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¿Cuántos pensamientos tenemos en un día? Podemos encontrar varias cifras contradictorias en la literatura actual, que van de los 12.000 a los 80.000.
Con este alto volumen de actividad mental, no todos nuestros pensamientos pueden ser verdaderos, útiles, o dignos de atención. A menudo actuamos como si nuestros pensamientos fueran la verdad más absoluta y permitimos que dicten nuestros estados de ánimo y nuestras reacciones. Eso es lo que hacemos normalmente, al menos que tengamos un método, una razón de peso, o la motivación necesaria para hacer lo contrario.
Nuestra era tecnológica nos proporciona un flujo constante de entrada de estímulos, y las técnicas para la observación y el control de la mente son cada vez más habituales como antídoto a este ritmo frenético moderno. Al principio puede resultar aburrido y tedioso observar nuestros pensamientos y sus reacciones concomitantes, sobre todo si estamos acostumbrados a un alto nivel de estimulación y de distracción. Con el tiempo, sin embargo, podemos llegar a fascinarnos con ese enorme laboratorio que es nuestra propia mente.
El primer paso es sólo darse cuenta. Ser observadores tanto del contenido como del proceso de pensamiento. Si somos honestos admitiremos que algunos de nuestros pensamientos son extravagantes y nada razonables. Hay que estar preparados para refutarlos, dialogar con ellos, reducir la velocidad del proceso y convertirlo en curiosidad.
Tener conciencia es el primer paso. Hay que tener en cuenta que los pensamientos son incesantes e implacables. Puede ser agotador darse cuenta de lo que pensamos todo el tiempo. Pero podemos ser participantes más activos en el proceso, y cambiar y reorientar nuestro diálogo interno. Pensar es realmente una actividad compulsiva para el ser humano, pero el enfoque y la atención adecuada nos puede ayudar a dirigir nuestros pensamientos de un modo útil y provechoso.
Observar nuestros pensamientos desde una postura independiente, externa y no reactiva nos permite la posibilidad de nuevas perspectivas. Cuanto más se practica reducir la velocidad y simplemente darse cuenta de los pensamientos, más se desarrolla el potencial de incluirlos en la conciencia de una manera nueva y productiva.
No podemos modificar y reorientar lo que antes no hemos hecho consciente. Y aunque inicialmente puede ser bastante chocante seguir los movimientos de nuestra mente, el entrenamiento y la práctica diaria son la clave. Tener un saludable respeto por el poder de nuestros pensamientos y la confianza en nuestra capacidad para utilizarlos como fuente de información y autonomía es un objetivo viable.
Nuestro pensamiento nos hace a menudo interminables viajeros del tiempo, muy lejos del aquí y del ahora tan necesarios para el establecimiento de un equilibrio emocional razonable.
No tenemos que ser rehenes de nuestros pensamientos. Es cuestión de llegar a ser conscientes primero para desviarlos suavemente más tarde en la dirección adecuada. No estamos luchando o atrapando a nuestros pensamientos para hacerlos prisioneros o neutralizarlos. El proceso debe orientarse más bien hacia una amable y paciente investigación.
Se trata de aliarse creativamente con los propios pensamientos y administrarlos de manera responsable. Para ello debemos comenzar observando, eligiendo un sólo hilo de pensamiento por día para practicar, hasta que el proceso de escucha se vuelva casi automático. Cada día será más fácil.
►Recursos:
El gran libro de la meditación
►Fuentes:
Adaptado de Being Able to Hear Yourself Think Imagen cortesía de Jesse Kruger vía flickr.com