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La doctora Frieda Fromm-Reichmann, contemporánea de Freud y pionera en el estudio de la soledad, ya lo describió a finales de los 50 en el primer texto científico que se conoce sobre el tema: “La soledad parece ser una experiencia tan dolorosa y aterradora que la gente haría casi cualquier cosa para evitarla”.
No es posible hablar del asunto sin hacer referencia a la ya clásica distinción entre la soledad objetiva, la que sucede, la observable, y la soledad subjetiva, es decir, la sensación de estar solo más allá de las circunstancias vitales.
Esta distinción es necesaria para visualizar la especial relación que se establece entre ambos tipos de experiencia, pero también para ser conscientes de que pueden existir separadamente: es obvio que podemos sentirnos solos sin estarlo objetivamente y viceversa.
Esta obviedad es, si cabe, más importante porque viene a determinar en si misma el carácter básicamente emocional de la soledad, ya sea esta experimentada como una oportunidad de crecimiento vital, o como un desequilibrio o trastorno del ánimo.
Diferentes formas de sentirse solos
Sin duda aún es posible profundizar un poco más en las diferentes formas de experimentar la sensación de estar solos. Estas diferencias tiene que ver con el contexto vital, pero también con las necesidades que subyacen a la propia experiencia.
Diversos autores han establecido algunas formas de soledad que describimos a continuación, y que se viven en general de modos diferentes y con diferentes consecuencias para la salud mental y física.
Soledad situacional
Este es el tipo de soledad que experimentas cuando llegas a una nueva ciudad y literalmente no conoces a nadie. Es una soledad pasajera que se disipa con facilidad. Te involucras en una conversación con un extraño en un bar y rápidamente desaparece.
Es el mismo tipo de soledad que puedes sentir el primer día en un nuevo trabajo y que olvidas rápidamente cuando a la salida te invitan a almorzar.
Soledad intrascendente
Esta soledad no tiene que ver directamente con una necesidad particular. Puedes tener ganas de que te toquen o de ir a algún lugar tranquilo a pasar la tarde con los amigos. Tal vez echas de menos una conversación profunda, o todo lo contrario, sentarte en silencio mirando la gente pasar.
Este tipo de soledad puede ser más duradera, pero como la anterior es bastante fugaz. Tal vez te vayas a la cama el sábado por la noche teniendo esa sensación, pero el domingo por la mañana, después de un buen desayuno, se habrá ido sin mayores consecuencias.
Soledad por desconexión
Esta vivencia de soledad proviene de no ser comprendido. Sientes que no conectas realmente con nadie. Es un tipo de incomunicación que tiende a salpicar toda tu vida, y a veces puede vivirse como abrumadora.
Va y viene hasta que conoces a tu tribu, a tu grupo de pertenencia, o tal vez no llegues a conectar nunca. No es tristeza lo que sientes, simplemente notas que te está faltando algo.
Soledad emocional
En cierto modo, esta soledad es una combinación de las dos últimas, pero se relaciona de un modo más específico con las emociones. Suele experimentarse cuando te enfrentas a una emoción intensa o a una necesidad emocional, pero no tienes a nadie con quien compartirla.
Es ese tipo de soledad que sientes cuando se muere tu perro, y nadie puede entender realmente lo que significaba tenerlo a tu lado las 24 horas del día, todos los días, durante 15 años.
Soledad por transformación
Esta soledad se debe exclusivamente a tus elecciones. Un día decides unirte al ejército o cambiar de país, o te pasas dos años viajando y luego intentas regresar a tu antigua vida.
Tus experiencias te han convertido en una persona diferente, mientras que aquellos a los que dejaste allí han permanecido exactamente igual. Tienen los mismos trabajos, hablan de las mismas cosas, ven a las mismas personas y, en general, no pueden comprender tu necesidad de cambio.
Este tipo de soledad puede ser más dura que las demás porque aunque amas a estas personas y ellas siguen ahí para ti, las personas que considerabas más cercanas ya no te entienden en absoluto.
Soledad irracional
Esta forma de soledad es probablemente la más aterradora, porque puede vivirse como absolutamente ilógica. Tienes los mejores amigos, una familia encantadora y una pareja que crees que es tu alma gemela, y sin embargo te sientes increíblemente solo sin razón aparente.
Puede aparecer en momentos extraños, aparentemente irrelevantes o inoportunos, como cuando estás en tu propia fiesta de cumpleaños. No comprendes la razón de que suceda, ni sabes cómo hablar de ello.
A veces es fugaz, otras veces permanece, pero nunca se sabe realmente cuándo aparecerá ni cuánto se quedará.
Soledad profunda o verdadera
Finalmente, está el tipo de soledad que se convierte en parte de tu identidad. Está muy cerca del miedo y también de la enfermedad. Te preguntas si eres importante o incluso visible para alguien, y a veces, llegas a sentirte una carga para quienes están en tu vida.
Es un soledad omnipresente y dolorosa, que de algún modo combina todos los tipos anteriores de soledad durante todo el tiempo.
Quieres compañía, quieres que te toquen, quieres que te entiendan, quieres poder expresarte, quieres que alguien crezca contigo a medida que creces, quieres no sentirte irracionalmente solo todo el tiempo, pero esa sensación de incomunicación te abraza como única respuesta a tus necesidades.
La soledad patológica
Como hemos visto hasta ahora la soledad, siendo una emoción humana común, es una experiencia compleja y única para cada individuo, y es perfectamente posible llegar a enfermar de soledad, a veces incluso sin estar objetivamente solos.
En general, la soledad describe los sentimientos negativos que tienden a aparecer cuando no se satisfacen adecuadamente las necesidades de conexión social.
Cuando la experiencia de sentirse solo se vive en un contexto de aislamiento social, aumenta de forma considerable el riesgo de desarrollar disfunciones biológicas, angustia psicológica y problemas de conducta asociados.
Esta circunstancia se observa más a menudo en adultos mayores, y tiene su su propia fenomenología, complicaciones y etiología que requieren de un diagnóstico, cuidado y manejo adecuados. Es lo que llamamos “soledad patológica”.
Cómo se manifiesta
Este tipo de experiencia vital, que provoca angustia y disfunción, puede evaluarse de muchas formas y, por tanto, puede llegar a diagnosticarse como una enfermedad.
En este sentido, desde los años 80 se han desarrollado diferentes pruebas auto-administradas para tratar de medir el grado de soledad que alguien padece, siendo la escala validada por la Universidad de California (UCLA Loneliness Scale) la más aceptada.
Una persona enferma de soledad a menudo se siente abatida, indefensa, aislada o discriminada. Encuentra dificultad para las interacciones personales y tiene sensación de abandono.
En general, se acepta que la experiencia de soledad patológica deriva siempre hacia una disminución importante del bienestar, y puede causar depresión, ideación y conducta suicida, problemas para dormir, alteración del apetito, etc.
Las consecuencias patológicas de la falta de compañía se encuentran más entre aquellos adultos que desarrollan trastornos de personalidad y adaptación, como el consumo excesivo de alcohol, pérdida de autoestima, formas extremas de ansiedad, traumas psicológicos y estrés.
Los sentimientos de soledad y aislamiento social a largo plazo también pueden reducir las habilidades cognitivas, como la capacidad para concentrarse, tomar decisiones, resolver problemas, e incluso cambiar las creencias sobre uno mismo o sobre el entorno.
En este sentido, parece ser que los cerebros de las personas solitarias están condicionados para identificar amenazas sociales más rápido que el resto de personas, pasando su sistema nervioso al llamado “modo de autoconservación”, que los vuelve más agresivos y defensivos, incluso en ausencia de una amenaza real.
Por otra parte, algunos estudios concluyen que la soledad predispone al desarrollo de enfermedades físicas, ya que tiene un bien conocido impacto adverso en el sistema inmunológico, cardiovascular y endocrino, pudiendo derivar finalmente en una enfermedad física grave.
Estrategias para combatir la soledad y el aislamiento
A la vista del buen número de inconvenientes que la soledad puede acarrear para la salud física y emocional, se hace evidente la necesidad de buscar estrategias terapéuticas y/o de estilo de vida que ayuden a mitigar y prevenir sus devastadores efectos.
La soledad no es una condición de salud mental recogida en los manuales diagnósticos, y tampoco se conoce un tratamiento específico, por lo que superar este desajuste puede parecer un verdadero desafío, especialmente para personas tímidas, introvertidas o con insuficiente apoyo social o familiar.
Pero algunos estudios nos han mostrado a lo largo de los últimos años que, más allá de acudir a un profesional de la salud mental cuando sea necesario, existen a nuestro alcance algunas estrategias a las que recurrir para evitar o paliar los estragos del aislamiento no deseado.
Cultiva el amor propio
No siempre es posible estar rodeados de nuestra gente favorita, pero podemos aprender a amarnos a nosotros mismos. Tal vez nos sentimos solos porque ya no disfrutamos de nuestra propia compañía. La soledad, en ocasiones, también puede ser el resultado de evitar estar a solas con nosotros mismos.
Si aprendes a disfrutar del tiempo que pasas solo, es mucho más probable que te sientas bien, incluso cuando estar solo no sea tu primera opción. Para ello será necesario explorar en tu interior y comprometerte activamente con aquello que te hace sentir bien contigo mismo.
No pierdas el contacto con tus seres queridos
Intenta hablar con amigos y familiares al menos una vez por semana. Si no están cerca puedes utilizar aplicaciones que te permitirán conectar a través de video. No es lo mismo que el contacto en persona, pero te ayudará a recordar que las personas que amas todavía están ahí.
Hazte voluntario o participa en eventos comunitarios
Busca algunas áreas de tu interés y trata de involucrarte en participar al menos una vez al mes. Hay más formas de las que crees en las que puedes serle útil a tu comunidad, y es siempre una fuente de satisfacción y de compañía.
Explora nuevos hobbies
Si además de sentirte solo tienes mucho tiempo libre, es una buena idea probar distintas actividades que tal vez en algún momento llamaron tu atención. Hay un sinfín de posibilidades, y en todas ellas encontrarás a personas que tienen tus mismos intereses.
Practica actividades fuera de casa
En los tiempos actuales es realmente fácil refugiarse en la tecnología para aliviar la frustración que provoca sentirse solo. Pero siendo útil a veces, las redes sociales o la televisión son también una buena forma de alimentar el aislamiento.
Prueba a realizar actividades fuera de la comodidad de tu casa. A veces bastará con un paseo, aunque seguro que hay otras muchas opciones a tu alrededor.
Adopta una mascota
Compartir la vida con otro ser vivo, que requiere además de tu atención y cuidados, aumentará tus sentimientos de conexión con el resto del mundo. Te ayudará además a salir de casa y a conocer gente nueva.
Son muchas las investigaciones que han concluido sobre los beneficios de las mascotas para la mejora del estado de ánimo y el equilibrio emocional.
Dedica un tiempo al ejercicio físico
Es bien conocido que el ejercicio tiene un impacto positivo en la salud mental. Si bien no aliviará la soledad por sí solo, ayudará a mejorar tu estado de ánimo y tu sensación de bienestar. Si lo practicas en grupo te ayudará además a conectar con otros al mismo tiempo.
Disfruta del aire libre
La luz solar también es una excelente protección frente al desequilibrio emocional, ya que potencia la generación de serotonina. Diversas investigaciones sugieren que pasar tiempo al aire libre ayuda a aliviar los sentimientos de depresión, ansiedad y estrés.
A modo de conclusión
Estar solo puede ser una elección conveniente y hasta productiva a nivel personal. Todos tenemos la necesidad de pasar un tiempo a solas, y esta necesidad se ha descrito en ocasiones como una condición imprescindible para potenciar la creatividad, la autorreflexión y el crecimiento personal.
Sin embargo, como hemos visto a lo largo de este artículo, la soledad tiene otra cara más oscura. Sentirse solo o vivir con miedo a la soledad puede provocar grandes desajustes emocionales y hasta físicos, derivando incluso en una condición patológica que requerirá de la correspondiente intervención terapéutica.
Es posible y necesario protegerse de la soledad como vivencia emocional negativa. Y aunque en última instancia siempre se podrá recurrir a un profesional de la salud, hay un buen número de estrategias que pueden ayudarte a conectar con el mundo que te rodea.
Referencias:
Fromm-Reichmann, F. (1959). Soledad. Psiquiatría: Revista para el estudio de procesos interpersonales, 22, 1-15.
Hawkley LC, Cacioppo JT. Soledad y caminos hacia la enfermedad. Brain Behav Immun. 2003.
Donald AW, Kellner R, West MM. Los efectos de la soledad: una revisión de la literatura. Psiquiatría integral. 1986