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“La gente es mala y egoísta. Solo piensa en sí misma”…”Mira Javier, qué poca vergüenza tiene, ni respeta a los demás ni les importa lo más mínimo”… “¿Has visto lo gorda que se ha puesto Luisa?”…
¿Te suenan estos comentarios? ¿Te reconoces a ti mismo haciéndolos?
La crítica destructiva: cuando el otro es peor que yo…
La crítica es bastante más frecuente de lo que pensamos. Sería difícil encontrar a alguien que no suela recurrir a ella en algún momento, y su repercusión puede ser importante.
En muchas ocasiones nosotros mismos enunciamos frases del tipo de las anteriores, en un aparente intento de reforzar nuestra idea de qué bien estamos nosotros comparado con lo que hay por ahí.
A veces esto ocurre de una manera inconsciente y automática, con un poder destructivo enorme y sin forma de controlarlo. Por el contrario, otras veces quien las hace puede verse a sí mismo desde fuera criticando, y es ahí donde reside el poder de cambio.
La televisión: el sitio perfecto para la crítica
Uno de los escenarios en los que más se puede observar la crítica es cuando vemos la televisión. En las noticias nos cuentan cómo algunas personas se comportan incívicamente, y algunos shows televisivos nos dan la oportunidad de despotricar metiéndonos con según qué personas.
Lo más curioso es que muchas veces este comportamiento crítico y juicioso se vuelve casi adictivo, llegando a ser una forma de desahogarse y de reforzar el propio ego. Parece que al ver todo esto nos consolamos, y pensamos que en realidad no somos tan malos.
Pero esto no ocurre sólo con la televisión. En nuestras propias relaciones personales suele ser habitual que muchas personas aprovechen la más mínima para criticar o reprochar comportamientos de los demás, incidiendo en las cosas que hacen y en lo mal que nos parecen.
La paja en el ojo ajeno…
El problema de todo esto se encuentra en lo difícil que nos resulta muchas veces observarnos a nosotros mismos y darnos cuenta de que, muy posiblemente las cosas que criticamos también las hemos hecho nosotros en el pasado (o algo parecido) o incluso las haremos en el futuro. Por no decir que las cometemos día a día…
En psicología existe un concepto muy interesante y que viene muy a colación con la crítica. Se trata de la proyección psicológica. Según dicho concepto, solemos ver en los demás aquello que no nos gusta de nosotros mismos, o que de algún modo consideraríamos intolerable que existiera.
Por poner un ejemplo, un padre de familia puede desgañitarse insultando a los homosexuales por televisión (o en directo), precisamente por su temor a la posibilidad de que él mismo fuese homosexual.
Otro ejemplo bien podría ser el de un miembro de la pareja que acusa al otro de ser un vago e irresponsable, cuando en realidad él o ella misma manifiesta esos comportamientos.
El placer de criticar
Lo verdaderamente curioso es que el hecho de cuestionar o criticar a alguien, de enfadarnos con él o de reprocharle, nos resulta placentero durante los primeros instantes. Es como si nuestro ego se alimentase de este tipo de circunstancias, tratando de convencerse una y otra vez y a través de distintas personas de que “yo soy mejor que ellas”.
Y sin embargo, el resto del tiempo puede que nos sintamos mal. Se nos acelera el corazón, se eleva nuestra temperatura corporal, se segrega la hormona del estrés y podemos llegar a sufrir incluso dolores de cabeza si la agitación es muy vigorosa.
Pero entonces… ¿por qué lo hacemos?
Precisamente porque la tentación de la crítica, ese placer que experimentamos cuando nos sentimos por encima del otro, acaba imponiéndose.
Huelga decir que las personas que más tienden a valerse de la crítica como un modo de relacionarse son aquellas con una más baja autoestima y más problemas de autoconcepto.
De lo contrario, una persona saludable emocionalmente, no necesita poner tanto su mirada en el otro de una manera tan negativa. Más bien es capaz de apreciar sus cualidades positivas, al igual que es capaz de verlas en sí mismo.
Reflexión final
Os invito a que la próxima vez que os veáis criticando, prestéis atención a tres cosas: primero a vuestras reacciones corporales mientras lo hacéis, segundo al tema del reproche y su posible relación con vosotros mismos, y tercero al propio objetivo final de la crítica: ¿Es útil y creativa o por el contrario destructiva? ¿Aporta algo a la otra persona o solo busca hacerla sentir mal?.
Si somos capaces de trabajar nuestra consciencia al respecto, los beneficios pueden ser enormes para nosotros y quienes nos rodean.
No les creo mucho, ya que no siempre es así como dice su articulo, solo un imbécil se dejaría convencer de que criticar al ajeno es algo malo y de baja autoestima, dependerá de cada persona como se siente criticar, al final todas las ramas científicas están lejos de descubrir como funciona la mente humana, saben algo pero no todo, ya que están ausentes de saberlo todo gracias a su diversidad.