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El efecto espectador y la elusión de responsabilidad

Efecto Espectador
Daniel Lobato López
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Imagina que debes llegar a reunión importante. Has decidido ir caminando porque quieres asegurarte de llegar a tiempo, evitando los habituales problemas de tráfico, por lo que en este momento estás atravesando una de las avenidas más concurridas de tu ciudad.

De repente, una mujer de mediana edad cae al suelo desplomada justo delante de tus narices. Tras unos breves instantes, decenas de personas sorprendidas que transitaban a tu lado permanecen inmóviles, observando a aquella mujer que yace en el suelo con los ojos cerrados.

Nadie hace nada, y lo peor es que tú también permaneces inmóvil. Todos estáis siendo partícipes del llamado efecto espectador.

En este post hablamos de:

¿Qué es el efecto espectador?

Este término ha sido muy estudiado por la psicología social, y su principal postulado plantea que, en situaciones de emergencia o necesidad, es menos probable que iniciemos una conducta de ayuda si nos encontramos rodeados de mucha gente.

La razón es muy sencilla: la responsabilidad que ponemos en dicha ayuda parece difundirse o repartirse entre todos, de forma que no hay un plan claro de actuación ni parece haber nadie obligado a llevarlo a cabo.

Esta difusión de la responsabilidad, la cual se ha dado en llamar ignorancia pluralista, hace que ninguno de los presentes en situaciones como la planteada anteriormente haga nada. Después de un rápido análisis de tan solo unos cuantos segundos, las personas hacen una especie de “tabla de pros y contras” acerca del sentido de prestar ayuda.

Así, si por ejemplo en el caso anterior eres tú el que lleva mucha prisa y te sucede algo como esto, puede resultarte muy sencillo pensar “bueno, hay mucha gente aquí, alguien le ayudará, yo no puedo porque voy a llegar tarde” El problema es que la inmensa mayoría acaba pensando lo mismo que tú.

Las conductas de ayuda y sus motivaciones

Sin embargo, la cosa no es tan sencilla. Existen muchos factores que determinan la probabilidad de que una persona caiga en las garras del efecto espectador o que, por el contrario, acabe implicándose activamente en aras de solucionar la situación. Una de ellas es la confianza en uno mismo. Lo explicaremos con un ejemplo.

Si eres un experto nadador y alguien que no sabe nadar cae al mar, parece obvio que serás el primero en lanzarte al agua. En este caso, confías en tus propios recursos para hacer frente a la situación, por lo que te resultará mucho más sencillo actuar.

Por otro lado estarían las expectativas de los demás hacia nosotros, especialmente de aquellos que nos conocen.

Por variar de ejemplo, si alguien se atraganta en un restaurante y tu eres médico y estás comiendo con tu familia, es esperable que los demás te miren directamente para que hagas algo. En tal caso, es normal que casi te sientas obligado a asumir el rol de “salvador”…

Finalmente, y quizá un punto por encima de las demás se encuentra lo que comentábamos al principio: el coste de actuación. Si una persona, tras realizar un rápido análisis de la situación, considera que no le merece la pena implicarse, es más que probable que no lo haga y se muestre en una actitud pasiva.

Sin embargo, si hablamos de alguien quizá con unos valores muy relacionados con lo que esté ocurriendo (por ejemplo, un animalista que ve cómo maltratan a un animal), es más probable que actúe para defenderlo.

El haraganeo social

Un concepto muy interesante relacionado con el efecto espectador es el del haraganeo social. Con él nos referimos a cómo algunas personas no se implican en determinadas tareas porque saben que los demás lo harán por él, además de que su esfuerzo no será claramente reconocible.

La aplicación más habitual de este efecto ocurre en determinadas actividades como el deporte o incluso en el ámbito laboral.

El clásico ejemplo es el del juego en el que dos equipos tiran cada uno de un extremo de una cuerda para llevar a sus oponentes a su terreno. En tal caso, determinadas personas por diversos motivos pueden llegar a minimizar sus esfuerzos dado que los demás no lo percibirán.

Es posible que alguien esté jugando sin ganas y solo por compromiso, esté cansado o simplemente sea un poco vago…

En definitiva…

Es así como en general funcionamos los humanos. Incluso en situaciones que podían haberse solucionado con una simple llamada a los servicios de emergencias, han ocurrido verdaderas desgracias, porque las personas caminaban literalmente al lado de alguien que acaba en el suelo, limitándose a mirarlo mientras se alejaba deprisa para no perder su cita con el dentista.

Quizá deberíamos comenzar a replantearnos algunas cosas…

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