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“Y de repente, casi sin darme cuenta, estoy gritando y agitando los brazos. El pulso y la respiración acelerados, y una tormenta de ideas paseando por mi cabeza que hacen aumentar este estallido emocional. Tengo la sensación de que estoy perdiendo el control, de que no soy dueño ni de mis pensamientos ni de mis actos…”
Aunque pueda parecer un pasaje de la fascinante obra de Robert L. Stevenson “El Doctor Jekyll y Míster Hyde”, lo cierto es que es una escena más cercana a nuestra vida de lo que quisiéramos, ¿Cuántos de vosotros habéis experimentado estas sensaciones en algún momento?
A lo largo de los miles de años que el cerebro de nuestra especie ha ido evolucionando (filogénesis), se ha ido dotando de más estructuras “racionales” que nos han permitido, entre otras cosas, aprender a discernir entre lo que supone una amenaza o peligro para nosotros de lo que no. Esta parte más nueva y racional es el Neocórtex, en contraposición a la estructura más antigua y emocional de nuestro cerebro, el Sistema Límbico.
Supongamos una situación más o menos cotidiana, un desencuentro de pareja o una disputa laboral. Mientras estas suceden la información de lo que pasa está llegando tanto a nuestro cerebro emocional (Amígdala) como a nuestro cerebro racional (Neocórtex). Normalmente este último se encarga de discernir el tipo de respuesta que damos en estas situaciones. Si nos mostramos comprensivos, empáticos, vulnerables, tristes o preocupados, por ejemplo.
Pero esta información de lo que nos está ocurriendo llega un poquito antes, y de una forma menos elaborada, a la Amígdala que al Neocórtex, y en algunas ocasiones, cuando lo que nos está ocurriendo lo percibimos como una amenaza o peligro, quien decide lo que hacemos no es nuestra parte racional si no la emocional. Y entonces ocurre lo que comentaba al principio, de repente nos asalta la sensación de que ya no tenemos control sobre nosotros mismos, sobre nuestras emociones, sobre lo que decimos y hacemos.
Ser competentes emocionalmente supone tener la capacidad de controlar estas reacciones, pero para ello hemos de ser conscientes de ellas y anticiparnos a esta pérdida de control.
- Antes de que llegue ese momento de explosión nuestro cuerpo nos irá enviando mensajes de que algo empieza a ocurrir. Intranquilidad, aumento del pulso, del ritmo respiratorio y de la sudoración…es el momento de prestar atención a esas señales que nos envía el cuerpo e intentar controlar esos ritmos. Respira más profundamente, fija tu atención en algo distinto a la situación que te está alterando, pídele unos minutos a tu interlocutor para conseguirlo.
- Fíjate en las sensaciones que estás experimentando. Seguro que hay emociones mezcladas (casi todas negativas o perturbadoras) que no corresponden a lo que está pasando en ese momento. Desglosa cada una de esas emociones, verás que están más relacionadas con el intenso día de trabajo que llevas, con que esta discusión ya la tuvisteis en otra ocasión y no quedó resuelta, o tal vez con la suma de malos momentos que llevas acumulados a lo largo del día o la semana.
En cualquier caso, si eres capaz de entender y reaccionar ante las señales que te envía tu cuerpo, y de gestionar tus emociones para comprender de donde vienen y que las provoca, te será mucho más sencillo evitar que te secuestren tus emociones.
►Recursos:
Emociones expresadas, emociones superadas
►Fuentes:
Imagen cortesía de HotBlack
Muy buena aportaciòn….mil
gracias
Gracias Elena, es un placer compartir contenidos de utilidad. Cordiales saludos!