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El agresor de género ¿puede rehabilitarse?

Lorena Sahagun

Cuando tienes miedo a perder, comienzas a perder en cuanto pierdes el miedo.

Muchas relaciones personales se basan en la inseguridad y el temor a la pérdida de la otra persona, se considera que es necesario afianzar la relación y conseguir lazos fuertes que nos unan, por ello cuando sucede esto, pasar a la fase en la que sentimos que nuestro vinculo esta consolidado empieza el principio del fin.

Las relaciones deben ser cuidadas siempre que queramos que continúen, y no se puede vivir demasiado tiempo una relación satisfactoria por detalles o momentos del pasado, ya que pronto dejara de compensar, el futuro de una relación esta marcado por el dia a dia influyendo principalmente como se vive el presente por lo que se ha experimentado en el pasado reciente.

El ser humano por lo general trata de gestionar sus emociones a corto plazo, y lograrlo implica un aumento de la intolerancia al malestar, haciendo que nuestra visión amplie lo que nos hace sentir mal dejando al margen lo que realmente merece la pena.

Nadie pertenece a nadie por eso debemos cuidar los vínculos, ya que es lo único que realmente depende de nosotros, cuando vivimos nuestras relaciones afectivas, principalmente la de pareja como algo que controlar y que no queremos perder entramos en un circulo tóxico, que afianza la unión y destruye el vinculo, ya que se basa la relación en una sensación de obligatoriedad que limita a nuestra pareja y lejos de hacernos sentir seguros hace que cada vez nuestra percepción de la libertad del otro nos genere mayor ansiedad.

Las raíces de la violencia hacia la pareja, están asentadas en una percepción del amor entendida desde el control, la cultura machista y la intolerancia al malestar por parte del agresor.

El filtro desde el que percibe los hechos el agresor esta condicionado por unas normas rígidas sobre lo que es o no admisible, asentado en ideas transmitidas por una cultura asumidas como ciertas sin cribar si consideran que ello es o no susceptible de ser cambiado, de manera que cualquier acción que desencadene en él emociones desagradables o pensamientos asociados a lo inadmisible que resulta lo que esta sucediendo, provoca en ellos una ira que tratan de evitar utilizando estrategias de evitación a corto plazo.

Cada uno realiza su propio repertorio de respuestas, como puede ser beber, hacer deporte, gritar, insultar, agredir o cualquier otra conducta que “neutralice” su ira de inmediato, aunque lo que realmente sucede es que expanden su malestar condicionando a su pareja y a ellos mismos, viéndose pronto inmersos en un círculo del que no son capaces de salir ya que cada vez que sienten malestar acuden a su repertorio de repuestas habitual.

A medida que pasa el tiempo, pueden suceder varias cosas, que su pareja comience a comportarse de una forma estricta en base a lo que cree que su pareja admite y esto haga que el agresor no sienta malestar en demasiadas ocasiones, por lo que ceda la violencia directa, aunque es obvio que la aparente tranquilidad esta anclada en el miedo.

Otra opción es que las inseguridades cada vez sean mayores ya que cuando se trata de controlar la ira o la rabia se produce el efecto contrario, a largo plazo son más las cosas que desencadenan estas emociones, y seguir tratando de evitarlas sólo provoca un aumento del repertorio de respuestas con el fin de evadirse de forma inmediata que contribuye al aumento de problemas y a alejarse cada vez más de lo que realmente le importa.

Otro desenlace posible consiste en un cambio de perspectiva, se trata de dejar de controlar el malestar y aceptarlo sin reaccionar ante él, asumiendo que es más importante basar los actos en cuidar a su pareja que en alimentar el miedo que ahora mismo la controla. Para esto es necesario ampliar el patrón de respuestas del agresor ante los problemas.

Lo ideal sería no tener que llegar a este tipo de intervención, porque nadie este condicionado por ideas románticas o manchistas que entiendan las relaciones de pareja desde el control, pero con los que ya hemos sido educados en una sociedad machista que nos ha impregnado de sus valores sin que seamos ni si quiera conscientes de ello, no podemos intervenir reeducando simplemente, ya que cambiar de ideas a alguien que ya tiene asumidas como ciertas unas totalmente opuestas hace que la intervención este abocada al fracaso.

Basándonos en esta reflexión, se llevó a cabo un estudio piloto con presos condenados por violencia de género cumpliendo condena en el Centro Penitenciario de Valladolid, aplicando un protocolo de intervención en el que se aplicaban sesiones alternas de mindfulness y ACT con el objetivo de aumentar la tolerancia al malestar de los participantes y un aumento del control sobre su propia conducta para reducir su impulsividad, logrando con ello un aumento del patrón de respuestas, que hiciese que los sujetos se centrasen en lo que para ellos es importante a largo plazo.

Este estudio, que ofrecemos para su descarga en formato PDF, pretende dar una visión diferente en el trabajo con el agresor, en lugar de modificar sus ideas irracionales, se pretende modificar lo único que esta bajo su control, la conducta, sin juzgar ni intervenir en el contenido de los eventos privados que cada uno de ellos experimenta, ya que para que esto pueda ser modificado de una forma real primero debe empezar a actuar en base a sus valores aceptando lo que no puede modificar.


Recursos:
Aplicación de la Terapia de Aceptación y
Fuentes:
Imagen cortesía de Taliesin vía morguefile.com

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