- Reforzar y castigar ¿Lo estamos haciendo bien? - 6 marzo, 2023
El condicionamiento operante es una forma de aprendizaje en la que el comportamiento aumenta o disminuye en función de sus consecuencias. Las consecuencias son de dos tipos: reforzamiento y castigo; la primera aumenta la tasa de una conducta y la segunda la disminuye (Skinner, 1938).
Tanto los reforzamientos como los castigos pueden ser positivos o negativos. Aquí “positivo” o “negativo” no se refiere a que algo sea agradable o desagradable ni a que sea bueno o malo, sino que “positivo” es la adición de un estímulo, y “negativo” es la eliminación de un estímulo.
Así, el reforzamiento positivo es la adición de un estímulo agradable, como dar un premio a un niño porque obtuvo una buena nota. El reforzamiento negativo es la eliminación de un estímulo aversivo, como cuando alguien cierra la ventana porque está lloviendo. Al eliminar la entrada de gotas de agua por la ventana, la conducta es reforzada por su consecuencia.
El castigo positivo es la adición de un estímulo desagradable, como dar un shock eléctrico a una rata cuando elige el camino incorrecto en un laberinto. Y el castigo negativo es la sustracción de un estímulo agradable, como cuando los padres dejan a un niño sin derecho a usar internet porque no se comió toda la cena.
¿Lo estamos haciendo bien?
Es relevante que a veces los adultos pueden tener la intención de reforzar o castigar la conducta de un niño, pero los actos del adulto tienen el efecto contrario del deseado. Por ejemplo, un niño golpea a un hermano e inmediatamente el padre “distrae” al niño dándole uno de sus juguetes preferidos (“Pedro, aquí está tu camión, juega con él”).
La intención del padre es impedir que continúe la conducta de agredir al hermano distrayendo la atención del niño. Sin embargo, sin saberlo el padre podría haber reforzado el comportamiento agresivo entregando al menor un estímulo agradable justo después de la conducta.
Otro caso podría ser el de un niño que encuentra aburrida la matemática. En la clase, el profesor les entrega una guía de ejercicios y entonces el niño comienza a maldecir. El profesor rápidamente expulsa al niño de la clase, le dice que espere fuera. La intención del profesor era castigar al alumno, suponiendo que el “tiempo fuera” es aversivo para él.
Sin embargo, inadvertidamente podría haber realizado un reforzamiento negativo de la conducta, porque el expulsar de la sala al estudiante eliminó el estímulo aversivo (la guía de ejercicios matemáticos). Por tanto, la probabilidad de que el menor maldiga aumenta en situaciones similares (Trent Codd III y Roth, 2021).
Refuerzo y castigo son relevantes
Desde un punto de vista sistémico, las conductas humanas se mantienen porque son parte de un circuito. Los intentos de una persona por disminuir o aumentar una conducta propia o de otros pueden estar teniendo exactamente el efecto opuesto al deseado, manteniendo el problema (“la solución es el problema”, Watzlawick et al., 2012).
En la intervención terapéutica con menores y en el trabajo acerca de habilidades parentales con los padres o cuidadores, los psicólogos debemos prestar atención a los reforzadores o castigos que, sin darse cuenta, los adultos pueden estar suministrando a los niños. También debemos observar los circuitos auto-reproductores, para interrumpirlos.
En esto es relevante realizar psicoeducación con los padres y profesores. A veces, es necesario cambiar, o incluso invertir, el modo en que ellos proporcionan consecuencias a determinadas conductas.
Referencias
– Skinner, B. F. (1938). The behavior of organisms: An experimental analysis. Appleton-Century
– Trent Codd III, R. y Roth, N. (2021). Children and adolescents with externalizing disorders. En: A. Wenzel (Ed.), Handbook of cognitive behavioral therapy. Vol. 2. Applications (pp. 699-724). American Psychological Association.
– Watzlawick, P., Weakland, J. y Fisch, R. (2012). Cambio: Formación y solución de los problemas humanos. Herder.