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El viejo debate se ha reactivado con motivo de la reciente publicación del nuevo Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) , que ha provocado por otra parte una gran polémica entre los profesionales de la salud mental.
En esta línea, la revista digital inglesa The Guardian publicaba estos días la opinión de dos expertos, uno de ellos psiquiatra, partidario de la nueva clasificación en ciernes, y el otro psicólogo, que defiende un nuevo modo de entender la enfermedad mental.
Voy a exponer brevemente el punto de vista que cada uno de ellos manifiesta en el artículo comentado, con la intención de trasladar el debate y que déis vuestra opinión sobre este asunto de tanta actualidad e importancia en nuestro ámbito de trabajo y estudio.
Simon Wessely, miembro del Real Colegio de Psiquiatras y presidente de medicina psicológica en el Kings College de Londres, argumenta que un sistema de clasificación es como un mapa, y como tal es algo cambiante, algo que varía en función de los nuevos descubrimientos.
Una gran parte de estos nuevos caminos están llegando del campo de la genética, y no por ello debe entenderse que la psiquiatría está siendo absorvida por una concepción biologicista del trastorno mental.
Wessely considera por otra parte que las acusaciones que está recibiendo la APA de intentar medicalizar la salud mental son absolutamente ridículas y que en general, la mayoría de profesionales no va a notar casi ninguna diferencia en su trabajo diario tras la publicación de este documento.
Para Oliver James, escritor y psicólogo clínico, partidario de cambiar nuestro punto de vista sobre la salud mental, resulta evidente que el modelo médico ha quedado obsoleto y aporta datos que demuestran que no hay estudios fiables sobre la influencia de la genética en la determinación de la enfermedad mental.
Por el contrario, hay una gran cantidad de evidencia de que las experiencias de la primera infancia combinadas con la posterior exposición a la adversidad explican una gran cantidad de estos trastornos. Y además en relación directa: cuanto mayor y más contiuado es el sufrimiento en la infancia, mayor es el riesgo de daño emocional adulto.
Su conclusión es que necesitamos cambios fundamentales en la forma en que se organiza nuestra sociedad para dar a los padres la mejor oportunidad de responder a las necesidades de los niños y evitar así el sufrimiento emocional del adulto.
En definitiva se trata del viejo debate entre una concepción médica de la salud mental, basada en un determinismo biológico y genético, y una concepción psicológica, sustentada en un modelo social, educativo y experiencial.
¿Cual es tu opinión al respecto?
►Recursos:
Vulnerabilidad y enfermedad mental
►Fuentes:
The Guardian
Sin entrar en el tema de la génesis o de la vulnerabilidad, contemplar las crisis mentales como crisis existenciales: experiencias subjetivas conflictivas, dolorosas, angustiantes, que es posible entender y tratar de resolver a través de métodos psicológicos y sociales, me parece mucho más adecuado que seguir perpetuando un modelo médico consistente en etiquetar al paciente (sin pretender entender lo que explica) para después medicarlo. Un modelo que además ostenta una posición hegemónica en relación con otras prácticas, como por ejemplo la psicoterapia, a las que considera subalternas al tratamiento médico. Considerar que el sufrimiento psíquico asociado a las situaciones de impasse existencial tiene su origen en una enfermedad, no solo carece de fundamento, sino que nos está llevando a la hiperdiagnosis y a la sobremedicación.