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Si eres de ese tipo de personas a las que le cuesta un mundo tomar una decisión, quizá encuentres interesante las ideas que vamos a plantear en este artículo.
El miedo al error es casi tan antiguo como el ser humano. Desde nuestros orígenes, muy a menudo era absolutamente necesario tomar decisiones en cuanto a la caza, al mantenimiento de la seguridad o acerca de dónde establecer nuestro refugio.
En tales casos, un error podía ser fatal, ya que podríamos ser devorados por un animal salvaje o azotados por terribles condiciones climáticas.
A partir de estos ejemplos podemos deducir que el miedo al error es algo que llevamos en nuestros genes, y que, bien entendido, tiene una función adaptativa muy importante.
Entonces, si es normal tener miedo a equivocarnos, ¿dónde está el problema?
Cuando nuestro miedo al error nos bloquea…
Aunque, como hemos visto, el miedo al error puede llegar a ser muy útil para anticipar peligros y asegurar nuestra supervivencia, existen numerosas situaciones de nuestro día a día en las que se convierte en un auténtico problema.
Vamos a explicarlo con un ejemplo. Imagina a alguien que tiene una idea brillante acerca de cómo mejorar su trabajo. Esa persona arde en deseos de transmitirla a su jefe, en parte para conseguir cierto reconocimiento, pero principalmente para aumentar su rendimiento y el de la empresa.
Sin embargo, en lugar de transmitirla con claridad a su superior para que sea valorada, la persona entra en una situación de absoluto bloqueo que le impide hacerlo. Pensamientos como “seguro que es una tontería” o “¿y si no es bien aceptada”? empiezan a aparecer en su cabeza, y acaba por hacerle mantener silencio y desecharla.
Como podemos observar, a veces son la propia desconfianza y falta de autoestima las que nos impiden avanzar. El miedo a equivocarnos o a que una parte de nosotros no sea aceptada, nos lleva a no mover un solo dedo.
Resulta sorprendente la cantidad de veces que ocurren cosas así, y más aún la cantidad de parcelas de nuestra vida a la que puede afectar este temor.
Para muchas personas, el miedo al fracaso puede resultar enorme, y en numerosas ocasiones preferimos continuar en nuestra zona de confort antes que arriesgarnos a tomar decisiones propias.
De hecho, resulta muy frecuente que algunas personas deleguen en los demás muchas de las decisiones que han de tomar. No es de extrañar encontrar a gente que pide a sus amigos o familiares que les digan qué ropa ponerse, qué coche comprar, o si hacen bien en continuar en una relación que les presenta dudas.
Como cabe esperar, este tipo de situaciones no hacen sino acrecentar aún más nuestro miedo, impidiéndonos ganar la confianza necesaria en nosotros mismos para continuar el camino.
Cuando los demás no ayudan…
“Así no se hace”. “Te has vuelto a equivocar”. Seguramente te suenen estas frases. Nuestros padres, jefes o amigos se han encargado de repetírnoslas hasta la saciedad con una vital consecuencia para muchos de nosotros: el miedo al error.
El hecho de haber estado demasiado en contacto con personas especialmente críticas y juiciosas puede llegar a hacernos interiorizar un auténtico pavor a meter la pata.
Por otro lado, no podemos olvidar que vivimos en un mundo en el que se penalizan enormemente los fallos. Tal y como señalan Silveira y Moreno (2015), nos encontramos en una continua competición en la que cometer errores no hace más que retrasarnos y dar ventaja al otro, condicionándonos a que hagamos las cosas con temor.
Exámenes, entrevistas de trabajo, normas… El camino está marcado y salirse de él puede ser castigado.
Así, no solo estamos acabando con la creatividad al hacernos dudar acerca de si debemos o no plantear nuevas ideas o proyectos, sino que estamos creando un universo bañado en la necesidad de aprobación, el cuestionamiento de la autoestima o la dependencia hacia personas aparentemente en posesión de la verdad.
Equivocarse es necesario
La clave en todo este asunto comienza por aceptar que equivocarse es lo más natural del mundo. Y no sólo eso, sino que muchas veces resulta necesario para un correcto aprendizaje.
Gracias a nuestros errores aprendemos que hay formas mejores de hacer las cosas, e incluso logramos afianzar aún más nuestro criterio acerca de lo que queremos en nuestra vida. Por eso, si en un pequeño resquicio de tu espíritu sientes que hay una nueva manera de hacer algo ¡plantéala!.
Si dejas de lado algún asunto porque no te ves capaz de resolverlo sin fallar, ¡lánzate a por él! Todo en la vida nos sirve para seguir aprendiendo, y recuerda: no hay nada de malo en equivocarse, por mucho que se empeñen en decirnos lo contrario.
Referencias
Miedo a equivocarse y motivación autodeterminada en estudiantes adolescentes. Yolanda Silveira y Juan Antonio Moreno (2015). Descargar PDF