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Había una vez…
Un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente…
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas, las dos, entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún salió del agua… Pero la furia es ciega, o por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró…
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza… Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre, a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla encontró que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad… está escondida la tristeza.
Cuentos para pensar de Jorge Bucay
Este bonito cuento del conocido escritor de enfoque Gestalt Jorge Bucay, nos habla de cómo a veces la rabia y la tristeza se confunden y ocultan mutuamente.
Pero empecemos por el principio: la rabia y la tristeza son dos de las denominadas emociones básicas (de las que derivan todas las demás) junto con la alegría, el miedo, y en algunos enfoques, también el amor o el asco.
En esta cultura actual de la felicidad donde el malestar, la frustración y el dolor han de ser evitados y reprimidos a toda costa, la tristeza y la rabia son percibidas como “negativas” y se encuentran muy censuradas a nivel social.
Hoy en día TENEMOS que ser felices. Serlo (o aparentarlo), se ha convertido en una obligación y por el camino hemos olvidado que la vida duele y enfada, que no todo puede ser de color rosa, que no podemos llevarnos bien con todos.
Hemos olvidado que ambas emociones son normales, sanas y necesarias. Que para superar el dolor y elaborar pérdidas tenemos que vivir la tristeza, que para poner límites y defendernos, tenemos que expresar rabia.
Como decíamos en este artículo, bien por la educación que hemos recibido, bien por miedos o creencias más o menos conscientes, nos permitimos sentir una serie de emociones y nos censuramos otras.
Aunque hay algunas personas que hacen de la tristeza y/o la rabia su forma de vida, en general nos educan para que expresemos lo mínimo posible nuestros sentimientos menos bonitos, cosa que nos dificulta aún más su correcta percepción y gestión.
Tenemos muchos mecanismos que, en este sentido, se alían con las convenciones sociales y nos ayudan a escapar de estas emociones menos agradables. Algunos de ellos:
Fantasías
Se producen cuando, por miedo a sentir estas emociones, fantaseamos sobre lo que podría pasar: “si me enfado soy capaz de cualquier cosa”, “si me permito estar triste entraré en una depresión”, “si dejo salir mi rabia haré mucho daño “, “llorar no sirve de nada”…
Proyección
Surge cuando, ante la imposibilidad de aceptar mi propia emoción, acabo proyectándola en los demás: “la gente es muy agresiva” o “María está enfadada conmigo” en lugar de “siento agresividad” o “estoy enfadada con María”.
A veces también es más fácil creer que la rabia o la tristeza es algo que tú me haces sentir en lugar de aceptar que es algo que yo siento. Por ejemplo, al decir “me haces enfadar” en lugar de “yo siento rabia con eso”, estoy pasando a la otra persona la responsabilidad de lo que yo estoy sintiendo.
Empatía “exprés”
Una empatía mal entendida también puede llevarnos a eludir nuestra rabia o tristeza, por ejemplo: Ángel ha hecho algo que ha hecho mucho daño a Marta. Como Ángel está pasando un mal momento a nivel laboral, ella se esfuerza en justificarle y no se permite estar triste ni expresarle lo mucho que le ha dolido.
La razón por la cual alguien nos hiere, no tiene nada que ver con el dolor que nos causa. Tenemos el derecho a expresar nuestra tristeza o nuestro enfado a pesar de ser capaces de ponernos en la piel del otro y comprender sus motivos o circunstancias.
Si no atravesamos primero la rabia o la tristeza, la posterior empatía o incluso el perdón, pueden acabar siendo forzados y falsos.
Creencias
Las hemos acabado adoptando a partir de interiorizar ideas familiares o sociales, como por ejemplo “las buenas personas no sienten rabia”, “enfadarse no está bien”, “la rabia sólo genera más rabia”, “ser sensible es de débiles”, “los hombres no lloran” o “mostrar sentimientos es vergonzoso”.
Aprendemos a evitarlas y a esconderlas a través de estos mecanismos con la intención de que no nos hagan daño, pero el efecto que eso nos produce es precisamente el contrario.
Paradójicamente, es la evitación de la rabia y la tristeza lo que en realidad “nos vuelve locos”. Toda esa emoción contenida hace que muchas veces se acabe convirtiendo en problemas emocionales más serios como depresiones, ansiedad, trastornos alimentarios o fobias.
La rabia y la tristeza, pues, muchas veces son las dos caras de una misma moneda: aparece una tapando a la otra, o entramos en una para evitar la otra: si no me permito la tristeza, es posible que me “anestesie” sintiendo rabia, enfadándome con el mundo.
O como confrontar mi enfado me da miedo (y perjudica mi imagen), me trago la rabia y la escondo detrás de la tristeza. Es importante señalar que la mayor parte de estos mecanismos se producen a niveles inconscientes, por lo que pueden pasar completamente desapercibidos.
En el marco de un proceso terapéutico puedo ir descubriendo cómo se relacionan en mí ambas emociones, ir acercándome a ellas progresivamente. Ir dándome cuenta de cómo las siento, cuál es la mejor manera de gestionarlas y los mecanismos que uso para evitarlas.
Si pones atención, a lo mejor a partir de ahora logras contactar mejor con tu rabia cuando estás triste, o con tu tristeza cuando estás enfadado. Quizás también logres atisbar una persona triste bajo su habitual enfado, o a una persona enfadada bajo su gran tristeza.
►Recursos:
Cuentos para pensar (Jorge Bucay)
►Fuentes:
Imagen de dominio público cortesía de Pixabay.com
WOOW!!! gracias por el articulo esto merece ser compartido.