- Maximización: un camino hacia la insatisfacción - 24 noviembre, 2017
- Darse cuenta, un cuento de Jorge Bucay - 14 junio, 2017
- Nuestra relación no funcionó (¡Menos mal!) - 29 abril, 2017
Dicen que el amor es ciego y en la primera fase de una relación, hasta cierto punto es así: se mueven muchas emociones y todo lo positivo se sitúa en primer plano, por lo que en esta etapa de enamoramiento todavía no puede haber una visión clara del/la otro/a en todos sus aspectos y facetas. Hay mucha emoción y poca objetividad, mucha ilusión y poco conocimiento.
El psicólogo Gestalt Joan Garriga la define de la siguiente manera: “Me mueves mucho pero te veo poco”.
Si esta primera etapa se consolida, la relación sigue adelante y en ese avance se empieza a invertir la premisa anterior. Se conoce mejor a la otra persona y el movimiento emocional rebaja su intensidad.
Es en este momento en el que podemos empezar a ser más objetivos y a descubrir la realidad de los encuentros y desencuentros con el/la otro/a.
No obstante, hay cosas que no podemos ver objetivamente sino a través de la visión que nos ofrece el paso del tiempo. Aunque en ese momento seamos incapaces de darnos cuenta y la experiencia de la separación sea dolorosa, que una relación se termine, muchas veces acaba resultando ser “una bendición”.
Hay personas que de alguna forma se quedan ancladas a la etapa de enamoramiento y a esa forma idealizada de ver a su pareja. No nos referimos a la parte positiva y necesaria sino a su faceta negativa, en el sentido de aferrarse a esta idealización del otro o de lo que “habría pasado” de haber continuado juntos.
El deseo de ser queridos, de que la pareja funcione, la ilusión y los sentimientos hacia el/la otro/a, pueden hacer que veamos cosas que en realidad no están ahí o que nos autoengañemos pensando que lo que nos separa no es tan importante.
¡Menos mal!
Cuando estamos inmersos en según qué situaciones, resulta realmente complicado tener una perspectiva clara de sus posibles consecuencias o de todos los elementos que están en juego.
Aunque el título del artículo pueda parecer una incitación al resentimiento, sólo pretende ponerle nombre a una visión más clara, madura y objetiva de que en realidad nos va mejor por separado.
Si he puesto ilusiones en lo nuestro, te he idealizado, me has dejado, o si por ejemplo, estoy actuando sin saberlo a través de alguna creencia o mecanismo emocional oculto, me va a resultar casi imposible darme cuenta de que nos habría ido mal.
Es necesaria una perspectiva menos implicada emocionalmente, una visión de conjunto y una conciencia personal distinta que, junto con el paso de cierto tiempo, ayude a tomar conciencia de que lo nuestro no me iba a hacer feliz.
A partir de los aprendizajes y las circunstancias que vamos viviendo, podemos ser más capaces de mirar atrás y darnos cuenta de cosas que antes no veíamos: características personales incompatibles o que no nos gustan, objetivos distintos, que teníamos poco que ver, que en nuestra relación se despertaban actitudes poco sanas… todo ello probablemente poco visible si nos encontramos secuestradxs por Cupido.
Muchas personas que son capaces de alcanzar esta nueva visión de la relación ya terminada acaban preguntándose: ¿qué hacía yo ahí?
Un modelo de amor romántico y las nocivas creencias que existen sobre las relaciones de pareja también pueden ayudar a no tomar conciencia de la incompatibilidad entre ambos. El amor, aunque primordial, no es suficiente.
Hacen falta otros elementos para que una relación sea sólida, duradera y feliz, como por ejemplo tener una visión del mundo similar, que los objetivos y proyectos de ambxs sean compatibles, buena comunicación, confianza, una relación equilibrada…
Queremos aclarar, no obstante, que el hecho de que una pareja permanezca junta no necesariamente quiere decir que su relación sea satisfactoria. Hay parejas que se separan queriéndose mucho más o teniendo una mejor relación que algunas que se mantienen juntas.
Hay personas que permanecen en una pareja infeliz por miedo a estar solos, por una idea del compromiso mal entendida, por dependencia, por sentirse en deuda, por creer que no encontrarán nada mejor… la lista es muy larga.
La importancia del trabajo personal
En la relación de pareja se pone en juego lo bueno y lo malo, lo positivo y lo negativo, lo mejor y lo peor de cada uno. Nuestro viejo amigo el ego se une a la fiesta y juega un papel primordial: cada miembro aporta a la relación lo mejor de sí pero también su parte menos sana con todo lo que ello representa. Tu neura y la mía encontrándose cara a cara.
Si no nos conocemos en profundidad, no conocemos nuestro ego. Así, nuestra parte neurótica está campando a sus anchas, poniendo en marcha reacciones, creencias, defensas, necesidades, emociones y respuestas poco sanas para mí y para ambos. De ahí que acabemos atrapados en patrones de relación que pueden estar funcionando sin saberlo desde nuestra infancia.
Podemos permanecer completamente ciegos ante todas estas actitudes y pensar, por ejemplo, que “tenemos mala suerte” o que “todos son iguales” porque nuestra historia parece repetirse una y otra vez (con el mismo tipo de persona o de relación), cuando en realidad somos los únicos responsables.
Si me conozco en profundidad puedo poner conciencia a mi manera real de actuar, sentir, comunicarme, escoger compañero o relacionarme en pareja.
Después de un proceso terapéutico o de autoconocimiento profundo, las relaciones pasadas se ven desde otra perspectiva muy distinta: a partir de mi maduración emocional por fin puedo ver qué condicionantes entonces invisibles influían en mi elección de pareja y en mi forma de relacionarme. A partir de ahí, se abren nuevas posibilidades y difícilmente volveré a caer en los antiguos patrones relacionales.
Más que un reproche hacia mí o la otra persona, este “menos mal” del que hablamos se acercaría más a una toma de conciencia. También a un agradecimiento por lo vivido y aprendido y a un reconocimiento del momento presente y de las nuevas oportunidades que han llegado a partir de esa ruptura: “En aquel momento las circunstancias eran diferentes, necesitaba esa experiencia, yo era distinto… ahora me doy cuenta de que nos va mejor así”.