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El deseo es un espacio para experimentarnos como personas. Mantener o recuperar el deseo en nuestras relaciones de pareja es una tarea imprescindible.
Las parejas tienen un sinfín de problemas diariamente. Se enfrentan con el “todo los días” de la relación. Cuando están en consulta, expresan que se sienten después de años de casados, un poco fastidiados de lo mismo.
Se quejan de que cuando eran novios, el sexo, era revitalizante, era divertido, un juego que disfrutaban mucho para el beneplácito de ambos. Pero ahora cada día lo postergan por mil razones, como son la cotidianidad, la rutina y el agobio de las responsabilidades.
El encuentro sexual es cada vez más escaso y hay múltiples quejas al respecto: “lo hacemos una vez a la semana si bien nos va, es rápido, es poco profundo, no hay imaginación.” Y la verdad, es que hay falta de deseo, de inspiración, de conexión…
Recuperar el deseo
La pregunta siempre es la misma: ¿qué podemos hacer para recuperar el deseo en nuestras vidas, qué podemos implementar para seguir sintiendo “ese algo” excitante al lado de quien vive conmigo?
Tenemos conceptos alrededor de la sexualidad inequívocos. Lo que es importante rescatar es convencernos que el sexo es mucho más que la unión de genitales, aquella tarea obligatoria y ancestral del matrimonio o de la vida en pareja.
¿Qué significado le queremos dar al sexo? ¿Es acaso un espacio de encuentro profundo, es un lugar donde podemos experimentar nuevas posiciones, es un momento fugaz en donde descargamos nuestras gónadas?
¿Cómo podemos conectarnos entonces con nuestra parte erótica? ¿Cómo recibir ese placer y seguir experimentando nuevas sensaciones y emociones, ese derecho vital para re- afirmarnos con la vida?
¿Qué miedos ocultos, qué creencias obsoletas están actuando en nosotros para desconectarnos con la fuente inagotable de esa energía maravillosa que es el sexo?
Para responder a estas y otras mil preguntas más, habrá que interiorizarnos para hacer un examen minucioso de quiénes somos en este momento de nuestras vidas, para después conectarnos con las necesidades de ambos, y finalmente tomar acciones:
1. Saber quien somos (Auto-conocimiento)
¿Me conozco? ¿Cómo es que me prendo, cómo me apago? ¿Qué me hace falta activar? ¿Qué otros aspectos ya son inservibles que hay que desactivar? ¿Cómo me abro a los misterios de la vida? ¿En dónde aprendí a sabotear el placer? ¿Qué relaciones anteriores marcaron mi vida sexual?.
¿Cuál es el origen de la escisión de mi cuerpo con mi mente? ¿Qué sucede cuando siento algo y pienso lo opuesto? ¿Qué pasa cuando eso que siento y deseo es profundo y sensible, lleno de sentimientos, pero está peleado con mi mente que bloqueo con mil y un argumentos?
Nuestra mente es un receptáculo lleno de represiones, miedos, ideas, creencias, falsos mitos, pensamientos negativos que habrá que cuestionar a la hora de recibir y dar placer.
2. Vincularnos con la pareja (Diálogo)
¿Cómo hablamos del tema? Quizá lo que se necesite es conversar para inspirarnos. O quizá no queremos tocar el tema para no exponer nuestra verdad y evitamos ese dialogo.
Una manera de restaurar y vincularnos eróticamente es preguntarnos frecuentemente -qué está desvitalizado dentro de mí-. Indagar juntos cómo me abro a Eros, y cómo me cierro a los sabores de la vida. Lo valioso será revelar mis más íntimos sentimientos a mi pareja y saber cómo le hablaré para traer el deseo de vuelta a la relación.
Dialogar sobre estos asuntos no resultan tarea fácil, sobre todo cuando nos da por quejarnos de cuando no hubo un buen encuentro sexual, ocasionando resentimiento, confusión y lejanía. Necesitamos saber ambos, sin tapujos, lo que necesitamos ahora. Cuáles son nuestras necesidades, qué tipo de geografía estamos dibujando en nuestros cuerpos para entretejernos, qué sí estamos dispuestos a descubrir juntos en una nueva cartografía de nuestra piel.
Sólo así, descubriremos los códigos únicos que estableceremos como los más íntimos y cuáles ingredientes serán los que a partir de ese momento usaremos en nuestra cocina sexual. Qué nuevos verbos, sustantivos, y adjetivos utilizaremos para comunicarnos mejor en esa narrativa de nuestro amor. ¿Qué y cómo quiero compartir con mi pareja?
3. Ir hacia donde ambos queremos (Tomar acciones)
Hacer un listado de peticiones para que el otro sepa mis necesidades vivientes, que no ignore lo que yo rechazo y lo que yo sé dar. Hay mil posibilidades en donde habrá que echar la imaginación a volar.
Para sostener la falta de deseo, es necesario reconciliar esas fuerzas opuestas que estamos evitando, que no estamos tocando. Por un lado, el amor que alza la mano para pedir reconectarse desde nuestra mirada interna, y por el otro, el deseo innato que necesita un espacio donde manifestarse. Y ahí, justamente está la otredad de mi pareja.
Necesitamos esa incertidumbre, esa tensión palpable que se encuentra en cada célula cuando acariciamos, cuando perpetuamos el deseo. Pero no ese deseo por el otro solamente, sino el “deseo de desear”, de sentir las delicias del mariposeo en las entrañas, el deseo de seguir imaginando ese sabor a miel del placer.
Concentrarnos en nuestro propio placer es dar instantáneamente placer al otro. Una forma de Ir hacia lo desconocido para atravesar más límites y encontrarnos con novedades cada vez más excitantes, con sorpresas inauditas que provocan curiosidad infantil por encontrar nuevos tesoros escondidos.
Con la incógnita de saber qué nos va a deparar ese encuentro. La invitación siempre está en abrirnos a la experiencia y a lo inesperado, al eterno juego erótico…
Como parejas de larga duración suponemos que una de las bondades es mantenernos en lo predecible, en la famosa zona de confort en donde no hay que esperar ya nada de la relación. Se da todo por sentado y esa postura relaja….
Pero, no nos engañemos, si no hay movimiento para romper la rutina, y no tomamos regularmente riesgos, entraremos a ese letargo asesino que lo único que provoca es que nuestra relación huela a podrido, se llene de moho, se empantane y finalmente tenga fecha de caducidad.