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Quiero en este breve texto tratar de dar definición a la palabra Egonía, acrónimo que se me ha ocurrido al combinar las palabras Ego y Agonía.
Egonía: Angustia, aflicción o sufrimiento provocado por la necesidad imperiosa de actuar, sentir y pensar en función de un yo en sintonía con la identidad sin atender al organismo.
No es nada nuevo, es la emoción que surge ante la cuestión del deber llevada al extremo. Pero me ayuda a entender esta palabra diferente, que define el sentimiento, al margen de la psicopatología.
En su libro “La construcción del personaje”, Stanivslasky insiste en la idea de que el actor encuentre en su organismo, en su emoción, la forma de representar, no de acuerdo con una idea (ideal), sino a partir de la conexión y el desarrollo con la experiencia vivida de la realidad del personaje con su cuerpo (organismo).
Transcribo a continuación un párrafo que me parece especialmente significativo:
“El método que hemos estado estudiando suele llamarse el “Sistema Stanislavski”. Pero eso es inexacto. La fuerza de este método se basa en el hecho de que no ha sido confeccionado o inventado por nadie. Tanto en cuerpo como es espíritu, es parte de nuestra naturaleza orgánica. Se basa en las leyes de la naturaleza.
El nacimiento de un niño, el crecimiento de un árbol, la creación de una imagen artística, son manifestaciones de un orden semejante. ¿Cómo podemos acercarnos a este orden de creación? Ésa ha sido la preocupación esencial de mi vida. No es posible inventar un sistema.
Todos nacemos con él dentro, con una capacidad innata para la creación. Es una necesidad natural nuestra, parece lógico, por tanto, que no podamos expresarla a no ser de acuerdo con un sistema natural.” (Stanislavski, 1948).
Esto es similar a lo que Rogers describe en su explicación del desarrollo personal y de la psicoterapia humanista, la persona en crecimiento, atenta a su experiencia y no en contra de esta, por normas autoimpuestas, deseabilidad o aceptación a costa de sacrificar o acotar y moldear lo que surge de las propias emociones:
“En primer término, diré que en este proceso el individuo se abre a su experiencia. Esta frase ha llegado a adquirir gran significado para mí, pues expresa el extremo opuesto a una actitud de defensa.
La investigación psicológica ha demostrado que, si los datos sensoriales se oponen a la imagen del sí mismo, se distorsionan; en otras palabras, no podemos asimilar toda la información que nos brindan nuestros sentidos, sino solo lo que corresponde a nuestra imagen” (Rogers, 1961)
Lo acotado suelen ser sentimientos que el pensamiento entiende como negativos: Rabia, tristeza, envidia, rencor, etc. Emociones que surgen de forma natural y que el Ego insiste en controlar e incluso combatir, sin darles espacio para ser expresadas (o sublimadas).
El yo, entonces, se fosiliza, exige y autoexige la acomodación al molde de su propia imagen, más o menos consonante con la realidad orgánica.
Hay un guardián del deber, el superyó Freudiano, el perro de arriba de Perls o el condicionamiento de Skinner. Rogers habla de la congruencia o incongruencia entre la experiencia vivida-sentida y su expresión y de la necesidad de aceptación de aquellos significativos, para explicar la mayor o menor conexión-desconexión con la realidad orgánica.
Sé que son conceptos distintos o muy distintos pero que a la vez presentan algunas similitudes: La necesidad de coherencia entre el Deber y el Ser, que llevada al extremo daría lugar al sentimiento egónico.
Algunas formas de conciliar Ego y Organismo para disminuir los niveles de Egonía serían: La escucha corporal, el Focusing de Gendlin, la atención plena o mindfullnes, la psicoterapia, el yoga, la meditación, etc.
El Sentir y Estar y la Escucha que dan lugar a “la experimentación de la experiencia” (Rogers, 1961). Dejar vivir, dar permiso para Ser a las emociones que suelen catalogarse como indeseables y que en realidad pueden funcionar como fuente de aprendizaje si se las atiende cuando surgen.
El desarrollo personal, la creatividad y el arte como su máxima expresión necesitan del total de la experiencia para dar lugar al hecho cierto, a la relación Yo-Tu (Buber, 1923) y a la experiencia puramente humanas.