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“La calidad de la alianza terapéutica es el predictor más robusto del éxito del tratamiento” (Safran, J. D. y Moran, J. C.)
¿Y tú por qué te hiciste psicólogo?
Esta pregunta siempre surge cuando le explicas a alguien que elegiste ese camino profesional. Y generalmente, para responder solemos recurrir a los tópicos habituales: siempre nos atrajo ayudar a los demás a estar mejor, o nos llamó la atención aspirar a comprender los mecanismos por los que se rige la conducta humana.
Pero para poder desarrollar con acierto el ejercicio de la terapia no basta solo con “intenciones” ni “vocaciones”. Junto a la formación académica específica, existen otros factores que inciden claramente en la calidad y en la consecución de los objetivos de la terapia. Nos referimos a las capacidades, habilidades y características personales del propio terapeuta.
Estos aspectos pueden determinar que la relación terapéutica que se establezca con el cliente tenga una calidad y fortaleza que ayude en la resolución de la problemática planteada, o por el contrario, que sea tan débil o inadecuadamente construida que genere efectos contrarios a los deseados.
No debemos olvidar que la persona que el profesional tiene delante generalmente ha llegado hasta él con la necesidad de ser ayudado, seguramente por padecer una problemática que le limita a la hora de desenvolverse en su día a día.
No es fácil dar el paso de acudir a un psicólogo. Aún hoy en día, se mantienen ciertos tabúes enraizados en nuestra sociedad que retraen a las personas a la hora de buscar este tipo de ayuda.
Por ello, como profesionales debemos ser conscientes del sufrimiento que seguramente ha padecido la persona que ha llamado a nuestra puerta, y del costo que le puede haber supuesto llegar hasta ella.
La relación terapéutica
Así, para que exista una mayor probabilidad de éxito en la terapia, el primer paso debe ser el de generar un clima adecuado de cara a la intervención. El punto central ha de ser el establecimiento de una buena relación terapéutica, que permita que los participantes en dicha relación se sientan cómodos y seguros. Para ello, debemos aplicar todas nuestras habilidades y capacidades para garantizar un contexto idóneo.
Esto no quiere decir que perdamos la perspectiva de la relación terapeuta – cliente. Hemos de utilizar nuestras herramientas en pro de lograr esa vinculación efectiva, pero no hasta el punto de desprendernos de las obligaciones inherentes al rol profesional, descendiendo a lo que podría malinterpretarse como “una charla de amigos”.
Nuestra meta sería alcanzar ese objetivo de ayuda al otro manteniendo el equilibrio, siendo hábiles a la hora de que la balanza esté bien contrapesada.
La imagen de “profesional de bata blanca” no creemos que beneficie al demandante de ayuda, quién puede interpretar que quien está ante él es alguien rígido y difícilmente permeable a la problemática que le acucia. Y evidentemente, tampoco es favorable el otro extremo, el del profesional que traslada el mensaje de “tú y yo somos colegas”, porque cree que así genera un buen vínculo.
En ocasiones somos los mismos profesionales los que inconscientemente “boicoteamos” la relación terapéutica.
Un claro ejemplo es el expuesto por el terapeuta italiano Maurizio Coletti, y su definición del síndrome “Salvator Mundi”, indicando que “algunos terapeutas sufren una especie de ‘furor curandi’ que hace que se impliquen en la terapia mucho más allá de los deseos de los pacientes, que se motiven más que ellos y que los abrumen con exigencias, emociones, consejos, etc. El resultado es un terapeuta que ‘desborda’ energía y del que muchos clientes y pacientes acaban por huir despavoridos”.
¿Cómo definiríamos, entonces, la relación terapéutica? Goldstein y Myers hablan de “sentimientos de agrado, respeto y confianza por parte del cliente hacia el terapeuta combinados con sentimientos similares de parte de este hacia el cliente”. Ciertamente, esto es un predictor positivo de buenos resultados terapéuticos, pero no el único.
Sí parece relevante que el terapeuta tenga unas capacidades y unas características concretas a la hora de facilitar, establecer y potenciar la relación terapéutica.
Habilidades del terapeuta
¿De qué características hablamos? ¿Están definidas? ¿Hay una fórmula mágica? Seguramente se podrían enumerar muchas y variadas, pero nos parecen muy ilustrativas las “Características personales para ser terapeuta” que exponen Cormier y Cormier; y Ruíz y Villalobos, y que son las siguientes:
- Tener un interés sincero por las personas y su bienestar.
- Saber y aceptar que hay estilos de vida diferentes, y creer en que todas las personas tienen aspectos positivos que pueden desarrollar.
- Autoconocimiento: conocer los propios recursos y limitaciones.
- Autorregulación: para que los propios problemas y dificultades no interfieran en la terapia.
- Tener un buen ajuste psicológico general: una buena salud mental por parte del terapeuta mejora los resultados de la terapia.
- Experiencia vital: una amplia experiencia vital facilita la comprensión de los sentimientos y vivencias de las personas a las que atendemos y la búsqueda de soluciones a los problemas de estos.
- Haber recibido una buena formación teórica y práctica y confiar en su propia habilidad y técnicas terapéuticas.
- Energía y persistencia. Es probable que los terapeutas pasivos y con poca energía inspiren poca confianza y seguridad a los que demandan su ayuda. Además, el logro de resultados terapéuticos requiere tiempo, por lo que se necesita paciencia y persistencia.
- Flexibilidad: Un terapeuta debe saber adaptar sus métodos y técnicas a los problemas y características de cada persona. Además, debe estar abierto a la adquisición de nuevas competencias.
- Cumplimiento de principios éticos y profesionales establecidos en el código deontológico de la profesión: confidencialidad, derivación de pacientes, etc.
Diversos estudios sobre la eficacia terapéutica han comprobado que un gran porcentaje del éxito de una terapia tiene mucho que ver con ese factor de habilidad personal del terapeuta.
Creemos que si bien no es suficiente para resolver una problemática, el generar una buena relación terapéutica sí es necesario de cara a dirigir a los implicados hacia resultados productivos. Y esa sí es una responsabilidad del terapeuta.
Nota del Editor
Se comparte para su descarga en PDF el documento “Habilidades terapéuticas”, firmado por Arturo Bados y Eugeni García (Universidad de Barcelona), en el que se plantean dar respuesta a preguntas como:
¿Qué características debe tener un buen terapeuta? ¿Cómo establecer una buena relación con un cliente? ¿Cómo conseguir que comprenda, esté de acuerdo con y recuerde las propuestas de evaluación y tratamiento? ¿Cómo motivarle para que coopere en el proceso de evaluación y tratamiento? ¿Cómo manejar las dificultades que surgen en la terapia? ¿Cómo lograr superar las posibles resistencias al cambio?.
Se trata sin duda de un texto de gran valor teórico-práctico en el ámbito de la práctica clínica.
►Recursos:
Habilidades terapéuticas
►Fuentes:
Imagen cortesía de Clarita vía morguefile.com
pssss niñoooo hazte el dos mezclas y se va toda la boberiaa, buena vibra y buena cremaaa