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¿Por qué hay tanta gente insatisfecha con su trabajo, con su entorno, con sus relaciones y con su vida en general? Una gran parte del problema es que somos bastante malos a la hora de predecir cómo de felices nos harán las cosas o el tiempo que va a durar esa felicidad.
Tenemos la tendencia a sobreestimar tanto el impacto positivo de un evento “bueno”(como ganar a la lotería), como el impacto negativo de algo potencialmente “malo” (como romperse una pierna.), y este mecanismo tiene algunas consecuencias graves a la hora de tomar decisiones, como elegir una carrera profesional o un lugar donde vivir.
¿Por qué somos tan malos en la predicción de lo que nos hará felices? Cuando tratamos de predecir nuestra reacción emocional a los acontecimientos futuros, tendemos a simular y para ello nos imaginamos a nosotros mismos en una situación futura, lo que provoca una reacción emocional en el presente.
A continuación, utilizamos esta reacción emocional como predictor de cómo nos podríamos sentir en la situación dada. Así que cuando imagino la sensación de ansiedad sentado ante un examen, lo que realmente hago es imaginarme sentado en un examen, lo que me hace sentir ansioso, y luego tomar esta ansiedad como un indicador de la sensación que puedo esperar tener cuando en realidad haga el examen.
La forma en la que utilizamos la simulación para predecir nuestros estados emocionales futuros proporciona un modelo válido en la comprensión de por qué tales predicciones a menudo son tan poco acertadas.
Nuestro estado emocional actual afecta a nuestras predicciones futuras
Desde el instante en que predecimos nuestras emociones futuras en base a una reacción emocional presente ante una situación simulada, nuestras emociones presentes pueden afectar a nuestras predicciones. Una tendencia a proyectar nuestras preferencias actuales sobre un evento futuro es conocido como el sesgo de proyección.
Los usuarios de un gimnasio que habían trabajado durante un tiempo en una cinta de correr (y por tanto estaban sedientos) eran mucho más propensos a predecir que la sed sería más desagradable que el hambre si se perdieran en el bosque, lo contrario a lo que predijeron las personas que fueron preguntadas antes de usar la máquina de correr y que no estaban sedientas.
Es evidente que cuando trataron de imaginar cómo se sentirían si se perdieran en el bosque, las personas sedientas fueron incapaces de ignorar su sed actual a la hora de predecir sus reacciones futuras.
Tomar decisiones sobre la carrera profesional, por ejemplo, a menudo requiere de nosotros predecir cuánto vamos a disfrutar de un trabajo a lo largo de varios años, y parece probable que para entonces algunos de nuestros gustos y necesidades habrán cambiado.
La forma en la que utilizamos las simulaciones para predecir la felicidad futura sugiere que nos resulta difícil dar cuenta de los cambios en nuestros estados emocionales actuales a la hora de predecir cómo nos vamos a sentir en el futuro.
Nos basamos en el pasado para predecir el futuro
En la simulación de eventos futuros, una gran parte se construye en base a nuestros recuerdos de eventos pasados similares: basamos nuestro juicio de lo que podemos esperar de una visita al médico en función del recuerdo que tenemos de citas pasadas, por ejemplo.
Sin embargo, nuestros recuerdos son a menudo poco representativos de los últimos acontecimientos en sí, y por lo tanto también de los futuros.
Los acontecimientos inusuales y recientes tienden a ser más fáciles de recordar, lo que significa que juegan un papel más importante en la formación de nuestro juicio sobre el futuro.
Del mismo modo, podríamos estimar de un modo equivocado cuánto vamos a disfrutar de un cierto puesto de trabajo si nuestra simulación está sesgada por recuerdos del pasado que nos resultaron más impactantes o están aún recientes en el tiempo.
Las simulaciones sólo representan características esenciales
En general tenemos la tendencia a conceptualizar eventos futuros de forma mucho más abstracta que los actuales. En esa misma línea pude decirse que nuestras simulaciones son esencialistas, es decir, se componen sólo de las características más importantes.
Esto tiene sentido: la simulación de eventos futuros es a menudo difícil de hacer, ya que no puede centrarse en cada detalle, por lo que sólo incluye los más importantes. El problema es que nuestra percepción de lo que son las características más importantes es absolutamente falible – dejando nuestras simulaciones susceptibles al llamado sesgo de anclaje o focalismo.
Al basar nuestras predicciones emocionales en lo que consideramos son las características más importantes de un evento futuro, es posible que se pierdan algunas características no esenciales que pudieran tener un gran impacto en nuestras respuestas emocionales.
Al decidir por ejemplo qué carrera seguir, es probable que centremos nuestra atención en factores que vienen a la mente fácilmente como el salario o las horas de trabajo. Esto podría llevarnos a ignorar otros factores que en realidad son cruciales para predecir la felicidad como el desafío mental o el entorno en el que se desarrolle la tarea.
Se nos olvida que las emociones se desvanecen con el tiempo
Una última consideración a la hora de predecir cómo un evento futuro nos hará sentir, es que tendemos a centrarnos en las consecuencias más inmediatas, olvidando las posteriores.
Esto podría ayudar a explicar por qué los ganadores de la lotería o las víctimas de un accidente sobreestiman habitualmente el impacto del evento: se imaginan cómo van a sentirse inmediatamente después de ganar, o de sufrir el accidente, y suponen erróneamente que este sentimiento permanecerá.
Sin embargo, las emociones se desvanecen en intensidad con el tiempo, aunque solemos subestimar esto y la velocidad a la que ocurre. Este es el llamado sesgo de la durabilidad: una tendencia a sobreestimar el impacto emocional de un evento en función de su duración en el tiempo.
La susceptibilidad al sesgo de durabilidad supone, por ejemplo, que podríamos tomar decisiones en base a recompensas inmediatas, que nos harán mucho más felices en la actualidad de lo que realmente lo hará en el largo plazo.
Conclusión
Podemos concluir que, aunque hay que tener en cuenta nuestra propia felicidad cuando tomamos decisiones relevantes para nuestro futuro, el simple uso de nuestra intuición para predecir lo que nos hará feliz no parece ser la mejor manera de hacerlo.
Estamos excesivamente sesgados por nuestras preferencias actuales, confiamos demasiado en la memoria selectiva, perdemos características potencialmente importantes y subestimamos el grado en que nuestras emociones se desvanecen con el tiempo.
Tener en cuenta lo que pensamos que nos hará felices no tiene sentido si estas predicciones no son ni remotamente exactas, especialmente si estamos valorando la existencia de otros factores importantes en contra.