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Muchas personas podrían llegar a sentirse algo nerviosas o incluso sorprendidas al escuchar la palabra “electroshock”. Y es que el término ya de por sí asusta, y más aún si nos dejamos llevar por las gran cantidad de imágenes que hemos visto en las películas acerca de pacientes psiquiátricos atados a una cama, recibiendo corrientes eléctricas en su cabeza.
Lo mismo ocurre si recordamos aquellas escenas de ejecuciones a presos en la silla eléctrica con ese fatídico casco atado a su cabeza. Pero, ¿qué es en realidad la terapia electroconvulsiva? ¿Puede utilizarse como una forma útil de tratamiento? ¿Tiene que ver con los electroshocks que vemos en las pelis?
¿En qué consiste realmente la terapia electroconvulsiva?
La terapia electroconvulsiva es hoy un procedimiento médico ampliamente extendido. Básicamente consiste en inducir una serie de convulsiones en el cerebro del paciente mediante ligeras descargas eléctricas con idea de mejorar una condición médica, para lo cual se utilizan una serie de electrodos colocados convenientemente.
Esta intervención se realiza bajo anestesia general, y requiere de entre 6 y 12 sesiones para empezar a notar los resultados.
Las indicaciones de este tratamiento son variadas, pero su uso está orientado principalmente al tratamiento de los trastornos del estado de ánimo, como la depresión o el trastorno bipolar, aunque también se ha utilizado en la esquizofrenia o algunas enfermedades de su espectro.
Hemos de aclarar que, de modo general, se trata de un tratamiento de segunda línea. Esto quiere decir que suele aplicarse a personas que no han respondido bien a un tratamiento previo con medicamentos o que tienen condiciones muy crónicas difíciles de tratar.
¿A quién se le ocurrió probar esto?
Aunque las primeras referencias de su uso datan del siglo XVI, no es sino hasta mediados del siglo XX cuando comienza a utilizarse de manera más asidua, con el neurólogo Ugo Cerletti a la cabeza. Cabe destacar que su surgimiento tuvo más que ver con la intuición y la desesperación que con un profundo y minucioso estudio previo.
Hay recordar que hace años no existían los fármacos de los que hoy disponemos, por los que los psiquiatras y médicos de la época muchas veces se mostraban desilusionados y sin herramientas con las que tratar cuadros psiquiátricos difíciles.
Es por eso por lo que comenzaron a comprobar que al aplicarse ligeras descargas al cerebro, entendido este como un sistema eléctrico con diversas partes interrelacionadas, se producía como una especie de reseteo de sus funciones, mejorando algunos de los problemas que presentaba.
Para que lo entendamos, sería como reiniciar un ordenador de sobremesa cuando este se nos queda atascado o da error.
En este estudio presentado por Rudorfer, M. V., Henry, M. E., Sackeim, H. A. (2003), ya los autores nos hablan en su publicación del importante impacto de esta práctica en la historia de la medicina y la psiquiatría, así como del perfil básico de personas que suelen recibirla.
La mala prensa del electroshock
La terapia de electroshock nunca fue bien aceptada. Como podemos imaginar, los avances que tenemos hoy no eran los de antaño, y los efectos secundarios de su aplicación indiscriminada y básicamente experimental fueron devastadores.
Tal es así, que en sus comienzos muchas personas sufrieron graves problemas de memoria, confusión o incluso la muerte (principalmente de infarto posterior a su aplicación) cuando se empezó a utilizar.
Además, como decíamos anteriormente, muchas películas han hecho de este procedimiento un estigma para las personas que lo recibían, tratándolos de auténticos enfermos sin remedio, así como dando de los médicos una imagen de “científicos locos” capaces de todo.
En cualquier caso, hoy en día la realidad es bien distinta. Los mecanismos empleados son mucho más seguros y, aunque aún siguen teniendo algunos efectos secundarios (especialmente pérdida de memoria a corto plazo generalmente reversible), sus beneficios superan a sus riesgos en casos graves.
Es importante decir que los resultados no siempre son iguales para todos los pacientes, y que es posible que haya personas que necesiten utilizar esta terapia durante varios años de su vida. Todo siempre bajo un consentimiento informado.
El cerebro, ese gran desconocido
Tras leer estas líneas, es posible que hayas vuelto a afianzar tu opinión acerca del gran misterio que, a día de hoy, sigue suponiendo el cerebro humano.
A pesar de que hemos avanzado muchísimo en su conocimiento, siguen existiendo infinidad de problemas mentales que muchas veces resultan abrumadores para los especialistas. De hecho, muchas condiciones psiquiátricas hoy en día son consideradas incurables, y las personas que las padecen han de aprender a convivir con ellas.
La terapia electroconvulsiva no es sino un ejemplo más de cómo la experimentación puede llegar a ser tan útil como dramática, en el sentido de que ha necesitado generar una serie de daños para ser lo que es hoy. Todo siempre en la búsqueda de un conocimiento que, incluso en nuestros días, no siempre es claro.
En cualquier caso, la última palabra siempre la tiene el paciente, pues es él quien en última instancia valorará los riesgos y beneficios de someterse a terapias de este tipo.