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¿Cómo miramos la depresión? ¿La evitamos, la negamos, o más bien nos paramos frente a ella con ojos de aprendizaje?
Cuando estamos en medio de una depresión hay múltiples sensaciones, emociones, pensamientos, y todo esto mezclado, va estableciendo sentimientos y hábitos en esta etapa: podemos no saber hacia a dónde va nuestra vida, podemos sentirnos infelices e incoherentes, o no tener ganas de compartir con otras personas.
Mirando la depresión desde su significado etimológico, es un proceso consecuente de la necesidad natural del cuerpo y la mente de rendirse o liberarse, o lo que comúnmente llamamos “tocar fondo”, debido a la presión de situaciones que nos causan rabia y frustración, por ejemplo, ante el conflicto interno de lo que consideramos ideal y lo que es real, entre quiénes somos y quiénes queremos ser; entre lo que tenemos y lo que queremos tener.
Tenemos la oportunidad de transitar la depresión con valentía, a través del discernimiento. Es decir, ponernos más atención para ver el aprendizaje y tomar decisiones conscientes.
Atravesando la depresión con ojos de aprendizaje
Si evitamos o reprimimos los síntomas de la depresión, corremos el riesgo de quedarnos atrapados en un círculo dramático de patrones repetitivos de pensamientos, conductas y formas de relacionarnos con los demás, que pueden ser dañinos.
Si decidimos agudizar los sentidos y ver cada tramo de este viaje como un maestro, se abren puertas para develar aquellas cosas que no conocemos de nosotros mismos y que son necesarias saber, para experimentar el cambio emocional hacia la curación interna.
En esta travesía podemos establecer una serie de hitos, una especie de agenda para el aprendizaje, que nos ayudará a recorrer el camino:
1. Darnos cuenta
Hacer conciencia de que estamos deprimidos y que algún tipo de cambio está siendo necesario. La aceptación, ya en sí misma, es una transformación.
2. Prepararnos
Ir desarrollando nuestra sabiduría, nuestra propia guía interior. Una práctica natural para encauzar la depresión, es respirar con el propósito de hacer consciencia. Se trata de reconocer nuestra respiración imaginando, por ejemplo, que al inspirar estamos llevando aire desde nuestro corazón hacia nuestra cabeza y al expirar que llevamos ese aire desde la cabeza, nuevamente, a nuestro corazón.
Es estar atentos a la entrada y salida de aire dentro de nuestro cuerpo, como si estuviéramos saludando lo nuevo y despidiendo lo viejo. Cuando los pensamientos se presenten, como suele pasar, pronunciemos la palabra “distracción” y luego con gentileza, volvamos a llevar nuestra atención hacia la respiración.
Tratemos de no preocuparnos si nos dispersamos. Comencemos de nuevo, sin cuestionarnos. Intentemos completar un minuto y progresivamente, ya iremos aumentando este tiempo de reconocimiento.
Realizar esta práctica cuando nos sentimos bien nos ayudará a darnos cuenta cuando nuestra mente esté divagando entre ideas y juicios, en el momento en que nos sintamos mal. Es un hábito de autocuidado que cultiva la paciencia, la tranquilidad y contribuye a detener el ciclo de pensamiento continuo.
3. Entregarnos al cambio
Animarnos a soltar lo que nos paraliza y atrevernos a probar suaves y gentiles movimientos que nos vayan dando experiencia en hacer las cosas diferentes. Ejemplo de ello, podría ser ensayar decir que “no” cuando realmente eso es lo que queremos y aprender a hacer pausas, para darnos el tiempo para identificar lo que sentimos.
4. Encontrarnos con los “demonios” internos
Abrir espacios para mirar de frente las dudas que tenemos sobre nosotros mismos, nuestra relación con la soledad, nuestro orgullo, resentimientos, el grado de control que queremos tener sobre lo que nos rodea, el miedo.
Permitirnos e invitarnos a encuentros sinceros y honestos para que de allí surjan, a medida que avanzamos a través de las sensaciones displacenteras, la fuente de nuestro propio significado y nuestro propósito real, ese que cuando lo comprendemos, nos hacer sentir en paz.
En esta etapa es muy valioso estar cerca de personas que puedan brindarnos apoyo y/o buscar acompañamiento terapéutico o médico, para facilitar el proceso.
5. Regresar
Darnos el chance de sentirnos completos, en amor, en generosidad, en agradecimiento, en conexión con lo nuevo que somos y que nos está transformando. A la luz de lo que hemos experimentado, aprender a vivir cada día más alegres, profundamente más conscientes y más responsables de nosotros mismos, dejando con los demás lo que a ellos les pertenece.
Excelente y breve artículo. Lo que veo con frecuencia como el depresivo, rebota la información. Parece que entiende y atiende, pero no se suma en sus fantasmas y recae una y otra vez.
Nancy muchas gracias por compartir…efectivamente, así pasa muchas veces. Acá la intención es poder brindar algunas cosas de las que me he dado cuenta después que he vivido momentos de depresión, para que la siguiente vez pueda experimentarla desde “otro observador”;-).
Mi experiencia y sugerencia en estos períodos, es que se hace valioso e importante el acompañamiento terapéutico, que ponderará la intensidad de la condición. Un abrazo!
En una depresión mayor, no creo posible ni aconsejable proponer nada al deprimido. Yo lo he estado dos o tres veces, por lo menos en mi vida, depresiones mayores digo eh, y la persona no está, o está inerme, cualquier petición a esa persona no hace sino hacerle sentirse peor. Sólo queda que pase, el invierno, y llegue una posible primavera. Es decir, proteger a quien la padece, acompañar, si es necesario ni en su presencia ni con palabras, que la persona sepa que otros están ahí para ayudarle, si lo necesita, y que la enfermedad o el estado depresivo siga un curso lo más natural posible, como el de un oso que hiberna.
Como todo lo que publica mi colega Jose Manuel Garrido, Excelente, muy actual y en franco crecimiento paralelo a la realidad social- global, desde Venezuela recibe un gran abrazo!!!
Gracias Gustavo por tu amable mensaje. Cordiales saludos!