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¿Qué hacer ante el fallecimiento de un ser querido?

duelo y pérdida
Daniel Lobato López
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Perder a alguien es quizá la experiencia más dolorosa a la que un ser humano tenga que enfrentarse a lo largo de su vida. Nadie está preparado para decir adiós a alguien a quien ama, y cualquier palabra de apoyo, consuelo o ayuda hacia la persona que “se queda” a menudo se antoja vacía y estéril.

De ahí la insistencia de muchos profesionales de la salud en que lo más útil, si es que se puede llamar así, es el acompañamiento y la escucha a la persona que sufre.

A pesar de ello, en un alarde de optimismo, en este artículo vamos a esbozar algunas ideas para que, al menos, el superviviente pueda notar algo de calidez, comprensión y orientación.

En este post hablamos de:

¿Por qué duele tanto perder?

Haciendo un somero repaso al concepto de pérdida, nos encontramos con la necesidad de mencionar el concepto del “yo”. Desde que somos niños, todo lo que nos rodea (objeto, personas y demás seres vivos) con lo que establecemos algún tipo de vínculo se convierte en algo “nuestro”.

Así, hablamos de “mi pelota”, “mi perrito”, “mi mamá”, etc. Desde ese instante, desde ese preciso momento en el que ese vínculo se hace fuerte, la semilla del dolor está sembrada. Con esto nos referimos a que, en algún momento, mi pelota se romperá o me la quitarán, mi perrito enfermará y morirá, y mi mamá…

La pérdida es, por tanto, una condición necesaria vinculada al propio apego. Resulta paradójico que para disfrutar de un sentido sano del yo nos sea necesario establecer algún tipo de unión con las cosas, con un marcado componente emocional en el caso de los vínculos personales, que a su vez en algún momento habrán de marchitarse.

Un ejemplo muy característico es el dolor que sufre el enamorado cuya pareja decide terminar la relación. El lector que así lo haya vivido aún recordará la angustia, la tristeza y la desesperación que acompañaron a aquellos días, semanas o meses…

Muchas personas optan por no apegarse. A raíz de su sufrimiento pasado, se vuelven frías, distantes, calculadoras… Todo ello en un vano intento por no pasar por el dolor de la pérdida, de la traición. En definitiva, del dolor que generan los finales.

Sin embargo, lamento decirles que esto no funciona. El completo desapego, además de ser imposible, implica la no vida, que a la larga, suele acabar siendo más dolorosa que la propia pérdida.

He perdido a alguien. ¿Y ahora qué?

Muchas personas acuden al psicólogo cuando se encuentran en un proceso de duelo. Dependiendo de cómo se haya producido la pérdida (no es lo mismo accidental y repentina que fruto de una larga enfermedad), las emociones que se generen en la persona serán de un signo u otro.

El psicólogo, en este caso, se encuentra ante la difícil tarea de ser capaz de comprender con la cabeza y con el corazón los momentos que esa persona está viviendo, así como de manejar las palabras de una forma adecuada sin caer en fútiles consejos, comparaciones o herramientas milagrosas.

Quisiera llevar este artículo hacia lo simple. ¿Qué es lo que una persona hace cuando pierde a alguien a quien ama? Exacto. Llora, llora mucho. En tal caso, la “receta” está ahí mismo: si tu alma te pide llorar, hazlo. No luches contra lo que tu corazón te está pidiendo. La recuerda, la añora, la ve en todos lados. No luchar contra ello suele indicar el camino.

También puede ocurrir que alguien que ha aprendido a ser fuerte en la vida no quiera llorar y le resulte difícil expresar sus emociones. En tal caso, ahí está el trabajo de autoreflexión. ¿Qué te está pidiendo tu cuerpo hacer? ¿Eres capaz de notar cómo te resistes a ello? ¿Por qué lo haces? Toda sinceridad al respecto te será de gran ayuda.

Sigamos. ¿Qué otra cosa hacemos cuando hemos perdido a alguien, ya sea por fallecimiento o porque nos han dejado? Así es, hablamos de ello. Llamamos a una amiga y se lo contamos, lloramos con ella. Hablamos, hablamos y hablamos. Nos cabreamos, maldecimos nuestra suerte, le culpamos por haberse ido. Lo que sea que sientas será lo adecuado.

Aquí también podemos aplicar lo mismo que en el caso anterior. Quizá alguien se recluya en sí mismo/a y no quiera ver a nadie. En el fondo de su corazón sabe que ese no es el camino, que es solo una defensa. Lo natural es ser capaz de permitirse expresar y compartir nuestro dolor, siempre al ritmo que uno necesite, pero haciéndolo.

No hay ningún truco

No quisiera terminar sin mencionar que cada persona es un mundo y que sus circunstancias son distintas. Insisto en que nadie está preparado para perder a alguien. Sin embargo, sí que debemos prepararnos para ser honestos con nosotros mismos, conectando con nuestra parte más profunda para aceptar como cada uno buenamente pueda las inexorables leyes de la naturaleza.

En cualquier caso, buscar ayuda siempre es una buena decisión, ya sea a través de documentos como la guía de Interfunerarias sobre cómo superar la muerte de un ser querido, o si fuera necesario, recurriendo a profesionales de la salud especializados en estos procesos de pérdida.

Referencias

Cabodevilla, I.. (2007). Las pérdidas y sus duelos. Anales del Sistema Sanitario de Navarra30(Supl. 3), 163-176.

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