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Se considera abuso sexual infantil cuando existe una diferencia de al menos 5 años de edad entre el que comete el abuso (perpetrador) y la víctima, existiendo una negativa por parte de la víctima ante el acto y una omisión de la misma por parte del perpetrador.
En muchos casos, el problema se agrava cuando el abuso se comete con niños muy pequeños que no tienen conciencia sobre el tema ni tienen habilidades suficientes para evitarlo. En otros casos, el perpetrador del abuso sexual es una persona cercana al niño (familiar o conocido), lo que supone un hecho aún más traumático para el menor.
Si el niño no es capaz de afrontar el trauma, puede convertirse en un trastorno de estrés postraumático, en el que reexperimenta una y otra vez el acto aversivo, sintiendo sensaciones muy intensas que no le permiten continuar con su vida. El impacto psicológico distorsiona el autoconcepto, la visión sobre el mundo y las capacidades afectivas de la víctima, además de una sexualidad traumática, problemas conductuales, pérdida de confianza y sentimientos de indefensión, los que provocan que el niño actúe con actitudes pasivas, poco asertivas y de retraimiento.
Debido a la plasticidad infantil en estas edades se precisa gran cautela, por lo que se recomienda no alarmar a la familia y normalizar la situación para no provocar un ambiente negativo añadido al sufrimiento del niño. Sin embargo, el abordaje terapéutico debe ajustarse a las necesidades de la víctima. La intervención irá dirigida tanto al niño, como a los padres y a la red social que le rodee, tanto escuela como entorno familiar para que puedan colaborar en la intervención con el menor.
Se recomienda comenzar con una terapia individual para que el niño se sienta libre de expresar todo lo que quiera sin temor a una reacción negativa por parte de los padres. Este tipo de terapia también proporciona una oportunidad para tratar creencias y actitudes inadecuadas, respuestas afectivas presentes y conductas inadecuadas como agresiones o comportamientos antisociales. Conforme avance la terapia, será beneficio incluir al menor en un grupo de terapia, de forma que compruebe que no es el único al que le ha ocurrido y pueda entrenar nuevas habilidades sociales, como la confianza.
Lo que más se utiliza hoy en día es la intervención cognitivo conductual. De hecho, existen diversos programas de intervención, pero todos ellos siguen un mismo esquema con dos fases:
La primera fase de estabilización, que trata de proporcionar seguridad al niño, además de seguir un entrenamiento para incrementar la capacidad de tolerancia de las emociones positivas y desarrollar e incrementar recursos internos, como manejo de la ansiedad y depresión, habilidades de relajación, y recursos externos, como habilidades sociales y de asertividad.
La segunda fase pretende mejorar la visión de futuro del niño, mediante una reestructuración cognitiva con componentes de educación sobre el abuso sexual infantil, promoción de una sexualidad sana y fomento de las habilidades de seguridad personal.
Esta situación puede repercutir en la vida de los padres creando en casa un ambiente hostil e inadecuado para el abordaje correcto del tema, sin olvidar las propias reacciones emocionales y las habilidades que posean los padres para el afrontamiento de la situación. Por ello, la terapia debe ir dirigida de forma paralela a los padres para que éstos puedan también sentirse liberados y encontrar apoyo ante una situación tan compleja, entrenando habilidades de manejo de la conducta del niño además de manejo de sus propias emociones.
En casos donde los componentes depresivo-ansiosos sean muy elevados, es necesaria la utilización de psicofármacos al inicio del tratamiento. Por supuesto, esta medicación no durará más de 15 días y deberá estar prescrita por un psiquiatra. Los más frecuentes son los IRSS (sobre todo fluoxetina y sertralina).
Aunque no se han demostrado resultados estadísticamente significativos de estas intervenciones, si se han obtenido resultados positivos de las mismas, observando una disminución de la sintomatología después de un año tras acabar la terapia, lo cual arroja una vía de esperanza para estos casos tan complejos como es el abuso sexual de menores, tanto para padres como para los propios niños.
Si usted como padre, educador o persona cercana tiene indicios de que un niño ha podido ser víctima de abusos sexuales, no dude en ponerse en contacto con un profesional para poder abordar el tema con la mayor brevedad posible.
Completamos este artículo ofreciendo para su descarga el documento “Abuso sexual infantil: Manual de formación para profesionales” publicado por la Fundación Save de Children y coordinado por Ana Horno Goicoechea. Se trata de un completo manual que aborda los distintos aspectos del abuso sexual en la infancia, tanto en sus aspectos legales como preventivos y de tratamiento, recogiendo además algunos anexos de gran interés y utilidad práctica.
►Recursos:
Abuso sexual infantil: Manual de formación para profesionales
►Fuentes:
Cantón Duarte, J. & Cortés Arboleda, M. R. (2011). Malos tratos y abuso sexual infantil. 7º Edición. Madrid: S. XXI. Davis, K. & Weiss, L. (2004). Traumatology: A workshop on traumatic stress disorders. EMDR Humanitarian Assistance Programs. Kreidler, M. C., Briscoe, L. A. & Beech, R. R. (2002). Pharmacology for post-traumatic stress disorder related to childhood sexual abuse: A literature review. Perspectives in Psychiatric Care, 38 (4), 135-145. Macdonald, G. M., Higgins, J. P. & Ramchandani, P. (2008). Intervenciones cognitivo-conductuales para el abuso sexual de niños. Biblioteca Cochrane Plus, 4. Oxford: Update Software Ltd. Wheeler, K. (2007). Psychotherapeutic strategies for healing trauma. Perspectives in Psychiatric Care, 43 (3), 132-141. Imagen cortesía de Alvimann vía morguefile.com
Excelente el artículo como introducción a una problemática lamentablemente real y concreta, más aun en el ámbito cercano al niño. Me deja varias dudas, como por ejemplo la diferencia de edad, determina la relación de asimetría? Puede considerarse el abuso sexual infantil entre niños, con diferencia de edad mayor a 5 años, como un juego de descubrimiento corporal entre ambos? o la diferencia de edad invalida ésta posibilidad? Muchas gracias.
La diferencia de edad si es importante, ya que en los llamados juegos sexuales los niños descubren las diferencias de sus cuerpos como niños o como niñas. Esto se da aproximadamente entre los 4 y 7 años, pero es muy diferente que un chico o chica de 12 años “pretenda” juegos sexuales con menores de 7 años puesto que ahí ya hablamos de un abuso, por el simple hecho de que a los 12 o más años ya existe un componente sexual real, no imaginario. Es un tema delicado, pero hay que orientar y enseñar a los menores a cuidarse, a cualquier edad y de acuerdo a su grado de entendimiento de estas situaciones.
¿Si la diferencia de edad entre los es de tres años no puede considerarse abuso sexual? Por otra parte, si la respuesta es negativa ¿por qué la experiencia puede afectar al niño dejando un trauma?
Este es un tema del que casi nadie habla y encontrar información veraz en internet sobre este tipo de abuso es sumamente complicado. Mi pregunta es, ¿Si la diferencia de edad es de 3 años y se presenta en un niño de 10 y otro de 13, no puede considerarse abuso sexual?
Hola Alexandra. En España ese caso no sería considerado abuso sexual desde un punto de vista legal, ya que un menor de 14 años se considera no imputable. Desde un punto de vista psicológico la posibilidad de consecuencias postraumáticas dependerá de las características de lo sucedido (grado de violencia percibido) y de la vulnerabilidad psicológica de la víctima. Un mismo hecho potencialmente traumático puede serlo para un sujeto y no para otro en función de variables individuales del propio sujeto.