lenguaje verbal, nos estamos refiriendo a ese contenido del discurso, a esa narrativa que utilizamos a la hora de expresarnos.

Evidentemente, nuestra capacidad para elegir las palabras adecuadas que sirvan para expresar, exactamente, aquello que queremos expresar es importante. El discurso debe tener cierto grado de preparación mental en el que, la persona, adecúa aquello dice para que tenga coherencia con aquello que, ciertamente, quiere contar. Organizar el discurso, que tenga sentido y orden es necesario para que los demás nos comprendan tal y como pretendemos.

En definitiva, no obstante, más allá de las recomendaciones sobre la construcción del discurso, lo que interesa realmente del lenguaje verbal es que se trata de esas palabras y frases que, unidas, dan forma a aquello que queremos transmitir. En otras palabras: el qué.

El Lenguaje Paraverbal

La información que transmitimos a través de nuestra voz. Y es que, mediante la voz, somos capaces de transmitir una gran cantidad de información a través de la entonación, el volumen, el ritmo, el énfasis o las pausas.

Digamos que, por aquello de explicarlo de manera sencilla, cuando hablamos del lenguaje paraverbal estamos hablando de la forma que tenemos de hablar.

Lenguaje No Verbal

Pero si nos pensamos que no hay más ingredientes involucrados en la comunicación, nos equivocamos completamente. Nuestro cuerpo también habla. A su manera, cierto es, pero habla continuamente.

Todo aquello que hacemos con el cuerpo es lo que entendemos como lenguaje no verbal. Desde la cara, a través del contacto visual, el movimiento de cejas, los movimientos de cabeza para confirmar o negar, hasta el resto del cuerpo en conjunto, somos una auténtica sinfonía de señales que, constantemente, está enviando información a nuestros interlocutores.

Pero ¿qué tiene que ver esto con las emociones?

Tendríamos que irnos unos 150 años hacia atrás en el tiempo para ver cómo, un naturalista inglés, después de haber puesto patas arriba todas las creencias sobre nuestra aparición en el planeta, con tus teorías de selección natural y sobre la evolución de las especies, pone encima de la mesa que, tal vez, el ser humano tiene otra forma de comunicarse aparte del discurso.

Charles Darwin, en 1872, escribe el gran libro La expresión de las emociones, en la que explica con detalle y mediante la comparación con otras especies animales, como las personas expresan y comunican sus diferentes estados emocionales mediante el lenguaje no verbal.

Desafortunadamente, tuvo que pasar un siglo para que se volviera a retomar el tema. Aun así, de aquel momento, han sido (y son) muchos los autores que han estudiado el papel del lenguaje no verbal y la expresión de las emociones, en la comunicación humana.

No obstante, para no salirnos de los tres tipos de lenguaje, nos quedaremos en los años 50, cuando Raymond Birdwhistell (antropólogo estadounidense) fundó la cinésica y estudió los diferentes tipos de lenguaje, haciendo hincapié en la fuerza de los lenguajes no verbal y paraverbal.

En sus investigaciones observó que sólo el 35% del mensaje humano pertenecía al lenguaje verbal. El 38% estaba manejado por la modulación que le damos al mensaje a través de la voz y, finalmente, el 27% restante, estaba influido por las conductas y actitudes corporales.

Una década después, Albert Mehrabian y su equipo, realizaron una serie de estudios con el objetivo de ver hasta qué punto existían inconsistencias entre el significado que se transmite mediante la palabra hablada y el expresado de manera no verbal.

Dado que sus investigaciones iban muy encaminadas al estudio de las emociones y actitudes, sus números, aun yendo en la misma línea que los de Birdwhistell, fueron más extremos.

En los resultados de sus estudios las pistas visuales (expresiones faciales) dieron un resultado más preciso que las pistas de audio. Es decir, para ellos, el lenguaje no verbal tenía un peso del 55%, la fuerza del lenguaje paraverbal, al igual que en los resultados de Birdwhistell, era un 38% y, sin embargo, el poder del lenguaje verbal se quedaba en u triste 7%.

En conclusión

Los tres tipos de lenguajes son fundamentales en nuestro proceso de comunicación. No tenerlos en cuenta y ser conscientes de ellos cuando hablamos con alguien y, obviamente, cuando alguien se comunica con nosotros, es quedarnos cojos. Es como querer hacer una salsa sólo con un ingrediente.

Tener claro qué queremos decir es imprescindible, obvio, pero necesitamos también de todo ese envoltorio y, especialmente, de que aceptemos que el componente emocional tiene un peso importante en cómo transmitimos aquello que queremos comunicar.

Más de la mitad de lo que nos llega de los mensajes no llega por vías no verbales (ya sea por el movimiento corporal y las expresiones, ya sea por la modulación que le damos a la voz. Es importante tenerlo en cuenta para tratar de no perder la coherencia en los mensajes.

Porque, de hecho, es fundamental que los tres lenguajes estén alineados, sean coherentes, que lo que digamos en palabra se corresponda con aquello que estamos diciendo con el cuerpo, con la mirada, con el tono de voz.

Si queremos cuidar nuestras relaciones con los otros y que nuestra comunicación sea exitosa, no podemos olvidar que, como decía Mehrabian, “nuestras expresiones faciales, posturas movimientos y gestos son tan importantes que, cuando nuestras palabras contradicen los mensajes silenciosos contenidos en ellas, los demás desconfían de lo que dijimos”.

Referencias

  • Birdwhistell, R. L. (1952). Introduction to kinesics: (An annotation system for analysis of body motion and gesture). Department of State, Foreign Service Institute.
  • Darwin, C. (2014). La expresión de las emociones (2ª Edición). Ed. Laetoli. Navarra.
  • Mehrabian, A. (1971). Silent messages (Vol. 8, No. 152). Belmont, CA: Wadsworth.
  • Mehrabian, A. y Wiener, M. (1966). Non-immediacy between communicator and object of communication in a verbal message: application to the inference of attitudes. Journal of Consulting Psychology, 30(5), 420.

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