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Una de las limitaciones del mundo digital actual es la disminución del contacto cara a cara, ya que todas las llamadas “redes sociales” cibernéticas facilitan el contacto sin necesidad de verse físicamente, con el precio de perder oportunidades de aprendizajes de vida social.
He escuchado a algunas personas que han notado ésta consecuencia y se quejan, manifestándome inseguridad a la hora de abordar ciertos temas, el duelo, por ejemplo. Sé que se debe aclarar que los miedos tienen causas múltiples, ésta es una variable que no se puede disminuir: la falta de experiencia.
Una opción, retro pero audaz, es consultar las normas de etiqueta. Mucha se critica la Urbanidad porque parecen normas sin sentido y demasiado impositivas; éstas críticas pueden ser válidas, pero también lo es el sentido original de la urbanidad en aquellos tiempos en que Carreño escribió su manual.
Analicemos poco a poco lo que nos dice la etiqueta en los tristes casos de duelo y veamos cuáles se pueden rescatar desde un sentido psicológico.
¿Qué nos dice la urbanidad?
Para el caso, definamos duelo como el período en el que las personas experimentan una tristeza y cambio de rutina por una pérdida significativa en su vida. Usualmente, guardamos el duelo por la muerte de un ser querido, pero el término puede extenderse a otras pérdidas significativas, como el trabajo, las amistades o un miembro del cuerpo.
El anuncio a los amigos
En esos momentos de confusión y dolor, usualmente se olvida comunicar a todos lo sucedido. La etiqueta nos dice que lo más práctico es colocar aun esquela por un medio de comunicación masivo. Esto nos ahorra tiempo y lágrimas al tener que explicarles a todos lo sucedido.
Los entendidos nos dicen que de ningún modo es correcto reclamar por no haber sido informado de la situación familiar. Esto no es edificante para los dolientes.
La vestimenta
Colores sobrios, de preferencia oscuros y conservadores. Porque no es nada urbano querer llamar la atención a sí cuando se tiene el dolor de la pérdida. Pasado el entierro, usualmente, dice la regla antigua, se llevaba el luto (negro absoluto) por respeto a los que nos han adelantado.
Actualmente, no es completamente necesario hacerlo, pero facilita el trato de las personas que viven a su alrededor. Observar a alguien con colores oscuros y conservadoramente vestida, nos da la pauta para ser prudentes en nuestras invitaciones y comentarios.
El silencio
Uno de los temas más complicados para el ser humano. No se refiere únicamente a la necesidad de hacer silencio en los servicios religiosos, sino a los días y meses que siguen al entierro y también al tema de conversación.
La asistencia al funeral y las visitas
Si bien es cierto, todos queremos estar cerca de los deudos, creo que son los deudos quienes deciden quién debería estar con ellos los servicios. No es incorrecto pedir que en al entierro sólo lleguen las personas más íntimas o incluso la familia, porque estos momentos son para aceptar la realidad.
En ésos momentos, la persona más idónea para los dolientes es quién le puede dar apoyo y comprensión, por lo que cada uno decide quiénes son éstas personas.
De igual modo, las visitas están restringidas porque, ante los momentos de tristeza y cambios de rutina se necesita tranquilidad y espacio para “digerir” el suceso.
Las personas que no son tan cercanas, necesitan dar a conocer que se encuentran abiertas a las necesidades de los deudos, pero esto no significa que serán llamados o requeridos.
Las invitaciones también pueden ser rechazadas con naturalidad y tampoco es sano presionar porque se acepten. Lo ideal es cerciorarnos de que la persona recupera poco a poco su rutina y que sabe que cuenta con el apoyo si lo requiere.
El tiempo de duelo
Creo que es la regla que más debe ser rescatada, no por el tiempo tan riguroso (para la viuda son dos años de duelo, por ejemplo) si no porque tiene por objetivo respetar el dolor y la tristeza de las personas dolientes.
Tenemos, actualmente, una manía poco respetuosa de obligar a las personas a estar bien y felices a pesar de todo. He escuchado comentarios duros ante las reacciones de la pérdida y con respecto al tiempo que se desea para vivir el duelo.
Gente que inclusive, consideran prohibitivo el llorar en el servicio funeral y en el entierro, haciendo inferencias inadecuadas acerca del llanto.
A modo de conclusión, respetar el proceso natural del duelo y lo subjetivo que puede llegar a ser, es el objetivo central de las normas de “etiqueta”, no importa si se siguen al pie de la letra, si llega al funeral con traje sastre negro o con el uniforme de su trabajo.
►Recursos:
Sobre el duelo y el dolor
►Fuentes:
Imagen cortesía de Pixabay.com