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Familias funcionales. El secreto de las familias felices

familias funcionales
María José Miguel Quilis
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Las familias, pese a contar con sentimientos de afecto en muchas ocasiones entre las personas que las componen, no siempre se llevan bien. En ocasiones, parece existir algún mecanismo oculto que se empeña en no hacerlas funcionar, que las lleva a dinámicas de relación que acaban generando malestar y resentimiento continuo.

En estas ocasiones, las personas no consiguen desarrollarse adecuadamente a nivel personal dentro de la familia y este malestar repercute negativamente en la relación con la familia, convirtiendo este proceso en un círculo vicioso que perpetúa y agrava la mala situación familiar.

Familias que sí funcionan

Muchas familias funcionan satisfactoriamente, pese a los conflictos diarios propios de la convivencia; y esto es así porque cada uno tiene claro el rol que tiene en la familia, sabe hasta dónde puede llegar, se comunica de modo positivo y claro con los demás y la familia, en su conjunto, sabe resolver los nuevos retos y los cambios en equipo.

El papel de la comunicación: la verbal y la no verbal

Uno de los factores más importantes para que una familia funcione bien es, cómo no, la buena comunicación. Una buena comunicación va más allá de hablar mucho, aunque hablarse y contarse cosas es importante porque da información a los de más sobre lo que nos pasa tanto por dentro como por fuera.

Una familia que funciona bien es una familia en la que se puede hablar claro y libremente, por supuesto siempre desde el respeto y la educación. Las personas nos animamos a hablar claro cuando nos escuchan activamente, cuando nos miran a los ojos cuando lo hacemos, cuando percibimos honestidad en el otro e interés por lo que contamos.

Por ello es tan importante lo que se dice como el modo en que se dice, y es muy importante cómo se escucha y lo que se responde.

La importancia de la aceptación incondicional

La aceptación incondicional de cómo es el otro, no necesariamente de lo que hace, es un aspecto fundamental de las buenas relaciones en general.

En la familia es muy importante sentirnos aceptados, válidos, porque así nos atreveremos a emprender cosas a riesgo de equivocarnos: esto redundará en buena autoestima, en sensación de bienestar y en ganas de relacionarnos con los otros miembros de la familia.

La necesidad del permitir evolucionar, cambiar y madurar

En la historia de una familia, no sólo los niños van a ir cambiando y madurando, sino que todos tienen derecho a evolucionar. Una familia que funciona es aquella que permite que el resto cambie.

Los padres pueden evolucionar hacia valores diferentes, o sintonizar con otros puntos de vista, en función de los aprendizajes laborales y relacionales de su vida, y este cambio es bueno.

Los hijos, por supuesto, acabaran siendo adultos, y es necesario promover su autonomía y madurez, pues ésta es una necesidad de crecimiento y, si se ve, frenada, generará tensión en la familia y malestar entre sus miembros.

Las expresiones de afecto

Para que una familia funcione, ha de haber expresiones de afecto. ¿Cómo vamos a querernos si no nos muestran desde pequeños que somos queridos? Para sentirse queridos debe de haber muestras de afecto tanto físicas como verbales.

Las físicas son extremadamente importantes: una persona que te abraza, que te besa, que se siente cómoda y feliz en el contacto físico contigo te demuestra que te quiere más que si te lo dice con palabras. Las palabras, no obstante, también son importantes, pero tienen que ser congruentes y apoyadas por la expresión física del afecto.

Las normas aportan seguridad

Hay cierto rechazo últimamente hacia la expresión “poner límites” cuando hablamos de educación y crianza. Hemos pasado de creer a ciencia ciega en las normas y los límites, a considerarlos como algo negativo. La verdad está en un punto intermedio.

Poner normas y límites es un aspecto importante de toda comunidad: protege a sus miembros y les da un margen de actuación seguro que no tienen que replantearse cada vez. Las normas y los limites hacen que las cosas sean predecibles, ayudan a los niños a saber cómo comportarse, reducen su incertidumbre.

Si no hay normas o éstas van cambiando cada vez, las personas experimentamos cierta ansiedad, sentimos dudas sobre cómo comportarnos. Las normas, eso sí, deben ser respetuosas con los miembros de la familia, deben permitir que satisfagan sus necesidades emocionales e intelectuales, deben sencillas y claras y no suponer un complejo sistema en el que todo está reglado.

Hacer partícipes a los miembros de la familia sobre las normas, poder hablar sobre ellas en profundidad y aclarar las dudas sobre por qué están ahí ayuda a que se cumplan.

Consecuencias respetuosas sobre los actos de los miembros de la familia

Los miembros de la familia que funciona tienen derecho a equivocarse o a sentirse abrumados emocionalmente y portarse mal. Lógicamente, cuando esto ocurre, la familia ha de hacer comprender a la persona que hay mejores maneras de gestionar la situación, o puede pedirle que repare el daño.

El objetivo es siempre el aprendizaje, la mejora, por eso no hacen falta medidas punitivas duras o presión emocional para una corrección automática.


En resumen, podemos decir que las familias funcionales son aquellas en las que sus miembros se sienten aceptados y apreciados, y con derecho a evolucionar y actuar. Una familia que funciona es aquella en la que el afecto se muestra de forma tanto física como verbal.

Es una familia en la que hay límites claros pero respetuosos, y en las que se aplican medidas correctivas proporcionales y respetuosas. Es una familia en la que hay diálogo. En ocasiones no es fácil orquestar estos elementos, y es ahí cuando la terapia familiar puede ser una ayuda inestimable.

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