El concepto de “apego” hace referencia a los vínculos emocionales que desarrollamos unas personas con otras a lo largo de la vida. En función de nuestro tipo de apego nos relacionaremos con nuestro entorno de una manera u otra, siendo determinante, incluso, en la elección de pareja en la edad adulta.
Cuando un adulto o un niño acuden a consulta, el primer paso es evaluar el tipo de apego que ha desarrollado con sus figuras de referencia, normalmente sus progenitores, aunque también pueden ser abuelos, tíos, profesores, educadores… Ya que en función de su manera de relacionarse con su entorno tendremos que vincularnos con él de una forma u otra, trabajando de manera diferente los objetivos de intervención.
Además, la evaluación de dicho vínculo nos permite tener mucha más información sobre la etiología del problema que le genera malestar sin quedarnos en la mera observación del síntoma.
Tipos de apego en la práctica clínica
Apego seguro
Un adulto con apego seguro entiende las necesidades y señales de su hijo desde bebé, respondiendo a ellas y creando una base de seguridad y confianza. Es un adulto capaz de dar cariño, de jugar y de regularse emocionalmente para poder regular al niño.
Por ejemplo, cuando el bebé llora, el papá o mamá es capaz de mantener la calma, acercarse a él y proporcionarle la seguridad y cariño que necesita, mandándole el mensaje de que está disponible para él y que es una figura de referencia, con una estabilidad emocional que le permite sostener su emoción, validándola y regulándola.
Un adulto con apego seguro permitirá que su hijo explore el entorno, proporcionándole la autonomía que necesita en función de su edad y siendo una figura de protección, no de SOBREprotección. Cuando sobreprotegemos a un niño, sin darnos cuenta le estamos mandando el mensaje de “no eres capaz solo”, además de transmitirle nuestros propios miedos, en muchas ocasiones irracionales. Es por eso que debemos proteger al niño sin sobreexcedernos en nuestras funciones como padres.
Adultos y niños con apego seguro tienen una mayor capacidad de autorregulación, controlan sus impulsos y tienen una mayor autoestima, relacionándose correctamente con su entorno. Por tanto, no suelen acudir a consulta.
Apego ansioso-preocupado
Un adulto con apego ansioso-preocupado, generalmente buscará la continua aprobación de los demás teniendo una visión poco positiva de sí mismo y de sus relaciones interpersonales.
En este tipo de apego falla la regulación del cuidador, siendo común la presencia de niveles altos de expresión emocional. Por ejemplo una mamá que cuando su hijo llora se pone muy nerviosa, o bien paralizándose y no siendo capaz de reaccionar, o bien gritando y expresando su malestar de manera desproporcionada, lo cual provoca un desregulación mayor en el bebé, llorando más fuerte y poniendo más nerviosa aún a su madre.
Además, es común la anticipación de catástrofes o desgracias, impidiendo la sana exploración del niño (o no tan niño) en su entorno y, por tanto, sobreprotegiéndo: “Y si le dejo que salga vaya solo en autobús y se pierde…”, “Y si se le olvida el bocadillo en el autobús y no puede merendar…”, “Y si le dejo hacer solo la matrícula de la universidad y lo hace mal retrasando un año su formación…”, etc.
En estos casos el niño tiene una continua sensación de inseguridad, necesitando la aprobación constante de sus cuidadores y vigilando permanentemente que no les abandonen, desembocando en problemas de autoestima, de déficit en las relaciones interpersonales y de dependencia emocional.
Estas personas acuden a consulta habitualmente refiriendo trastornos de ansiedad o del estado de ánimo.
Apego evitativo-independiente
Son adultos independientes y no suelen sentirse muy cómodos en la intimidad con otras personas. Se ven a sí mismos como personas capaces y autosuficientes, suprimiendo sus sentimientos.
Los padres con este tipo de apego, permiten a sus hijos explorar su entorno, potenciando su autonomía. Sin embargo, falla la vigilancia ya que no están disponibles cuando sus hijos les necesitan.
Este tipo de adultos utilizará mensajes como “no seas memo”, “no llores”, “no es para tanto”, “llorando no vas a conseguir nada”, etc., dificultando la expresión de emociones y provocando sufrimiento en los niños, los cuales finalmente asumen que no pueden contar con sus cuidadores, aprendiendo a vivir sintiéndose poco queridos y valorados y con grandes dificultades para expresar y entender emociones.
En las familias en las que predomina este tipo de apego, suele haber temas tabú y suelen ser partidarios de dejar al niño llorar para que aprenda que llorando no consigue nada, sin tener en cuenta el sufrimiento emocional del pequeño y los problemas de desarrollo que esto provoca.
En la práctica clínica, son comunes los problemas gastrointestinales y la alexitimia (incapacidad para identificar y expresar emociones), ya que a lo largo de su vida no se ha validado la expresión de emociones negativas pero sí el dolor físico.
En la adolescencia son comunes las agresiones y los trastornos de conducta, ya que no son capaces de expresar su tristeza o malestar de una forma más adaptativa.
Apego desorganizado
Los adultos con apego desorganizado se caracterizan por tener sentimientos contradictorios en sus relaciones interpersonales, lo cual puede provocarles un gran sufrimiento. Pueden sentirse tanto deseantes como incómodos con la intimidad emocional, viéndose a sí mismos con poco valor y desconfiando de los demás.
Los niños con este tipo de apego presentan comportamientos contradictorios e inadecuados, tendiendo a las conductas explosivas y presentando grandes dificultades para entenderse con sus cuidadores. Son niños con una alta carga de frustración e ira.
Este tipo de apego se relaciona con síntomas disociativos y trastornos de la personalidad en la edad adulta.
Por todo lo anteriormente mencionado, es de gran importancia conocer la teoría del apego para poder evaluar e intervenir de una manera mucho más efectiva, tanto con niños o adolescentes, como con adultos. No obstante, como dijo Carl Gustav Jung, debemos conocer todas las teorías, dominar todas las técnicas, pero al tocar un alma humana, debemos ser apenas otra alma humana.
Apego y psicopatologíaAunque no debe considerarse una causa suficiente para el desarrollo de psicopatologías específicas, el apego inseguro se relaciona de forma directa con algunos trastornos mentales, y puede verse como una vulnerabilidad general, aunque la sintomatología particular dependa de factores genéticos, de desarrollo y ambientales. Un buen número de estudios han mostrado resultados consistentes en la relación que las interacciones con figuras de apego inconsistentes, poco confiables o insensibles tienen con el desarrollo posterior de trastornos del estado de ánimo, la personalidad o incluso de tipo psicótico. En esta línea, los apegos inseguros (tanto en su versión ansiosa como evitativa) aparecen asociados con la depresión, la ansiedad clínicamente significativa, el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno de estrés postraumático, las tendencias suicidas y los trastornos alimentarios, así como una variedad de trastornos de la personalidad (dependiente, histriónico, esquizoide o evitativo). Algunos de estos estudios se detallan a continuación como referencias al píe del artículo. |
Referencias bibliográficas
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