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La culpa se caracteriza por ser una emoción negativa que se manifiesta cuando no cumplimos o creemos haber incumplido alguna norma ética y más si alguien ha salido perjudicado. Comienza a desarrollarse en la infancia, a la vez que amanece el desarrollo moral y está influida por diversos factores: la cultura, la educación, las diferencias individuales, etc. A veces nos preguntamos ¿sirve de algo esta emoción? ¿es sólo cultural? Efectivamente, su función es concienciarnos de que hemos hecho algo mal y facilita que se pongan en marcha los medios para la compensación.
Pero la culpa puede tener dos vertientes: por un lado es una emoción que bien puede considerarse “sana” y proporcionada, cuando responde a un perjuicio real o exagerada, cuando no hemos cometido ningún error que justifique el sentimiento negativo. Esta emoción desproporcionada y no realista no ayuda a la adaptación y, cuando es excesiva, puede incluso provocar alteraciones psicopatológicas.
Es necesario poder prevenir los sentimientos de culpa desproporcionados, las rumiaciones sobre el efecto no realista de nuestra acción, y para ello es necesario que se distinga bien dónde están los límites entre el sentimiento de culpa realista y el excesivo. Los pensamientos están vinculados a las emociones y las actitudes, y ello depende de cómo nosotros interpretemos la realidad y por ello, cada cual elige cómo se siente.
¿Cómo podemos prevenir el sentimiento de culpa?
Una estrategia para poder cambiar los pensamientos que nos llevan a sentirnos culpables, es cambiar la forma de hablarnos a nosotros mismos, ya que una intensa verbalización sobre “lo desastres que somos” “siempre igual” “perdóname por todo” son cogniciones destructivas, que facilitan el bucle de la culpabilidad y no ayudan a reparar el daño producido, si hubo alguno. Hay que cambiar estos pensamientos y verbalizaciones por otros más positivos como “no pasa nada, lo arreglaré y no se repetirá”, que nos disponen la cambio.
Si la razón por la que nos sentimos mal no es fácilmente identificable, debemos cuestionarnos el motivo y valorar qué nos ayudaría a estar mejor. Debemos de ser objetivos en el hecho y pensar si realmente nuestros pensamientos son o no adecuados al daño. ¿qué hubieses hecho tú en el caso contrario?
Si es identificable y hemos cometido un daño a un tercero, muestra tu arrepentimiento y explicar que no volverá a ocurrir. Es importante que la otra persona vea un cambio y que efectivamente no va a ocurrir de nuevo. Tampoco podemos disculparnos constantemente, tenemos que ser coherentes en nuestras disculpas.
Si hemos podido avisar de algún problema que podía ocurrir y que así ha sido debemos de dar gracias a la persona por haber mantenido la compostura, por haber esperado un tiempo. Las personas que tienden a culparse a sí mismos regularmente, manifiestan un malestar emocional, una baja autoestima, inseguridad y sentimientos de tristeza.
Intervenir a tiempo en nuestra capacidad de gestionar los pensamientos y emociones, facilitan el bienestar emocional y previenen problemas más graves como la depresión o la ansiedad.
►Recursos:
Libérate de la culpabilidad
►Fuentes:
Imagen cortesía de OldGreySeaWolf vía morguefile.com
Interesantisimo articulo, agrego que es fundamental identificar el origen del sentimiento de culpa, si es interno o externo, si existe un acusador, o es un registro subconsciente y de alli iniciar el trabajo.
Muy interesante, ayuda a comenzar a descubrir de manera personal nuestros posibles problemas de culpa, pedagógico.
Me parece un articulo muy interesante y didáctico