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La familia es el primer contexto donde una persona se socializa, donde aprende habilidades, desarrolla sus capacidades para ponerlas posteriormente en práctica en el resto de contextos sociales.
La familia, formada por los miembros de primer grado del niño, es decir, los que están en contacto habitual con él, tiene que llevar a cabo una serie de procesos y cumplir unos objetivos como son:
- La protección, mediante la seguridad les proporcionarán a sus miembros autonomía personal;
- Salud física y psíquica, que les dotarán de estabilidad emocional y física y desarrollarán tanto sus capacidades físicas y cognitivas;
- Por último que adquieran competencias sociales, para su posterior adaptación y ajuste a las normas sociales y culturales.
¿Mediante que áreas de actuación podrán los padres lograr estos objetivos?
Mediante la disciplina y la supervisión, como ya explicaron en su momento Snyder y Patterson.
La disciplina la entendemos como el conjunto de estrategias utilizadas por los padres para influir en sus hijos e inculcarles un conjunto de valores y normas culturales que guíen su conducta. Podemos dividirla en punitiva o permisiva: la primera marca la norma y cada vez que el niño se salga de ella se marca una sanción; por otro lado la permisiva, a veces si a veces no, va variando, por lo tanto es peor para que el niño cree unos hábitos, ya que existe mucha inconsistencia.
Por otro lado la supervisión se refiere a la vigilancia del cumplimiento de las normas adquiridas en la disciplina y prevención de situaciones problemáticas, es decir, saber que esta pasando con las normas.
Existen tres estilos de supervisión: adecuado, facilita la responsabilidad, competencia social y rendimiento en los niños; deficiente, facilita problemas de conducta, bajo rendimiento académico, posibles conductas antisociales y rígida, en extremo, deteriora el desarrollo de la autonomía, independencia y responsabilidad.
Para concluir, puedo añadir que la familia tiene la difícil tarea de inculcar disciplina en los niños pero sin excederse en su aplicación, es decir, que para inculcarles los padres los valores y hábitos necesarios para su posterior uso en sociedad, no deben ser punitivos ni permisivos, sino aplicarlos de manera justa y democrática.
También que dicha educación esté supervisada continuamente para comprobar que estamos realizando correctamente nuestra tarea de educadores. En caso de no saber si estamos realizando bien nuestra labor es recomendable acudir a un profesional de la psicología, para recibir su ayuda y poder adquirir la formación para continuar con la difícil labor de educar.
Completamos este artículo con un interesante estudio sobre las prácticas de disciplina parental desde una perspectiva de género, elaborado por Esther Calvete, Manuel Gámez-Guadix e Izaskun Orue (Universidades de Deusto y Autónoma de Madrid), en el que se analiza las propiedades psicométricas de la versión para niños y adolescentes del Inventario de Dimensiones de Disciplina (DDI-C; Straus y Fauchier, 2007), evaluando las diferencias en el uso de estrategias de disciplina en función del sexo de progenitores e hijos.
►Recursos:
Estudio de las prácticas de disciplina parental desde una perspectiva de género
►Fuentes:
Imagen cortesía de Rachel_pics vía Flickr