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Dismorfofobia o Trastorno dismórfico corporal, ¿defectos imaginarios?

dismorfofobia
María José Miguel Quilis
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El trastorno dismórfico corporal o dismorfofobia pasa a menudo inadvertido o confundido por las consultas de muchos profesionales de la salud, ya sean dermatólogos, nutricionistas o, incluso, algunos psicólogos. Por este motivo, está infradiagnosticado y, por tanto, poco tratado.

Es importante conocer sus síntomas para evitar que las personas pierdan oportunidades de tomar conciencia de su enfermedad en su habitual peregrinaje por especialistas.

Un poco de historia

Los primeros indicios que tenemos de clasificación de este trastorno se remontan a finales del s. XIX.

Se observó que algunas personas parecían tener una especie de fobia o ansiedad intensa ante alguna característica física de su cuerpo: a este intenso malestar se le llamó un tiempo después dismorfofobia.

En la actualidad esta condición ha sido renombrada como Trastorno Dismórfico Corporal.

¿En qué consiste la dismorfofobia?

El trastorno se produce cuando una persona está convencida de tener un defecto físico extremo cuando en realidad, o bien nadie lo percibe, o bien es un defecto menor y los demás no ven la relevancia.

El convencimiento de tener este defecto provoca ansiedad de alto nivel y, como consecuencia, comienzan a aparecer conductas de evitación que recrudecen el problema y lo agravan.

Las conductas de evitación o huida que se observan más frecuentemente en la consulta del psicólogo son de varios tipos:

Disimular el supuesto defecto

Una de las primeras estrategias que utilizan las personas con Trastorno Dismórfico Corporal para lidiar con su angustia es la de intentar disimular la parte que tanto les obsesiona.

Pueden utilizar gorro si creen que su pelo es demasiado ralo, o llevar gafas de sol que disimulen la forma de su nariz, o llevar ropa que tape sus caderas, tobillos, muslos, etc… Si el defecto percibido está en la piel, recurrirán a sesiones intensas de maquillaje.

Por supuesto, la acción de disimular sólo proporciona un alivio parcial o momentáneo y favorece que la ansiedad y el disgusto por ese defecto se mantengan o aumenten con el tiempo.

Intentar eliminar el defecto

En base al refuerzo negativo producido por las evitaciones, el trastorno suele agravarse y la ansiedad suele incrementarse.

Por este motivo, la segunda escalada frecuente del trastorno suele ser la de intentar deshacerse del defecto a toda costa: rinoplastias para angustias por la nariz, tratamientos dermatológicos para la rosácea, liposucciones para reducir volumen de partes del cuerpo, injertos capilares, etc…

Nuestra experiencia como psicólogos nos dice que los resultados de estas intervenciones nunca suelen dejar contenta del todo a una persona con Trastorno Dismórfico Corporal dado que, o bien no es exactamente lo que soñaban y sufren decepción o enfado con el médico y buscan retoques, o el malestar se desplaza con el tiempo a otra parte del cuerpo… y todo vuelve a comenzar.

Retirada progresiva de relaciones y actividades

Cuando el malestar adquiere tintes clínicamente significativos solemos encontrarnos con personas que han empezado a evitar determinadas situaciones sociales o actividades por vergüenza o miedo a que les vean su defecto.

Esto genera una pérdida importante de reforzadores que deterioran rápidamente el estado de ánimo, pudiendo desembocar en una depresión, y aumentan la obsesión.

Pueden evitar la playa por miedo a que les vean en bañador, o situaciones de mucho luz en las que se les vea la nariz, etc…

Alternar entre escudriñarse y evitar el defecto

Llegado a este punto, estamos ante alguien que lo pasa francamente mal y que ha perdido el control sobre la situación. Es fácil que alterne compulsivamente entre observarse con angustia y evitar verse.

Probablemente pasa mucho tiempo dedicada a tareas relacionadas con el defecto: maquillar, disimular, tratar, mirar, buscar tratamientos médicos o estéticos en internet, etc…

Partes del cuerpo más frecuentes

Como hemos avanzado anteriormente, el defecto percibido no tiene porqué ser siempre el mismo. Puede ir variando a lo largo del tiempo y presentar a una persona que siempre tiene algo que le desagrada de sí misma, aunque vaya interviniéndose estética o quirúrgicamente.

Aunque cualquier parte del cuerpo puede desembocar el malestar, existen algunas partes con mayor probabilidad de ocurrencia como son: malestar por forma o tamaño en la nariz, obsesión con la cualidad de la piel, preocupaciones por el pelo, ansiedad por la forma o cantidad de las arrugas, rumiaciones sobre la forma o color de los dientes, angustia por el tono muscular, etc…

El tratamiento

Una de las principales dificultades que presenta el tratamiento del Trastorno Dismórfico Corporal es, básicamente, la escasa conciencia de enfermedad que tienen las personas que lo padecen.

No reconocen que su problema es un problema psicológico, piensan que todo el problema es físico, que el defecto es el problema y que todo se solucionaría si éste desapareciera.

Ante este panorama, no es fácil que busquen tratamiento psicológico, ni que admitan los consejos de sus familiares a visitar a un psicólogo. Cuando finalmente acuden, se presenta la siguiente dificultad del tratamiento: la cronicidad.

Como habitualmente llevan mucho tiempo con el problema porque sus esfuerzos se han centrado en el propio defecto, el trastorno suele estar muy instaurado.

Con todo, el tratamiento es posible. Este trastorno está incluido dentro de los trastornos obsesivo-compulsivos, es decir, es un trastorno de ansiedad y responde ante intervenciones cognitivo-conductuales bien planteadas.

Nota del Editor: Dismorfofobia y disforia de género. Implicaciones terapéuticas

Compartimos para su descarga un interesante artículo de revisión publicado en la revista Psicosomática y Psiquiatria (2017), en el que se aborda la coexistencia de ambas entidades nosológicas.

En palabras de sus propias autoras en el artículo se desarrolla el trastorno dismórfico corporal a través de la historia y de las clasificaciones diagnósticas internacionales (DSM y CIE), y se realiza una contextualización de la disforia de género.


Descarga desde aquí este interesante recurso.


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