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Anorexia y Bulimia: El descontrol de creer en Ana y Mía

anorexia y bulimia
Julia Pagán Cantero
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“Y esto era lo intolerable: que el limo del abismo pareciese articular gritos y voces, que el polvo amorfo gesticulara y pecase, que lo que estaba muerto y no tenía forma usurpase los atributos de la vida.”

Robert Louis Stevenson | El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde

A estas alturas de invasión tecnológica, poca gente debe quedar ignorante sobre a qué hacen alusión los términos de Ana y Mía. Aun así, y apelando a la tantas veces sana ingenuidad, recordaré que Ana y Mía son los nombres que a principios de los 2000 se le dio a los dos grandes trastornos de la conducta alimentaria: anorexia (Ana) y bulimia (Mía), hay quien, con bastantes cucharadas de cinismo, dice que para endulzarlos.

Aparecieron en una página web creada para dar apoyo a personas afectadas por dichos trastornos y fomentar así su recuperación, denominándose respectivamente pro-ana y pro-mía. La página se cerró por el escaso interés que despertó, pero el terreno había quedado abonado para las malas semillas y ya se sabe lo fértiles que éstas son.

Aparecieron así, no sólo oportunistas que aprovecharon para sacar sus instintos más perversos y manipular desde el anonimato a chicas vulnerables, y devastar a aquellas que contaban con las personalidades más frágiles, sino que también las propias afectadas encontraron una vía de expresión y de insano apoyo a cuenta de la propia enfermedad.

Ana y Mía habían nacido como las gemelas oscuras de sus originarias. Y aquí es donde vino el problema: no sólo en el desgobierno de las páginas web que se crean cada día como recurso para fomentar la enfermedad, sino porque el propio descontrol que esta enfermedad conlleva en sí misma se ve incrementado al otorgarle el mando a estos dos demonios con nombres propios.

La Psicología Social nos dice que cada uno tenemos una forma de percibir las causas de los acontecimientos de nuestra vida. Esta percepción se denomina lugar de identidad y se relaciona con el grado de control que creemos tener sobre dichos acontecimientos y con las expectativas que mantenemos sobre nuestras posibilidades de influir en lo que nos ocurre, es decir, si podemos hacer algo o no para modificarlo.

La persona con lugar de control interno percibe que él mismo controla su vida y son sus acciones las que determinan los resultados que obtiene; la persona con lugar de control externo atribuye los acontecimientos a factores que están fuera de ella y que por tanto no puede controlar.

Ana y Mía son dos factores incontrolables que anulan la autocompetencia. A menudo parece que, como si de personalidad múltiple se tratara, la chica se convierte en Ana o en Mía dependiendo del cuadro o del momento del día (en los casos de bulimarexia), atribuyéndole a su demonio todo el control de la enfermedad y de su vida, repercutiendo negativamente en su autoimagen y, en definitiva, rebajando su autoestima.

Creer en Ana y Mía alimenta la enfermedad.  Pero además, las campañas de publicidad en contra de las páginas pro-desórdenes alimenticios caen en el juego de mantener vivas a ambas figuras al dar crédito a su existencia.

No sólo las chicas que empiezan y las que lo promueven, sino las propias pacientes que quieren salir, siguen viéndose a sí mismas como individuos desdoblados en dos e incluso en tres personas (en el caso de las chicas en que coexisten ambos trastornos) llegándose a sentir divididas y a emprender una dura batalla contra sí mismas en la que siempre resultarán perdedoras porque han errado el objetivo: la meta no es matarlas, es reconocer que nunca existieron y que ellas siempre fueron Ella como individuo integrado.

A menudo se hablan a sí mismas en términos de: “somos ellas y yo”, “no puedo luchar contra ella”, “vete de mi vida”, etc.,  afirmaciones que reducen la percepción de control y la creencia en las propias capacidades para tomar las riendas de la propia vida y manejar la enfermedad.

Fue un error dar identidad a Ana y Mía y probablemente ya sea muy difícil regresar a cuando no existían, pero a nosotros como profesionales y al resto de responsables sociales nos queda la labor de ayudar a las personas con trastornos de la conducta alimentaria a reintegrar su identidad y, aún más difícil, que destruir a estos demonios creados para sus propios fines no siga siendo su lucha sino la nuestra.

Nota del Editor

Proponemos para su descarga como complemento a este artículo el documento “Anorexia y bulimia en la red: Ana y Mía dos malas compañías”, publicado por la revista Acción Psicológica, en el que se analiza el contenido y posibles repercusiones de la proliferación de estas páginas y foros en la web, teniendo en cuenta la complejidad de este tipo de medios y analizando su doble efecto en quienes los frecuentan.


Recursos:
Anorexia y bulimia en la red: Ana y Mía dos malas compañías
Fuentes:
Imagen cortesía de Flickr.com


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