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La psicología y el cine son conceptos que se han entrelazado de manera reiterada en la historia del séptimo arte. Quizás su máximo exponente sería Memento, obra del año 2000 dirigida por Christopher Nolan.
En el mundo fílmico también aparecen referencias mucho más sutiles que pueden quedar ocultas tras una primera visualización y que son mucho más explícitas cuando le ofrecemos una segunda oportunidad a las mismas.
Una de las obras que se podría englobar dentro de este segmento es Blade Runner, película neo-noir estrenada en 1982. Con el paso del tiempo, dicha película se ha convertido en un largometraje de culto ya que son muchas las reflexiones que se derivan.
Phillip K. Dick, autor de la obra en la que se inspira el filme, muestra elementos de distopía encadenados con contextos de diversa actividad social como casinos o espectáculos de ocio.
Esta técnica narrativa también ha sido adaptada por otros escritores en novelas culturalmente muy trascendentales, como es el caso de Los Tontos Mueren de Mario Puzo. Una apuesta claramente ganadora como se ha visto en el éxito cosechado por las mismas.
Blade Runner nos presenta varios conflictos morales y filosóficos que orbitan en relación a la supremacía humana por encima de la de los replicantes.
Una especie de robots antropomórficos que viven en unas condiciones de vida altamente complicadas, residiendo en diferentes colonias espaciales esparcidas por el universo.
Independientemente de estas disquisiciones teóricas que se centran sobre los contratos sociales, encontramos otras referencias al mundo de la psicología.
Hablamos de la Prueba Voight-Kampff, un examen psicológico ficticio acaecido en la película. Este test servía para identificar si una persona era humana o replicante basándose en la variación de sus respuestas corporales a diferentes estímulos auditivos.
El examinador realizaba una serie de preguntas y se medía su tiempo de reacción y sus variaciones físicas; como el ritmo cardíaco o la dilatación ocular. La ausencia de empatía en relación a las diversas preguntas servían para identificar que un ser no era humano.
Esta prueba nos evoca irremediablemente al Experimento de Asociación de Palabras, un test psicológico y de personalidad ideado por el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung. El autor de este examen también se interesó por el psicoanálisis y fue fuertemente influenciado por Sigmund Freud.
El test consistía en una prueba proyectiva que analizaba una hipotética asociación de imágenes mentales con palabras.
El hombre al que se le aplicaba esta actividad tenía que recitar la primera idea que se le materializase en la mente, siempre lo más rápidamente posible.
En relación al tiempo de reacción, siempre cronometrado, o a un posible bloqueo o reacción emocional, las conclusiones definitivas eran extraídas.
En su fase inicial, la prueba disponía de un total de 100 preguntas, lo que nos evoca irremediablemente a la Prueba Voight-Kampff, ya que para certificar que un hombre era un replicante eran necesarias también una centena de las mismas.
El experimento de asociación de palabras se dividía también en cuatro series, mezclando expresiones ua ya habían sido anteriormente exhortadas para buscar si el paciente ofrecía las mismas respuestas o bien las variaba.
Jung creía que esta técnica servía para bucear en el universo del subconsciente y sus procesos inherentes.
No se trataba del primer profesional que había utilizado este tipo de ejercicio, ya que como hemos mencionado anteriormente, estuvo influenciado por Sigmund Freud, padre del psicoanálisis y estudioso innovador en este campo.
Freud es considerado como una de las mayores figuras intelectuales de su siglo, por lo tanto, es altamente recomendable analizar su campo de estudio y las ideas que se derivan más allá de interesarse por la figura de Jung.
Hay que recordar que la segunda parte de Blade Runner, que recibe el título de Blade Runner: 2049 también profundiza en diversas cuestiones metafísicas y morales, y cabe destacar que la Prueba Voight-Kampff repite su cuota de pantalla.